Terminada su cuarta y última temporada, la serie Succession ha dejado a sus protagonistas donde todos los seguidores de la serie esperábamos que acabaran. En general, la temporada ha seguido las directrices de las tres entregas anteriores, aunque en este caso, marcadas por un suceso que no solo involucra el futuro de sus protagonistas, sino que además, hace posible la presentación de dos de los mejores capítulos de toda la serie. Pero antes de indicar mis valoraciones de una de las series que han marcado el género en los últimos años, paso a resumir muy rápidamente esta temporada.
Mientras Logan Roy intenta vender su emporio empresarial al propietario de una mega empresa de nuevas tecnología, sus hijos no se muestran especialmente proclives a la operación. Sus desavenencias, dudas y zancadillas siguen demostrando que todos y cada uno de ellos son de muy poco fiar. Sin embargo, la inesperada muerte de Logan los coloca en una situación inmejorable para gobernar el imperio de su padre. A partir de ese momento, el juego de poder en las negociaciones, los dimes y diretes en la decisión de seguir con la venta de la empresa familiar o evitarla, las elecciones presidenciales en los EEUU y los vaivenes y luchas internas entre los hermanos y su entorno más cercano, ocuparan todos y cada uno de los capítulos de esta últimas temporada.
Como decía en un principio, es verdad que no podemos obviar que la dinámica de la temporada ha seguido las líneas generales de las tres entregas anteriores. La entrada en el juego empresarial del personaje interpretado por Alexander Skarsgard y la aparición en la recta final de las elecciones a la presidencia de un populista y extravagante candidato republicano, son el nexo de unión con las anteriores entregas. Sin embargo, la temporada ha venido marcada por el fallecimiento de Logan, marcando a fuego la disposición y los sentimientos de sus hijos. Es este suceso el que eleva potencialmente los esfuerzos de todos ellos por alcanzar el poder. Aumentan la magnitud de las traiciones y se hace visible el doloroso y traicionero quebranto de unas alianzas cada vez más débiles, siempre pendientes de unas personalidades profundamente heridas y marcadas por el signo de un padre al que temían y, en lo más hondo de su corazón, respetaban como empresario emprendedor y triunfador. A lo mejor hasta le querían.
Precisamente, hay dos capítulos, los mejores de la temporada, en los que los guionistas jugaron, y de qué manera, con los sentimientos encontrados y contradictorios de unos hijos que, en ningún momento de la serie han sabido realmente que hacer con su presente y futuro, desvirtuado por la larga sombra de su poderoso progenitor. Por un lado, me refiero al capítulo en el que fallece Logan, donde vemos las reacciones de su entorno e hijos, y las dudas y la sensación de pérdida por parte de quienes apuestan por liderar una empresa pero sin tener muy claro que hacer con ella. Por otro lado, está el capítulo, impresionante también, en el que se desarrolla el funeral, casi de Estado, y el entierro de la cabeza de la familia. Las reacciones, los discursos en la iglesia, las miradas y la sensación de que todo sucede a paso cambiado y con una absoluta falta de control, nos preparan para un final de la serie no tan sorprendente pero que, finalmente, deja a cada uno de los personajes, sino en su sitio, si en una posición posiblemente bastante coherente con el devenir de una serie que ha marcado los últimos años, por su trama, sus interpretaciones y por la cantidad de premios que ha obtenido.
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