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lunes, 31 de marzo de 2025

"El castillo de arena" - Seicho Matsumoto

El año pasado y atendiendo a las recomendación del escritor y amigo Carlos Bassas, leí y reseñé Un lugar desconocido del escritor japonés de novela negra Seicho Matsumoto. Libros de Asteroide lleva un tiempo reeditando su novelas publicadas en los años sesenta y setenta y que fueron grandes éxitos en su país natal. Pues bien, aquella lectura me dejó un buen sabor de boca y recientemente me he hecho con su última novela publicada, titulada El castillo de arena, y escrita en 1961. La trama gira alrededor de la aparición del cadáver golpeado y desfigurado de un hombre cerca de las vías de un estación de tren en un barrio de de Tokio. El inspector Imanishi es el encargado de dilucidar un caso complejo debido a la falta total de identificación del cadáver. Tomando como referencia inicial la testifical de una camarera de un bar cercano en la que establece que el fallecido estuvo acompañado de otro hombre horas antes de ser encontrado y que hablaba con un acento propio de una región al norte del país, el inspector tratará de identificarlo y averiguar la causa de su muerte. 

En el más puro estilo del escritor que nos ocupa, el caso avanzará en un continuo discurrir entre falsas pistas, deducciones un tanto peregrinas y mucha investigación sobre el terreno de Imanishi, emperrado en continuar sus pesquisas a pesar de que el caso lleva a varios callejones sin salida a lo largo del proceso detectivesco. Le acompaña en sus averiguaciones y desencantos un joven, avispado y entregado policía, con el que compartirá pistas, deducciones y cierto apoyo policial. El camino es arduo, no solo porque el caso no es especialmente sencillo de desvelar, sino también, por la característica narrativa de la novela japonesa y más aún del autor que nos ocupa. La trama avanza y retrocede para luego seguir avanzando, en un juego de idas y venidas alrededor varios personajes, polarizados por un grupo de jóvenes intelectuales centran parte del interés cultural del país, con la intención de desligarse un tanto no solo de las tradiciones y estilos clásicos, sino también desvincularse del poder económico y capitalista al que critican por su implicación en todos los términos del país. 

Matsumoto describe a su protagonista como un hombre dedicado en cuerpo y alma a su trabajo, lo que le obliga a estar ocupado muchas horas del día sin atender en exceso a su hogar, donde una mujer fiel y su hijo, tal como es tradición en Japón, se vuelcan en el hombre de la casa, buscando su confort y tranquilidad. Esto choca en cierta manera, con el ámbito personal que rodea a los jóvenes intelectuales que por pura casualidad, se cruzan en el camino del investigador, mostrando rupturas sociales que chocan en gran medida con lo tradicional, en cuanto a la cultura y también el concepto de pareja y familia. Estas variables, sumadas a la pesquisa sobre el cadáver encontrado, en un continuo viajar, no solo por archivos municipales y policiales, sino también a lo largo de regiones geográficas distantes en distancia y en el pasado del país, suman un pausado rítmicamente pero continuo ejercicio de investigación, en el que Imanishi muestra su inquebrantable paciencia y su incombustible tozudez por resolver el caso. Por supuesto, en este caso, y como aportación meramente personal, creo que todo fluye en este complejo caso, gracias al sólido apoyo del joven policía, sus jefes policiales y su servicial y amante esposa. Si no, estoy convencido de que este hombre, el protagonista, jamás habría sido capaz de destapar en un entorno con conflictos trasversales, un caso con tantas vertientes, no todas dolosas pero sí imprescindibles, para resolver un galimatías lleno de un sinfín de factores personales y sentimentales de gran hondura humana.
 

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