Tras ser una de las series más galardonadas de los dos últimos años, muchos esperábamos como agua de mayo el estreno de la tercera temporada de Succession. Y en definitiva, aún no ofreciendo nada especialmente nuevo en referencia a las dos primeras temporadas, la realidad es que la serie me sigue resultando absolutamente adictiva. Sus personajes no avanzan en exceso en su estrambótica personalidad, remarcando, si cabe más aún, sus manías, defectos y debilidades. Sin embargo, los tejemanejes empresariales, la lucha de poder y los odios familiares en los que se desarrolla la trama, mantienen al espectador vibrante y atento a las zancadillas, traiciones y puñaladas traperas que se acometen en esta familia tan profundamente odiosa.
La temporada presente comienza con Kendall Roy empeñado en derrocar a su padre al mando de la empresa familiar. Lo que pasa es que, aunque en un principio parece convencer a sus hermanos, la poderosa capacidad de su padre Logan, logra que se enfrente solo a una cruzada de acusaciones, publicación de documentos y visualización pública. Mientras, las instituciones de control estadounidenses acosan a la empresa de los Logan, por un feo asunto sucedido a lo largo de los años en su línea de cruceros vacacionales. Todos estos asunto internos y públicos, hacen que la empresa entre en cierta barrena bursátil y empresarial, provocando la búsqueda de nuevas ideas de negocio e intentar cerrar parches internos a base de acusaciones, chivos expiatorios y más de una conversación con el Presidente y la Fiscalía del país. Los votos en el consejo de administración del gran lobby familiar penden de apoyos tan difíciles de sostener como de lograr. La solución a estos problemas se van esquivando a base de complejas negociaciones, corrillos traicioneros y promesas que a lo mejor ni se cumplen. Sin embargo, el órdago por hacerse con una gran empresa emergente de redes y medios sociales parece ser una salida a tantos problemas, mientras toda la familia acude a la boda de la ex mujer de Roy, en la campiña florentina. Y no contaré más.
En definitiva, la serie sigue los derroteros de las dos primeras temporadas. Roy gobierna la empresa con mano dura y torticera, con algunos problemas de salud y encaprichado de una de sus subalternas. Mientras, sus hijos buscan un hueco en el que colarse para conseguir su cuota de poder, algo de lo que no han disfrutado nunca a pesar de pensarlo así, y Kendall sigue planeando atacar la cabeza empresarial, mientras todo alrededor de los Roy bulle en un mar de suspicacias, traiciones y posicionamientos por sobrevivir. Como decía antes, la nueva temporada no ofrece nada nuevo, pero sigue siendo capaz, a base de retorcidos y maliciosos guiones, trampas argumentales y giros inesperados, mantener el interés de quien quiera dejarse llevar por esta compleja y odiosa familia de trepas y lobos empresariales. Por mí que venga una cuarta temporada que la veré con gusto.
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