Estrenada recientemente en Netflix, recibí la noticia de su estreno con cierto recelo, tanto por lo que implica adaptar la famosa novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, novela que tengo pendiente de leer en la nueva edición que hace unos meses publicó la editorial Anagrama y que me regalo un buen escritor, lector y mejor amigo, como por la comparativa inevitable con la película que dirigió Luchino Visconti allá por 1963, interpretado por le mastodóntico actor Burt Lancaster. Sin embargo, decidí dar una oportunidad a una producción italiana que parecía a primera vista haber apostado por construir esta versión, con un aparentemente buen trabajo de ambientación e interpretación. Y efectivamente, no me equivoqué, más allá de los ligeros cambios y retoques que las tramas han sufrido en esta adaptación, especialmente en el cierre de la historia aquí contada.
Nos encontramos con una producción engalanada de una gran capacidad de crear los ambientes y los lugares que sirven de escenario a una novela localizada especialmente en la isla de Sicilia. Nos encontramos en pleno avance de Garibaldi en el marco de la guerra planificada para unificar Italia y desembarazarse de la dinastía borbónica hasta entonces gobernante de gran parte del país. D. Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, es un aristócrata de vieja alcurnia y potentado terrateniente de Sicilia. Bajo su ala vive su familia apegada a los borbones y al antiguo régimen que esta a punto de caer. Solo su sobrino Tancredi, maneja las tesis revolucionarias a pesar de ser el ojo derecho del príncipe, llegando a alinearse con Garibaldi en el desembarco de los camisas rojas en la isla. Este joven mantiene una especial relación con Concetta, hija del príncipe. Sin embargo, cae enamorado de la bella Angélica, hija de un hombre arribista y oscuro en su pasado y presente. Sin embargo, más allá de la historia labrada en este triángulo amoroso, la trama implica una profunda metáfora del cambio de régimen y su decadencia frente al imparable impulso de los ideales revolucionarios que a mediados del siglo XIX copan Europa, bajo la mirada del personaje carismático de Fabrizio, hombre sabio, firme noble, también abocado a desaparecer junto a su clase social tal y como se conocía hasta entonces.
La serie llama la atención por estar realizada en escenarios reales de Palermo y la campiña siciliana. En sus planos se reconocen lugares como la Piazza Quattro Canti, la Fontana Pretoria o el claustro de San Juan de los Eremitas, además de una serie de jardines, palacios y salones de gran apariencia y belleza. Este factor importante se ve acompañado de una estupenda fotografía combinada con un uso inteligente y respetuoso de las luces y sombras, especialmente en interiores, y de la belleza especial y la luz de los exteriores en los campos sicilianos. Por su puesto el vestuario, los peinados, la joyería utilizada y todos los demás factores que deben ambientar la trama y el momento histórico, están conseguidos de manera impecable, aportando calidad y credibilidad a esta producción italiana de gran nivel.
Respecto a las interpretaciones, es inevitable comparar a los actores y actrices de la serie con los que encarnaron a los personajes de la novela en la maravillosa película de Visconti. Salvando las distancias y esquivando como uno puede las consabidas comparaciones, debo indicar que, en general, todos cumplen su cometido, ofreciendo interpretaciones sólidas. Aunque la gran fortaleza de la serie sea la apuesta técnica y de ambientación, es cierto que en general todos y todas cumplen bien con su monumental tarea de trasladar al espectador las grandezas y miserias de los personajes encarnados en esta producción, logrando en su conjunto un resultado bastante notable. Repito, salvemos las comparaciones con la novela y la película homónima y disfrutemos de una serie realizada con los medios necesarios y la seriedad invertida, más allá de cierta infidelidad al cierre del gran libro de Tomasi di Lampedusa, novela que por cierto, releeré este verano en su nueva edición publicada recientemente por la editorial Anagrama.
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