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lunes, 13 de marzo de 2023

"El nadador de Paestum" - Tonio Hölscher

Se conoce como El nadador de Paestum a una de las pinturas descubiertas en 1968 en una tumba localizada en una costera colonia griega en Italia, datada alrededor del año 480 a.C. Lo extraordinario de ellas es haber sido encontradas en los lienzos interiores de la caja que formaba dicha tumba, además de encontrarse en extraordinarias condiciones y tratarse de unas pinturas de gran calidad y casi, únicas en su género. El conjunto pictórico consta en las cuatro paredes laterales de la tumba con la representación de un simposio o banquete en el que se reúnen seis divanes ocupados por hombres maduros y jóvenes. Es en la tapa que recubre la tumba, siempre hablando de su parte interna, donde se descubrió el elemento más llamativo y extraordinario del conjunto. Me refiero a esa figura de un efebo lanzándose al agua en estilosa postura, desde una torre con plataforma. La escena se completa con un par de árboles y unos detalles orgánicos que embellecen las esquinas del marco que rodea tan bella, sensual y deliciosa escena. Aquella tumba se le reconocería desde entonces como la Tomba de Tuffatore.

Pues bien, muchos de los investigadores de la época llegaron a la conclusión de que aquellas escenas impresas en aquel maravilloso descubrimiento, solo podían representar una imagen simbólica de ritos sociales asociados a la muerte, en la mitología del paso de la vida a la muerte, en definitiva, como un conjunto de metáforas propia de la escatología mística del final del mundo griego arcaico. Sin embargo, el autor, junto otros especialistas, en su afán por demostrar nuevas interpretaciones sobre este hallazgo, intenta demostrar el hecho de que perfectamente y simplemente las escenas son un espejo pictórico de la vida real de los personajes allí eternizados, en un conjunto de actos reunidos como reflejo de imágenes reales, quizás intrascendentes, cotidianas e incluso basadas en episodios biográficos. 

En su afán por construir y defender su teoría, el autor desgrana en las páginas de este delicioso librito de apenas ciento setenta páginas, un estudio de la imaginería a fin a  esta tumba, encontrada en algunas localizaciones de la Grecia Magna, Etruria o incluso de Grecia. Tras esta introducción artística acompañada de sus debidas interpretaciones, los siguientes capítulos ahondan en ciertas características de la cultura griega puestas en relación con las pinturas analizadas. Para ello se diserta pormenorizadamente sobre la cultura de la juventud y su papel en la sociedad, incluido el simbolismo del paso de la pubertad a la madurez, incluyendo, como no, el erotismo y la relación de los efebos y sus amantes, como parte implícita del día a día de aquellas clases imperantes en las comunidades griegas. Para ello realiza una serie de visitas a posibles santuarios relacionados con el mar y esa factible situación de tránsito vital tan importante para aquella cultura. Por supuesto, el autor aprovecha para implicar en estos ritos sociales, no solo a los hombres, sino también a las mujeres, relacionadas y vinculadas a la sociedad desde otra perspectiva, pero no menos importantes, incluso en base al culto al cuerpo y la belleza como apariencia social.

El autor no olvida analizar en cierta profundidad, los mitos y los personajes mitológicos que inundan la cultura griega para acercar al lector a aquellos detalles y características que, por ejemplo, reúnen ideas y mitos relacionados con el mar, muestran al joven como figura que realiza el tránsito a la madurez, o los viajes como descubrimiento y evolución en la vida. Para ello tomará como modelos a esos héroes que plagan la mitología griega, en un espejo de la realidad vital de su cultura. Con todo ello, el autor busca en sus páginas desentrañar conceptos, espacios vitales y la fuerza social que aglutina esta cultura, en su pretensión de demostrar que las pinturas de la Tomba de Tuffatore no son sino escenas que reflejan una manera vital de ver y disfrutar de la vida, como reflejo real de actos vividos como modelo de un tránsito real del efebo al hombre maduro y como festejo vital de algo normalizado en aquella rica cultura de luz y pensamiento.

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