Hace ya unos años, leía y reseñaba en este blog la novela El intocable de John Banville. Años después, en una de las temporadas de la serie The Crown, uno de sus capítulos trasladaba unos hechos que marcaron con fuego al servicio de inteligencia británica en 1963. ¿Por qué inicio con este par de aportaciones la reseña que escribo hoy? La mini serie a la que me quiero referir en estas líneas, está plenamente ligada a estas referencias, ya que su argumento gira alrededor de uno de los personajes que formaron parte del famoso grupo de espías británicos al servicio de la URSS durante más de veinte años, conocido como Los cinco de Cambridge. En esta ocasión, el punto de mira de la serie recae sobre Kim Philby. El otro gran protagonista de esta estupenda producción es su gran amigo y compañero del MI6 británico, Nicholas Elliot.
Pues bien, el MI5 decide encargar el seguimiento del sospechoso por traición Kim Philby a su amigo Nicholas Elliot, quien le sigue hasta Beirut y comparte con él una par de días, antes de que Philby huya a la URSS y se descubra definitivamente su pertenencia al espionaje soviético, repitiéndose el mismo camino que marcaron los destinos de otros traidores al país del mismo entorno de Cambridge. Al regresar, el propio MI5 inicia una investigación a cargo de la agente Thomas, personaje inventado para esta ocasión, al mostrar serias dudas sobre la fidelidad de Elliot a la corona británica. A partir de este momento, los flashbacks se entrecruzan con la investigación, en un juego del ratón y el gato, mediante el cual poder interpretar los años pasados de Philby y desenmascarar, si fuera posible, a más agentes infiltrados en los servicios de inteligencia británicos.
Nos encontramos ante una esas producciones de corte clásico, dedicada al universo de espías que tan bien componen en aquel país. La ambientación, los actores y el guion, conforman un brillante conjunto localizado en seis capítulos en los que, a pesar de conocer parte de la trama y su resolución por tratarse de hechos histórico, en todo su conjunto atrapa al espectador de principio a fin. Además de la implicación dramática de las dos figuras principales, encarnadas por unos sobresalientes Guy Pearce y Damian Lewis, esta producción pone su objetivo en un personaje de ficción creado para esta serie, interpretado por la actriz Anna Maxwell Martin, en su papel de una introspectiva e inteligente agente del MI5. Su misión es encargarse de investigar la auténtica implicación de Elliot, en un inteligente juego de equilibrios de medias verdades y requiebros, que aporta un punto de interés la mar de interesante y jugoso, dentro del portentoso y apasionante escenario de la Guerra Fría y el espionaje internacional.
Esta producción está basada en el ensayo del mismo título, que debo decir que no he leído, escrito por Ben Macintyre, que logró auparse hace unos años a los primeros puestos de las listas de venta de libros. De la misma manera que aquel autor profundizó a base del estudio de documentación de la época para definir un ensayo histórico atractivo para el lector, esta serie consigue, de la misma manera y en base a aquella publicación, construir una apasionante historia de espías. A lo largo de sus seis capítulos, los sentimientos de los protagonistas, sus traiciones y sus nexos de amistad, muestran un complejo tablero dentro de una época en la que la fidelidad, la ideología y el pulso internacional en plena Guerra Fría, ocupaban por completo los entresijos de los oscuros despachos de los servicios de inteligencia de los países implicados. No os perdáis esta fascinante y evocadora serie, no os arrepentiréis.
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