Un año después de la lectura de En la corte del lobo, primera entrega de la trilogía de Hilary Mantel dedicada al ascenso de Thomas Cromwell en la corte de Enrique VIII, me sumerjo en la lectura de su segunda parte, convencido de que me voy a encontrar con una novela, por lo menos, tan impactante, sólida y bien escrita como aquella que leí en 2021.
Tras el fallecimiento del cardenal Wolsey y la ejecución del obispo Fisher y del Lord Canciller Thomas Moro, Ana Bolena ocupa su lugar como esposa del rey Enrique, consolidada ella y su familia, en la corte inglesa. Sin embargo, la falta de un vástago varón mantiene las dudas sobre si será la reina definitiva de un rey preocupado por su descendencia y su enfrentamiento con Roma. El anuncio del nuevo embarazo de Ana, la enfermedad de Catalina de Aragón, la presión internacional tanto de Francia como del emperador Carlos y la aparición en escena de Jane Seymour y su familia, ante el interés mostrado por Enrique VIII, sitúan a Thomas Cromwell en una posición complicada que le hará mover sus piezas del tablero en su búsqueda por consolidar su puesto en la corte y prestar atención a los deseos y caprichos de su monarca.
De nuevo Hilary Mantel sumerge al lector, con gran acierto, en la mente y entorno del hijo de herrero aupado a lo más alto de la corte, en un complejo juego de equilibrio en la política de poder, zancadillas y traiciones que le rodea. Su máximo interés es atender los deseos de un rey, en ocasiones caprichoso y variable en su humor. Mediante retorcidas alianzas, su estrategia juega en el filo de la navaja en un marco con varios frentes abiertos. La atención prestada por el rey a la joven y discreta Jane Seymour, junto a la postura frentista y altiva de Ana Bolena, hace que los vientos cambien de rumbo en una corte en la que los gentilhombres pululan alrededor de la reina. Los chismes se convierten en rumores y estos alcanzan, por arte de magia, entidad de realidad. Ahí es donde Cromwell no debe perder comba y actuar de facto a favor de un rey que, lo mismo pone que quita, y que busca su propia y caprichosa verdad.
La rotunda y adictiva narrativa de la autora, acaparando la figura del protagonista como propio narrador, a la vez que como figura de un juego de intrigas en la corte, presenta al lector los pensamientos, artimañas, estrategias e intereses con los que Cromwell busca mantenerse en el candelero, sin llamar excesivamente la atención. Paro hay muchos más personajes en este escenario tan caprichoso. Todos ellos se muestran más o menos clarividentes en sus intenciones y apuestas, logrando con ello la autora, que el lector no se pierda en esta tela araña de enredos y oscuros intereses. Sus personajes se presentan en toda su entidad, reflejando sus aciertos y errores, esos actos que los alejarán del rey o los acercarán a su deseado entorno. Resulta muy impresionante como la autora, admitiendo la casi absoluta falta de información que existe sobre el proceso contra Ana Bolena y los gentilhombres acusados de traición y de mantener relaciones con la reina, reconstruye con maestría los tejemanejes que rodearon aquellos hechos y los interrogatorios que dirigió Cromwell durante los días previos a los juicios. Su capacidad de construir con inteligencia, un escenario plausible, junto a la presentación de una ambientación detallada y firme, además de la formidable construcción de personajes, hace de esta novela una encomiable continuación de la primera entrega. No por casualidad, ambas ganaron en sus correspondientes años el Premio Booker a mejor novela, algo solo conseguido por insignes novelistas como J. M. Coetzee y Peter Carey, y siendo la primera mujer en logarlo. Su narrativa, compleja y detallada, atrapa sin remedio.
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