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jueves, 12 de enero de 2023

"As bestas"

 
Eran grandes las expectativas volcadas en la última película estrenada por Sorogoyen para la gran pantalla. Tras producciones realizadas para televisión, como la fantástica serie Antidisturbios o los capítulos dirigidos en Historias para no dormir Apagón, era mucha la expectación por ver su última dirección de su largo metraje, sobre todo tras comprobar la buenísima recepción que estaba teniendo a nivel de Festivales (San Sebastián, Japón...) y especialmente de crítica. Recodaros que Sorogoyen trabaja desde hace años en sus guiones con Isabel Peña, con la que construye mano a mano diálogos de altísima calidad. La trama gira alrededor de un matrimonio de franceses residentes en un pequeño poblado de Galicia. Su sueño siempre había sido cultivar la tierra y rehabilitar casas rurales en un juego de convivencia con la naturaleza y su entorno. Sin embargo, la llegada de una oferta de una gran compañía de energía eólica para comprar los terrenos de la zona enfrenta a los lugareños del lugar con esta pareja comprometida con su proyecto de vida de principio a fin. 
Sorogoyen muestra al espectador la atmósfera que se crea en un lugar particularmente rústico y alejado de la civilización cuando la tensión y la lucha generada por lograr los sueños buscados, por un lado, y desesperados por otro, se enfrentan en una batalla, a veces silenciosa, pero en todo caso, llevada al límite de los sentimientos y siguiendo cauces de pura supervivencia. Ese choque enraizado en una profunda grieta que separa intereses, sueños, visión de futuro y proyectos deseados, provoca entre los vecinos, pocos y mal avenidos, situaciones de tensión rigurosamente llevadas al límite por el sustrato de sus miradas, sottovoces, y aquellos bellos parajes en los que esconderse entre las sombras y rondar al enemigo. El director nos va mostrando, poco a poco y a cuenta gotas, el aumento de esos sentimientos que llevan al espectador a seguir escena a escena, a la espera del momento en los que pueda saltar la chispa generada entre quienes, de una manera u otra, ven peligrar un futuro deseado. 
En los brillantes diálogos generados entre los protagonistas enfrentados, se descargan razonamientos, sueños, ganas de huir de un destino que los ahoga e incluso, simplemente, el deseo de vivir lejos del mundanal ruido de la civilización urbana. Pero los intereses se contraponen y enfrentan frente a una oportunidad que solo va en una dirección. Estos factores se ven intensificados, en base a un guion explícito en cuanto a sentimientos y deseos, por la profusión de silencios y miradas ofuscadas y ocultas que dicen más de lo que uno puede imaginar. El ritmo lento, pausado pero tenso, acompañado de músicas rítmicas y arcaicas, acentúa esa sensación de ahogo y presión que se va apoderando de un lugar de belleza sin igual, pero anclado en un mundo rural falto de esperanzas y deudor de la dureza de una tierra a veces yerma y dura de trabajar.
Es interesante vislumbrar como Sorogoyen presenta, por un lado la relación del matrimonio francés, volcado en hacer realidad sus sueños en aquellas tierras, y por otro, la relación de estos con sus vecinos, los hermanos Anta y su madre. Con estas dos aportaciones y algunos diálogos en la tasca del pueblo, sonsacamos poco a poco el sustrato de lo que sucede en su entorno. Curiosamente en ningún momento el director nos muestra el entorno cerrado y privado de los Anta, de los cuales solo sabemos y conocemos, gracias a lo que vemos en el entorno y por los ojos de la pareja. Sus miradas y hechos ya bastan para mostrarnos sus deseos, sus utopías y sobre todo, sus intenciones. Todo lo demás viene reforzado por la cámara de Sorogoyen, en su afán de buscar y acompañar lo que le sucede a la pareja de franceses, enfrascada en seguir adelante y hacer realidad su sueño, acotado por la aparición de su hija, una joven a veces crítica con su vida adoptada, más aún cuando los acontecimientos se aceleran hacia lo que se barrunta sin remedio en el horizonte. 
Respecto a los intérpretes todos, y digo todos, están de sobresaliente, especialmente Marina Föis, un inmenso Dennis Ménochet y Luís Zahera, tremendo en su actuación. Los diálogos, especialmente el transcurrido una noche en la taberna, reflejan la alta capacidad de estos actores para transmitir sentimientos y desesperanzas tan intensas y humanamente profundas. El papel de Marina está lleno de fuerza, en esa posición tan difícil y compleja de la mujer ante un entorno rural y hostil, pero que se esfuerza en ser enconadamente fiel a los planes de vida de quien ha decidido buscar un destino común junto a su marido.
Para finalizar ahondaré un poco en el metraje de la película. Su duración pasa de las dos horas, en razón a que el film nos ofrece, digamos, un epílogo tan necesario como imprescindible si se pretende que esta historia se cierre sin escapes ni dudas, en base a una supuesta justicia buscada y no encontrada por parte de alguno de los protagonistas. Quizás esta pieza final alargue un tanto el metraje, pero no tengo ninguna duda que esa tensa espera, esa propuesta de esperanza que nos ofrece su director, merece la pena y consigue cerrar un círculo deudor de una historia redonda en tanto a la trama, al guion, a las interpretaciones y a la dirección. En definitiva, estamos ante una historia cocinada a fuego lento, tensada minuto a minuto y enarbolada en base a las esperanzas y oportunidades que aparecen en la vida, pero que no todo el mundo puede lograr afianzar. Las disputas que han salpicado a la humanidad siglos tras siglos, provocando guerras tras guerras, en base a la ambición y a la búsqueda de oportunidades, no se alejan tanto de lo que uno puede sentir y palpar en una película se encuentra sin duda lo mejor de lo mejor del panorama cinematográfico del año 2022.





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