Me llevan ante el pelotón de fusilamiento. El tiempo se estira, cada segundo dura un siglo más que el anterior. Tengo veintiocho años.
Así comienza la última novela de Amélie Nothomb, escritora belga extensamente galardonada, en un homenaje a su padre, diplomático de carrera. En ella, su protagonista cuenta al lector, en primera persona, una serie de piezas sueltas, un conjunto de momentos claves de una vida que le vio nacer en 1936, en Bélgica. Aquel padre mantuvo una relación con su madre, marcada por la lejanía y cierta soledad, solventada por su relación con sus abuelos, tanto maternos como paternos, especialmente con estos últimos, miembros de una familia de cierta raigambre aristocrática. Precisamente, sus visitas y estancias, desde los que cumpliera los seis años, en aquella casa paterna, el castillo de Pont D´Oye, situado en plena Ardenas, durante la Segunda Guerra Mundial, le llevaron a enfrentarse al hambre, el frío, la soledad y a aprender a defenderse ante la adversidad reflejada desde cierta animadversión con los miembros de su edad, de aquella peculiar familia.
Conforme avanza su vida, sus relaciones y controversias familiares narradas por la autora se trasladan a los años cincuenta, formándose universitariamente y eligiendo la carrera diplomática, en pleno proceso de descolonización de buena parte de África. Pues bien, llegados los años sesenta, su primer destino en el extranjero no podía ser otro que el Congo, ocupando el puesto de cónsul en la ciudad de Stanville, centro neurálgico de la que sería la mayor toma de rehenes sucedida en el siglo XX, en plena revolución marxista localizada en el país. Será durante los meses de agosto a noviembre de 1964, cuando su papel de intermediario y negociador entre sus compañeros de cautividad y los rebeldes, le concentrará en el único fin de intentar evitar un baño de sangre, tejido conectivo líquido que, por cierto, le producía indeseados desmayos desde su más tierna infancia. Qué contradicción del destino.
Amélie Nothomb realiza un sentido homenaje a su padre, en una novela corta pero llena de experiencias, vividas en momentos puntuales de su vida, especialmente en su niñez y durante su estancia en 1964 en el Congo. Ambos periodos son mostrados por la escritora, como momentos de descubrimiento y aprendizaje, desde el desconocimiento de quien se adentra en un escenario diferente a su zona de confort, en un afán por mostrarse digno y, sobre todo, firme ante la adversidad. Su estructura se construye a base de capítulos cortos, dentro de la propia y limitada extensión de la novela, pero siempre mostrando, al lector de manera directa y pretendidamente elegidas, esas situaciones, pensamientos y percepciones generadas en el protagonista a lo largo de los años relatados. Yo, particularmente, me he quedado con ganas de leer más sobre este personaje y su familia, me imagino que es debido en parte a lo interesante de lo contado y, como no, a la narrativa directa y sentida de Amélie Nothomb, cuya obra volveré a visitar con curiosidad.
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