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jueves, 8 de agosto de 2019

"Midsommar"

"Midsommar" es el título de la película con que el director Ari Aster regresa a la gran pantalla tras dividir a crítica y público con la sorprendente y inclasificable película Hereditary, estrenada a principios de verano del año pasado. Aquel título le encumbró como una de las nuevas y libres direcciones en el género del terror, con el que asimilamos cierta renovación, muy de agradecer, en las películas de miedo, en las que la estética, el ritmo y sobre todo un exigente y primoroso uso de la cámara, toman cierto protagonismo en la misión de asustar y generar miedos en el espectador.
La trama gira alrededor de una joven, quien tras sufrir un duro trauma al perder a sus seres más cercanos, inicia un viaje junto a su novio y sus amigos, estudiantes de antropología, al pueblo sueco de donde es originario uno de ellos. En esta localidad se celebra todos los años el solsticio de verano con una fiesta llena de folklore nórdico y viejas tradiciones. La joven arrastra su trauma hasta su relación con su novio, ahora en plena crisis, lo que resulta un hándicap a la hora de que la cuadrilla de amigos disfruten del viaje con normalidad. Sin embargo, al llegar a la localidad sueca, el entorno lleno de mitos, runas, actos tradicionales y extrañas costumbres, envolverán a los visitantes en un forzado choque entre tradición y modernidad, cultos paganos y la mirada excéntrica de los jóvenes millennials. El hecho de que ese año en cuestión se celebre especialmente una fiesta, que solo se repite cada noventa años, hace de la visita de los chavales un hecho más especial 
Aster traslada a la pantalla una historia que ahonda en los mitos paganos de los ancestros de nuestra humanidad, enfrentada a la moderna visión de la vida actual del grupo de jóvenes, creando un cuento de miedo, lleno de luz y sin sobresaltos. La perfección en la ambientación estética y en los exactos encuadres de la cámara, juegan con complicidad con las costumbres de los paisanos autóctonos, en un juego de danzas, protocolos extraños y anfitriones casi perfectos. La belleza con la que se transmiten las imágenes, contrarrestan la continua tensión que se respira en la pantalla. Todo ello unido a la mala situación sentimental de ambos jóvenes, crea el abono perfecto para que todo termine precipitándose hacia algo que no se esperaban, pero que se conjuga en las celebraciones anuales del solsticio en una comunidad perfectamente reglada y funcional, a su estilo, claro. 
Varios factores me han llamado la atención y para bien. Como ya he dicho antes la perfección milimétrica en el uso de la cámara por parte del director. Es un estilo que me encanta. Por otro lado, el uso de la propia cámara en conjunción con la bso, proponen al espectador una continua sensación de tensión, eso sí, en un sentido de bajo nivel pero con cierta continuidad, lo que todavía resulta más desasosegante. La actriz protagonista borda su papel. Ya vimos a Florence Pugh en su notable interpretación en Lady Macbeth y ahora resulta muy por encima de sus demás compañeros de plantel, sobre todo de su novio en la pantalla, por otro lado, bastante soso. El papel de la joven está muy en la línea del de la actriz noruega y protagonista de la película Utoya. 22 de julio, recientemente reseñada en el blog, y que muestran dos actuaciones duras, muy sentidas, casi en carne viva, psicológicamente hablando. Pero lo que más me ha llamado la atención es el uso estilístico de la imagen y la ambientación de vestidos, escenarios y construcciones nórdicas, ensamblado a la perfección con el sentido reverencial hacia la comunidad ancestral basado en tradiciones paganas, todas ellas reflejo real de ritos y costumbres que, en esa u otras latitudes, han completado el sentimiento sagrado y de unión con la tierra y la naturaleza de nuestros más antiguos ancestros. 
Por supuesto el choque con los jóvenes y su visión moderna de la vida, la muerte y la amistad, es brutal. Y este es el meollo de una magnífica película de Ari Aster, quien sin mostrar un giro de vuelta excesivamente novedoso al género, si que apuesta por una exquisitez visual apabullante y brillante, que junto a la música y los sonidos ambientales de la cinta, llevan al espectador a sumergirse en un espectro del miedo y del terror, confuso, soterrado y sobrellevado a plena luz del día. Magnífica experiencia sensorial que recomiendo fervientemente a quién no tenga complejos a la hora de experimentar junto al director en sus juegos e interpretaciones del género. 

2 comentarios:

  1. Tengo ganas de verla!!! Será como "Déjame salir" que impactó a todo el mundo? Aunque, fuera extraña y tampoco fuera para tanto si sólo la veías sin profundizar en ella.

    Un saludoOo enorme!!

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  2. No tiene nada que ver, pero aporta también una nueva visión del género... A ver que te parece. Ya comentarás. Por cierto, además del blog, ¿tienes perfil en facebook o twitter y publicas en él tus post? Me resultaría más fácil así hacer seguimiento de tus publicaciones. Y muchas gracias por tus comentarios.

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