El escritor Graeme Macrae Burnet, construye un falso true crimen, a partir del caso de un asesinato cometido por un antepasado, en la Escocia rural de la segunda mitad del siglo XIX. La novela analiza desde varios puntos de vista aquel suceso y el autor aprovecha para realizar un interesante y sesudo análisis de las circunstancias sociales de aquellas desoladas y solitarias zonas de las Tierras Altas escocesas, además de interpelar al complejo estudio de las razones mentales por las que un hombre, en este caso un adolescente, puede llegar a cometer el acto de brutalidad acontecido en sus páginas. De una manera inteligente y especialmente entretenida, el autor se adentra sin miedo, de manera fría y directa, en el entorno desolado y miserable que presionaban la vida en el día a día de aquellas personas que faenaban la tierra en condiciones deplorables, para los grandes señores latifundistas.
Uno de los puntos fuertes de la novela es la estructura que aplica en ella su autor. En una primera parte, nos encontramos con la narración del protagonista, autor directo del asesinato cometido. El mismo desarrolla sus memorias durante su estancia en el calabozo, mediante las que explica su situación en el pueblo en el que vive, la relación con sus vecinos, su propia y miserable vida familiar y los acontecimientos que le llevaron a cometer aquellos crueles asesinatos. Creo que es la parte del libro más acertada por cuanto somos testigos directos de los pensamientos y sentimientos del joven protagonista. Con ello, el autor consigue presentarnos fríamente, de manera directa y sin tapujos, el entorno vital y familiar de a quien la vida le ha deparado un destino prácticamente insalvable.
En una segunda parte, es el reputado médico Bruce Thompson, quien hace un muy subjetivo análisis mental y social de la situación vital del acusado. Desde su visión de profesional supuestamente cualificado, el doctor mantiene una postura preconcebida de la posición social, mental y casi racial de quienes subsisten en las Tierras Altas, hasta el punto de calificar a sus ciudadanos de vivir en un nivel casi de salvajismo y asocialidad. Desde esta premisa, su visión, análisis y dictamen del joven Macrae, cae en la postura oficial de quien califica a las personas, no por su actuar o por su realidad vital, sino más bien por su origen genético, social o racial. No es de extrañar, conociendo los estudios realizados en Gran Bretaña en cuanto a significar y catalogar a los habitantes de determinadas zonas con un cierto sesgo racista, desde un punto de vista social y rural. Es más, los orígenes del racismo basado en la esencia genética de los pueblos no hay que buscarlo solamente en Alemania, sino también entre algunos científicos y eruditos británicos.
En una tercera parte de la novela, nos encontramos imbuidos en el juciio que se encargó de estudiar y dictaminar el caso de aquel terrible asesinato. En su recorrido podemos observar el punto de vista de los diferentes testigos y vecinos del acusado, quienes de alguna u otra manera coinciden con la valoración y la realidad de los precedentes que marcaron el camino hacia aquella tremenda desgracia. Es en este caso cuando podemos vislumbrar cómo las testificales, dependiendo de los interrogatorios demandados por abogado defensor y el representante de la Corona, van encauzando el caso hacia una sentencia casi previamente anunciada. Interesante resulta su desarrollo para analizar el proceso judicial desde la distancia, algo determinante en el desarrollo el caso, pero que quizás se queda corto a la hora de ahondar en las razones y causas del resultado tan sangriento.
En definitiva, Graeme Macrae realiza una tremenda y dura disección de una sociedad rural enmarcada en un ámbito altamente delimitado por la pobreza, las tensiones entre familias, el duro crecimiento en una sociedad sin futuro, el entorno agrícola y de rentas dependiente de las decisiones que quienes deciden sobre la vida de los demás, sin pensar en el futuro o la posibilidad de supervivencia de a quienes afectan esas decisiones, sino más bien encauzadas a llevar a buen fin venganzas y pendencias. El futuro de sus jóvenes se dirigía a cultivar las tierras que les eran cedidas, en el caso de los hombres, o buscar un matrimonio adecuado para las mujeres. Toda su vida dependían de estos factores. Si un hombre no labraba bien su tierra y no producía se encaminaba a la pobreza y el endeudamiento. Si una mujer no lograba alcanzar un matrimonio, se veía avocada a los abusos y la soltería. Sin contar el peligro mortal de la consecuencia de sufrir plagas y enfermedades en un entorno poco saludable, en donde las epidemias, el alcohol y la violencia endémica, provocaban situaciones altamente difíciles.
De manera indirecta pero preclara, el autor incide en las teorías en las que la realidad social y el entorno que rodea a un hombre puede marcar su futuro en cuanto en tanto, se ve teledirigido, sin posibilidad de evitarlo, hacia una vida de miseria, dolor, sufrimiento y, como no, de violencia. Sin educación, sin formación y sin un entorno de seguridad, nuestro personaje, Roderick Macrae, por mucho que manifieste una inteligencia o una capacidad potencialmente adelantada, estará abocado a un futuro en la vida por la realidad de un entorno esquivo, violento y terriblemente injusto. Un plan sangriento es un interesante ejercicio de análisis de la realidad social del mundo rural de las Altas Tierras de Escocia, enmascarado en una vibrante historia de un asesinato vil y cruel. Cada cual debe mirar y buscar las razones y los condicionantes que llevaron a cometerlo, contextualizando la realidad social de su entorno y de quienes, desde la distancia social y de clase, pretendían enjuiciarlo, en base a testimonios y realidades incapaces de ver más allá de los hechos investigados.
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