Sin duda, una de las revelaciones cinematográficas del año pasado, de esas que torpemente se me pasó ver en cine, además conscientemente, y que hasta hoy que no he disfrutado de ella. Agradezco las recomendaciones varias, por lanzarme a verla, no solo en razón de su forma visual, que es deliciosa, sino también por su profundo y sentido fondo. Todo pivota alrededor de su actor principal, un magnífico Koji Yakusho ganador en los premios Cannes por su magnífica interpretación.
La trama gira alrededor del día a día de un hombre que se dedica a limpiar los urinarios públicos de un barrio de Tokio. Hirayama, que es así como se llama el protagonista, realiza su trabajo concienzudamente, mientras transcurre su vida de manera humilde y aparentemente monótona. Sin embargo, en ese devenir diario se siente feliz y satisfecho consigo mismo, hasta tal punto que cada día, con sus variaciones, a veces mínimas, su personaje muestra una relación de plenitud con su cotidianidad. La sonrisa siempre aparece en su boca ante cualquier experiencia visual o sensitiva que altere un tanto el orden con el que vive cada día. Además de su trabajo, Hirayama disfruta con la lectura de libros de ediciones baratas, de la música editada en casetes y la fotografía analógica. Con la primera termina la dura jornada laboral, con la segunda goza y disfruta de compañía en su trayecto de unos urinarios a otros y, con la tercera, busca inmortalizar los momentos de descanso en el almuerzo que disfruta diariamente en un pequeño parque de la ciudad. Además, otro factor que le llena absolutamente es cultivar unos pequeños bonsáis realizados con minúsculos brotes recogidos en ese mismo parque.
Es curioso, pero conforme escribo la reseña, observo con admiración en el protagonista una plenitud de vida llena de detalles, perfectamente inmortalizada en esta película realizada por el carismático y personal Wim Wenders. Podría seguir hablando de sus visitas diarias a los baños públicos tras el trabajo o de las jugosas idas y venidas en su días de fiesta, a la librería de bajo coste donde cada semana compra alguna significativa novela. Pero es que además, Wenders propone pequeñas variaciones y presencias de distintos elementos y personajes que se cuelan en la vida del protagonista, solo para demostrar que su propuesta personal no se descalabra ni desequilibra de su modelo de vida creado en soledad, su propia y voluntaria visión vital y abierta. Todo parece indicar que Hirayama tiene un pasado complicado, quizás conflictivo, un pasado que él ha decidido dejar atrás y, como en un nuevo comenzar, tomarse cada día como un regalo, como un conjunto de momentos aparentemente ordinarios y repetitivos, aunque abiertos a variaciones, con la convicción de que su mirada, ante un día nuevo, siempre debe ser constructiva y oportunamente feliz.
Wenders apuesta con este personaje, por la humildad, por el trabajo concienzudo, por el concepto de vivir el día a día, de escapar de la ostentación y del deseo innecesario de tener más de lo necesario, mostrando al espectador la viabilidad de obtener la felicidad con lo mínimo, aún viviendo en soledad, eso sí, voluntaria. La crítica del director se muestra claramente entregada a mostrar una posición contraria a un mundo actual siempre pendiente de las redes, la vida acelerada, la dependencia de lo externo y superfluo. Para ello propone en contraprestación, una apuesta por un concepto de vida zen tan vinculado a la cultura más tradicional japonesa. Tampoco domino el concepto, ni aquella lejana cultura, pero queda claro que, como escenario de la película, no es casualidad la elección de un país como Japón donde convive lo tradicional y lo moderno, lo tecnológico y lo clásico, en el devenir de su sociedad. El protagonista y la aparentemente superflua trama ahondan en el espectador más ávido mostrando una opción más de vida, un concepto por el que deberíamos apostar todos, dentro de las posibilidades de cada cual por vivir más en paz nuestro entorno, por lo menos con el intento, muy complicado, de mirar a la vida con una sonrisa, apostando por las cosas pequeñas. A lo mejor este mundo funcionaría mejor. Quién sabe. En definitiva, el visionado de la película resulta ser una experiencia deliciosa, en su complejo equilibrio entre lo sencillo y lo accidentado de la vida. Realmente, y si lo piensas bien amigo lector, seguro que no todo resulta tan fácil como sucede con la experiencia del personaje Hirayama, pero no estaría de más poner de nuestra parte un granito de arena por mejorar nuestro alrededor. Se me ocurre.
Es LA PELÍCULA del año. Perfecta en su metraje, su ritmo pausado. La fotografía es casi arte. El dominio de los silencios y de la música, total. Esos primeros 20 minutos, donde no ss pronuncian más de 10 palabras, la muestra de lo superfluo en las demás producciones. El actor se apoders de la pantalla con cada mínimo gesto. Y las historias paralelas le Dan una calidez especial. Me encanta el personaje de la sobrina. O las trampas de su compañero de trabajo para estar más tiempo con la chica que le gusta. Tuve la suerte de verla en el cine, en pantalla grande y casi lleno. Bien, pues el silencio em la sala era sepulcral. Y al terminar la película, todos nos miramos lentamente, con una media sonrisa, y la impresión de haber participado de algo único...
ResponderEliminarÚnica absolutamente. Poco más que añadir. Pero como digo en mi reseña, todo resulta un poco utópico, lejano. Como modela de vida funciona, pero de lejos. Por lo demás, la peli es de diez.
EliminarYa la tengo localizada en dvd. En octubre cae seguro.
EliminarFantástico.
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