Cate Blanchett interpreta en esta película dirigida por Todd Field, a la archi premiada y exclusiva directora de orquesta Lydia Tár. A lo largo de su carrera profesional ha dirigido las más importantes sinfónicas y filarmónicas del mundo y, tras el parón por la pandemia de la COVID, viaja a Berlín desde Nueva York, donde es titular de la orquesta de la ciudad, para grabar la 5ª sinfonía de Mahler con Deutsche Grammophon. Su vida ha sido un camino de éxitos, musicalmente hablando, y de retos personales, como visibilizar su condición sexual, convivir con su amor de su vida y adoptar una niña. Sin embargo, su vuelta a Berlín pone a prueba su calidad como profesional a la hora de gestionar la nueva grabación y algunos asuntos de la orquesta que dirige, y ciertas debilidades en su personalidad que le han perseguido toda la vida y no consigue dejar atrás.
A lo largo de dos horas y media, Todd Field no abandona ni un instante la figura de la gran directora, en su día a día. Le acompañamos en sus ensayos, entrevistas, descansos, viajes, y también, en su vida privada, compartida con su pareja e hija. Pero más allá de esto, la vida de Lydia transcurre en un submundo en el que la música, la que dirige y la que pretende componer, forman el hilo musical propio de una mujer maniática, estricta, inconformista, algo caprichosa y especialmente egocéntrica, acostumbrada a conseguir lo que quiere. Lo que no sabe, es que ese equilibrio que tanto le cuesta mantener en un conjunto de malabares complejos entre su profesión y su vida privada, muchas veces difícilmente separable una de la otra, puede volverse contra ella y quebrar su carrera profesional.
La delgada línea que separa el éxito y la fama, del fracaso y el abandono, pasa por el concurso de la alta visibilidad en la que vive cualquier famoso, al que se aferran, mientras subsista ese éxito, quienes saben sacar también beneficio de las situaciones de una profesión triunfadora. Las redes sociales, el puro cotilleo, las noticias y los escándalos que se hacen virales y pasan a ser pura y fría portada, son pruebas a las que la directora debe enfrentarse en mitad de la que podría ser su grabación definitiva, en una carrera plagada de éxitos. Todo se basa en medrar en la profesión, a riesgo de castigar el entorno profesional y, sobre todo, la familia sobre la que descansa toda exitosa vida. Este es el meollo de una película fantástica, cimentada en una interpretación grandiosa de Cate Blanchett.
La actriz australiana pasea su arte, presencia, elegancia y saber estar, en un papel en el que se ha encajado a las mil maravillas. Sus silencios y sus miradas, se complementan con esos momentos frente al piano y la orquesta, con total dominio del momento y el espacio, tan propios de una actriz de semejante nivel. Tengo algunas manías personales con ella. Sin embargo, solo puedo rendirme ante la fabulosa interpretación que nos ha regalado y enfadarme por la manera con la que le han birlado el Oscar de este año a mejor actriz. A esto sumamos que la película que protagoniza no es tampoco baladí en cuanto a presencia y puesta en escena. Todd Field realiza un gran trabajo detrás de la cámara, acompañado de una excelsa y elegante fotografía. El elenco que acompaña a Blanchett está bien seleccionado, especialmente una siempre acertadísima Nina Hoss. La elección de escenarios, localizaciones, la estupenda partitura de Hildur Gudnadottir, acompañada de segmentos de compositores de Bach, Mahler o Elgar, forman junto a todo lo demás, un conjunto redondo en cuanto a la presencia de una película que, quizás sorprenda por esos últimos diez minutos finales que sacan de manera sorpresiva e inconsciente una media sonrisa al espectador, ante el juego de ironía que plantea el director. Con todo, a mí me ha parecido una de las películas del año, aunque quizás su conservador corte estético y elegante, y cierta exigencia melómana y cultural hacia los espectadores, la haya podido apartar de obtener más triunfos.
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