Año 192 d.C. El emperador Cómodo celebra en Roma catorce días de juegos, buscando ofrecer a los romanos las propuestas más espectaculares y lujosas que la ciudad haya visto hasta entonces. Y no solo las presidirá como emperador que es, sino que además, su intención es participar en la arena en la cacería y matanza de peligrosos y exóticos animales y mostrar al pueblo su puntería y habilidades. Pero en esta ocasión, a todo esto se suma su deseo de matar un rinoceronte, un animal tan extraño como difícil de traer hasta la capital del imperio.
Esta es la premisa con la que el profesor y director de estudios clásicos en el Churchill College de Cambridge, Terry Jones, ofrece en este pequeño pero profundo ensayo, sus conocimientos y disertaciones sobre el complejo universo de los juegos desarrollados en los anfiteatros y circos de la antigua Roma. Su intención es apartar aquella idea por la que la historia ha banalizado el porqué de estos espectáculos, analizando con profundidad y detalle los aspectos sociales, culturales, religiosos y estéticos que rodearon su celebración, a lo largo y ancho del imperio romano.
Tomando como partida la figura del emperador Cómodo, los capítulos transcurren a lo largo y ancho de este interesantísimo ensayo, recorriendo la realidad y la vida de gladiadores y aurigas, el público asistente, los senadores y emperadores, empresarios y negociantes, sacerdotes, filósofos y escritores, en su afán por dar sentido a lo que sucedió sobre la arena a lo largo de los siglos. Había quienes promovían los juegos en un afán de lucro y disfrute, mientras otros los fomentaban por pura supervivencia y mantenimiento de control del imperio. Otros los reprobaban como muestra de depravación y crisis de identidad. Terry Jones, incluso dedica su último capítulo del libro a la presencia de los cristianos en aquellos espectáculos, la figura de los primeros mártires y las consecuencias de la posterior confesionalidad de sus emperadores.
Todo ello para enfrentarse y refutar el reduccionismo histórico, del que considera un fenómeno polifacético, a la simple brutalidad, estupidez e inmoralidad, demostrando mediante este goloso estudio que los juegos significaron mucho más que eso, como parte de la propia complejidad del mundo romano.
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