En 2019 se publicaba en Italia Mussolini. El hijo del siglo, la primera entrega novelada por el escritor Antonio Scurati dedicada al personaje de Benito Mussolini. Ganador de diversos premios, pronto se convirtió en un bestsellers reconocido no solo por su éxito de ventas, sino sobre todo, por la calidad literaria planteada y el punto de vista con el que analiza la vida de quien se convirtiera en el creador del fascismo y dictador italiano. Pues bien, hace unos meses se ha estrenado la serie que ha adaptado a la televisión este primer libro que ha generado tan buenas críticas. De la mano de las productoras Sky, The Apartament, entre otras, y la colaboración de Cinnecittá y el Departamento de Cultura de Italia, el relumbrado director británico Joe Wrigth por películas como Orgullo y prejuicio, Expiación, Ana Karenina o El instante más oscuro, se ha lanzado a dirigir una serie valiente, rompedora, tremendamente dura y visualmente sorprendente.
La serie comienza tras el término de la I Guerra Mundial. Nos encontramos en el año 1919. Mussolini es un veterano de guerra. Dirige su propio periódico y en una época de huelgas y apogeo de los movimientos comunistas y socialistas, lidera a un heterogéneo grupo de veteranos radicales y especialmente combativos y violentos, vestidos de negro, sobre el que germinará el futuro Partido Fascista. Mussolini resulta ser un orador despiadado que aprovecha la situación de la postguerra y su alianza con el famosísimo Gabriele D´Annunzio, para hacerse un hueco en la política revolucionaria de un país en crisis. A pesar de tener un pasado socialista, el paso por la guerra hace que las bases ideológicas que lo sustentan propongan un nacionalismo basado en el poder, la violencia y la fuerza del estado. La formación de los grupos de combate de los camisas negras y su posicionamiento contra las huelgas de la izquierdas revolucionarias, hace que poco a poco su partido y posición ideológica vaya tomando posiciones de poder que lo terminarán llevando a presidir el gobierno bajo el reinado del rey Víctor Manuel III. Poco más adelante su enfrentamiento con el líder socialista Giacomo Matteotti y la posterior desaparición del líder de la oposición de izquierdas, lo llevarán a declamar en la cámara en enero de 2025, el discurso que es considerado como el inicio del régimen dictatorial del fascismo en Italia.
Pues bien, los ocho capítulos de ésta temporada, marcan los inicios de Mussolini y su llegada al poder, en los acontecimientos que he desarrollado en el párrafo anterior. No he leído el libro adaptado, cuenta que sin duda tengo pendiente. Sin embargo, leyendo las críticas literarias sobre el mismo, puedo concluir que el espíritu de la narración sobre la vida política y privada del personaje, se plasman con bastante fidelidad estética y de fondo ideológico conforme al libro. Wright nos presenta a un omnipresente Mussolini en base a sus pensamientos, discursos y diálogos ficcionados en el entorno con el que se rodea, con compañeros de partido, su amante, sus soldados camisas negras o simplemente su propio ego con el que dialoga constantemente, en su dirigirse continuamente a la cámara en una cuarta pared desarrollada con el objetivo de que el espectador ahonde en las dudas, las pifias, los cambios oportunos y la ideología creada para alimentar el infinito ego del protagonista.
Para mostrar toda esta amalgama de discursos y pensamientos ideológicos que torpedean continuamente al espectador, el director plantea un escenario de interiores, especialmente claustrofóbicos y llenos de claro oscuros buscados en el sentido de mostrar el micro universo y retorcido sentir de un Mussolini a veces caótico, otras oportunista, casi siempre pendenciero y en ocasiones afortunado. El papel de su mano derecha, Francesco Rossi o de su amante, Margheritta Sarfatti, resultan imprescindibles y sirven de guía en los momentos de dudas y desvarío por parte de Mussolini, siempre acompañado, aprovechando la fuerza y el músculo violento y asesino, de sus soldados, en ocasiones imprevisibles pero necesarios para crear el escenario perfecto para lograr sus fines. Wright acompaña todos estos escenarios con fotogramas históricos, movimientos y ángulos de cámaras forzados, paisajes interiores especialmente oscuros y casi tétricos, acompañados de una música machacona e intemporal, con la que subraya los largos pasajes en los que la verborrea del protagonista deambula entre el acierto de sus decisiones visionarias y los crasos errores tomados, de los que casi siempre sale indemne.
Reconozco que la serie puede resultar dura de ver y en ocasiones particularmente claustrofóbica y machacona en el discurso presentado, especialmente cuando Mussolini se dirige a la cámara con sus diatribas interminables. Sin embargo, concluyo sin temor a equivocarme, que dicha producción esta llena de calidad y buen hacer, en fondo y forma, en su intención de mostrar la oscuridad y lo retorcido de un personaje, en ocasiones lleno de dudas, y dotado de un discurso radical y terrible para la sociedad italiana. El buen hacer de Wright, valiente, técnicamente perfecto, en un uso inteligente de la cámara, se acompaña de unas interpretaciones perfectas, bien sustentadas en un elenco acertado y un guion adaptado que mantiene el fin buscado y el efecto encontrado en el libro de Scurati. La interpretación de Luca Marinelli raya la perfección en una presentación compleja y profunda del personaje encarnado, que posiblemente lo sitúe en el que puede ser el papel de su vida, tan complejo y trabajado, en su escarbar en la personalidad compleja y oscura del dictador en sus primeros años de vida pública y política. Espero que la serie tenga continuidad en las tres temporadas que completarían la obra de cuatro novelas de Scurati. Ojalá, porque esta primera temporada es casi perfecta, compleja, difícil de ver pero también necesariamente tal y como es.
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