Peter H. Wilson es un historiador británico, catedrático de la Universidad de Oxford, colaborador habitual de eminentes publicaciones de Inglaterra, además de miembro de la Royal History Society. Pues bien, Desperta Ferro se ha lanzado a publicar en España su magna obra dedicada a la Guerra de los Treinta años publicada en inglés en el año 2009. En su lógica y muy razonable política editorial, se decidió editar la obra completa dividida en dos tomos, el primero de los cuales abarca la guerra entre los años 1618 y 1630.
Este primer volumen consta de casi seiscientas páginas. El relato de un conflicto tan complejo y extenso como el que protagonizó buena parte del siglo XVII viene precedido de una introducción que ocupa, en este caso, la mitad de la extensión con la que el autor busca discernir y aclarar al lector las circunstancias que llevaron a gran parte de Europa hacia una de las confrontaciones bélicas más destructivas de la historia. Para ello, Wilson se embarca en una bien estructurada y diáfana explicación de las diferentes fases previas al conflicto, así como las claves y variadas crisis que ocuparon buena parte de finales del siglo XVI, como antesala a este conflicto. Tal como describe el autor, los problemas de la cristiandad en su foro interno, favorecieron una situación de crispación, tanto con la formación de la Reforma y la respuesta católica con la Contrarreforma, como en los continuos y propios conflictos dentro del protestantismo en la búsqueda de su propia manera de llegar a la salvación. Pero señalar el origen de la guerra en meras cuestiones religiosas es simplificar en exceso y no profundizar en las causas reales y complejas de la Europa del momento.
Por un lado, la propia situación interna de la Casa de los Austrias, muestra una nada sencilla estructura de gobierno en sus dominios de Centroeuropa. La política es especialmente compleja a cuenta del difícil equilibrio mantenido entre la Casa de los Habsburgo, los distintos principados, arzobispados, la asambleas y dietas, en un variopinto territorio que conformaba todo centroeuropa, lo que vino a complicarse con la presencia de la diversidad religiosa y la complejidad de la siniestra lucha por la preponderancia católica o protestante, ésta en sus distintas variantes, bajo el influjo del poder, la economía, la independencia y el autogobierno. Pero el entorno exterior tampoco facilitaba la prestancia y el gobierno de estos territorios. La presencia turca en el este y una convulsa Transilvania, ponía en valor de manera continua un peligro no exento de importancia. España, católica y cabeza de una de las ramas de los Habsburgo quería mantener su hegemonía en el mundo y su mayor dolor de cabeza venía provocado por su situación en Holanda y las provincias protestantes, fronterizas en una larga extensión con los territorios del emperador, siempre predispuesto a cierta presión por parte de sus familiares españoles. El Báltico estaba en plena tensión con la permanente lucha entre Suecia y Dinamarca por dominar el territorio, y Francia, en el oeste, inmersa en su propia crisis con los hugonotes, siempre plantea problemas en su incoherente y compleja actuación internacional por lograr su lugar de preeminencia en el continente. Pero ante todo, la línea de presentación previa al conflicto, nos lleva a profundizar en la dinastía de los Habsburgo y en figuras como Rodolfo II y Fernando II ambos claves, sobre todo el primero, para entender cómo se fraguó el conflicto.
En su segunda parte, Peter H. Wilson acomete la guerra en sí. Los precedentes no pueden pasar desapercibidos y habían sembrado las semillas con suficiente profundidad, agua y luz solar, como para generar una gran guerra. El aldabonazo se dio en Bohemia, hasta entonces capital del Imperio. Los representantes de Fernando II son atacados en Praga y el territorio se rebela. Es curioso observar los distintos beligerantes que conformaron las diferentes facciones y su participación en la guerra. Ante las revueltas territoriales, imbuidas en parte por motivos religiosos, la unión de protestantes por un lado y católicos por otro, no fue cerrada. Los intereses políticos y dinásticos pesaban más que la unión religiosa. Fernando era católico, pero paralelamente a sus esfuerzos por consolidar el poder se creó la Liga Católica llamada a defender la independencia de Baviera y otros territorios católicos lejos de la larga sombra imperial. Así mismo, entre los protestantes, la separación entre calvinistas y luteranos, radicales o moderados, llevó a complejas relaciones entre ellos. Por ejemplo Sajonia y Branderburgo fueron ejemplos de moderación, mientras el Palatinado y otros pequeños principados del centro del territorio radicalizaron su posición en la Unión Protestante hasta provocar más tarde, la intervención danesa, alargándose hasta finales de 1629, cuando se cierra este tomo. Paralelamente, conflictos externos que protagonizaron Francia, de la mano de Richelieu, y España, comandada por el Conde-Duque de Olivares, no aportaron precisamente calma y tranquilidad, provocando pequeñas intervenciones en territorio imperial, en la búsqueda de su propio beneficio, ya sea en la guerra por la Provincias Unidas o en el norte de Italia. Los intereses internacionales eran extensos e inagotables, dando paso a la intervención por alianzas o propio interés, a otros países como Polonia o Suecia. Las victorias de Fernando, lideradas por un conflictivo Wallenstein, a lo largo de los años pudieron promover la paz interna entre católicos y protestantes y por ende entre las dinastías y principados. Sin embargo un mal cálculo en la promulgación del Edicto de Restitución tiró por tierra años de guerras, muerte y sangre.
Este ensayo en el que se abarca la llamada guerra alemana del conflicto, presenta al lector gran número de detalles, causas, consecuencias y circunstancias dentro de la gran complejidad internacional de territorio en el que se fraguó la guerra. Wilson estructura con razonamiento y buen orden los capítulos, creando un río narrativo bastante claro y constructivo, que logra guiar al lector a lo largo de los territorios que conforman lo variopinto de una generación convulsa, en lo que respecta a la religión y la política, diezmada en estos años no solo por las guerras, sino también por las epidemias que la acompañaron. De muy recomendable lectura, esta primera parte no hace sino provocar en el lector el deseo inevitable de comenzar la lectura de su segundo tomo, próximo a publicarse en el mes de mayo. Sin duda estamos ante un gran ejercicio ensayístico.
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