De vez en cuando me gusta acercarme a novelas del género de western y en la mayoría de las ocasiones lo hago mediante la maravillosa sección de la editorial Valdemar llamada Frontera. En este caso me hice el año pasado con ésta que hoy reseño, la primera novela escrita por Elmore Leonard de quien la editorial ya había publicado no pocas historias del autor, como son Hombre, Qué viene Valdez, El tren de las 3.10 a Yuma y Los cautivos.
La trama gira alrededor de dos personajes principales. Un joven oficial de caballería llamado Bowers, y Flynn, un veterano explorador del ejército. Su misión está encaminada a cruzar la frontera con México y atrapar al apache conocido como Soldado Viejo y su hombres, con el fin de llevarlos a la reserva que el gobierno de los EEUU ha tenido a bien en localizar a su pueblo. Ambos hombres se cruzarán en su búsqueda, con cazadores de cabelleras, rurales mexicanos, avezados pistoleros y, por supuesto, los propios apaches, más difíciles de localizar que cualquier otro ser vivo que viva en las inhóspitas y resecas tierras del sur de la frontera. Además, visitarán aquellos míseros, pero llenos de vida, villorrios mexicanos donde no falta una taberna donde servir whisky y mescal, una iglesia con su campanario y su cementerio, y la plaza en donde acontece todo lo interesante que puede acontecer en un lugar donde a ciertas horas no ruedan sino el viento y algunas ramas rodantes solitarias. Sin embargo, y como podréis comprobar si leéis el libro, lugares tan lejanos y aparentemente adormilados, pueden ser protagonistas de ruidosas galopadas y tiroteos emocionantes.
Elmore Leonard nos presenta un escenario que reúne lo más granado y típico del western fronterizo. Y lo hace mediante una trama en la que entremezcla muchos factores conocidos. Desde una historia de amor, pasando por un duelo de pistoleros, hasta la búsqueda y caza de apaches renegados. Quizás lo novedoso de esta novela sea que, aparte de incluir la aparición de los rurales mexicanos, un cuerpo de vigilancia más dado a estar mal armados y a alimentarse a base de mescal, Leonard incluye a los cazadores de cabelleras a los que el gobierno mexicano pagaba por cada una de las arrancadas a los apaches, una nada desdeñable cantidad de dinero. Si bien, como se indica en la presentación editorial de la novela, aunque estos actos salvajes eran más propios de la primera mitad de siglo XIX, el autor lo traslada a la década de los setenta, época en la que se enclava la acción. Una buena propuesta añadida al paisaje polvoriento y lleno de peligro que rodea la misión de ambos protagonistas, bien perfilados por el autor en una novela que, sin ser la mejor y ni la más conocida, entretiene y nos traslada a aquel género que tanto nos gusta a muchos.
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