Tengo el placer de conocer personalmente al profesor Carlos García Gual, catedrático de Filosofía Griega en la Universidad Complutense de Madrid. Además de ser una bellísima persona, de fácil palabra y mejor conversación, es uno de los grandes especialistas en literatura y filosofía griega clásica de este país, plenamente demostrado por la profusión de sus libros, traducciones, conferencias y estudios de literatura comparada realizados a lo largo de su dilatada carrera. La editorial Siruela publicó hace unos meses un pequeño gran ensayo, enmarcado en la figura mítica de los héroes de la literatura griega, uno de sus temas preferidos, desde la visión del declive de su imagen reflejada en el amplio espectro de los géneros literarios clásicos, desde la épica arcaica, hasta la novela helenística.
Este libro, de apenas doscientas páginas, se divide en cinco capítulos, cuatro de ellos dedicados a los diferentes géneros y el tratamiento de la figura del héroe en cada uno de ellos y un último, como dice el propio autor, a modo de colofón. Ya desde el prólogo, el maestro justifica el fin de sus páginas como una demostración del progresivo desgaste y el planteamiento de las diferentes perspectivas en la tradición narrativa griega, atribuidas a la figura del héroe homérico. La reinterpretación de estos es continua, y conforme avanzan los siglos se les van aportando nuevos tonos y perfiles. Para demostrarlo, el autor repasará los diferentes géneros en base a algunos famosos y conocidos relatos poéticos, dramatúrgicos, ya sean trágicos o cómicos, o novelescos, en los cuales, la figura del héroe cambia su representación conforme avanzan los tiempos y la sociedad griega.
En primer capítulo presenta la figura del héroe en la poética épica plasmada por personajes míticos y homéricos, relacionados en muchos casos con la divinidad. Éstos son figuras heroicas pero de condición humana y, por tanto, mortales, por lo que su fin en su heroicidad consiste en alcanzar la inmortalidad en base a la fama (kleos), el honor y el respeto (timé y aidós) o la excelencia (areté). En este caso, el autor se refiere a figuras como Heracles, Perseo, Jasón, Teseo, entre los épicos y Aquiles, Odiseo o Jasón, entre los homéricos y seguidores. Los siguientes capítulos se adentran en los géneros de la tragedia, la comedia y la novela, generando todos ellos una nueva dimensión y reinterpretación al sentido de los mitos, en donde los héroes se recortan, recomponen en nuevos acentos con los que emocionar y/o educar al público. En la Tragedia, los héroes son humanizados por dramaturgos como Esquilo, Sófocles o Eurípides, de los cuales D. Carlos analiza algunas de sus obras para demostrar el novedoso carácter trágico y de sufrimiento del héroe, aún aparejado a la grandeza del personaje. Esta pérdida de épica, sin embargo, aporta humanidad a sus protagonistas, exiliando lo heroico en el afán de los supuestos héroes por salvar su vida, escapar de la muerte sin reparo al honor ni a la propia dignidad. En la Comedia, representada por el autor supremo del género, Aristófanes, el cambio es radical, casi revolucionario. Los protagonistas pasan a ser personajes (héroes) en su vida cotidiana, carentes de prestigio, prescindiendo de trasfondo mitológico, prevaleciendo lo grotesco, aunque conducido desde el ingenio y la audacia del protagonista. Incluso algunos personajes femeninos reivindicativos toman la palabra. Este estilo de comedia evolucionará hacia posturas más conservadoras, depurando estilo y manera, para convertirse en obras románticas, como las de Menandro, sin más fin que encontrar la felicidad de los amantes y desterrando en definitiva todo figura mítica o heroica. Las novelas griegas, de las que conocemos cinco textos completos, desarrollarán esta idea de la narración romántica, con la única aportación del viaje geográfico que recuperan cierto halo de heroicidad, pero lejos ya, de las historias y los héroes míticos originales. Es aquí donde el heroísmo alcanza su nivel más bajo, y la deriva heroica halla su final.
Para finalizar Carlos García Gual nos muestra cómo en obras como las Vidas Paralelas de Plutarco o en la figura de Alejandro Magno, la sociedad sigue admirando a los héroes, eso sí, en este caso históricos, aunque en el caso del macedonio, termine alcanzando niveles de cierto carácter épico y místico.
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