La última novela publicada por Carlos Bassas no puede dejar indiferente al lector, no debe pasar desapercibida. El autor ha situado su punto de mira en lo más profundo y desgarrador que le puede suceder a una madre y, por ende, a la sociedad en la que vive. Porque cuando una joven o una mujer muere, la misma sociedad cae herida de muerte, sin remedio. La trama gira sobre la investigación de la muerte de una joven adolescente. Las circunstancias en la que aparece el cadáver no son ociosas. Un parque... una noche de fiesta... de madrugada... Una llamada al domicilio de la fallecida hiere hondamente a una familia golpeada por el desprecio, la violencia y el abuso... El cócktel es brutal y el peso de paliar el sufrimiento de Soledad, la madre, recaerá en manos del inspector Romero, un policía no libre de problemas y quiebras en su vida. A partir de aquí, el trío formado por la joven Abigaíl, su madre y el inspector, surcará un trayecto en mitad de una tempestad de sentimientos encontrados, desencuentros personales y golpes en el bajo vientre de una mujer, de una familia quebrada, de un policía herido en su intimidad y de una sociedad, tan compleja como esquiva, en su visión de una verdad sobreentendida, pero a veces oscura y engañosa.
Pero no solo nos encontramos con un argumento duro y doloroso de leer, más allá del asumido trasfondo detectivesco y de suspense. Carlos Bassas también golpea al lector con una narrativa seca, directa y en ocasiones, real y por ende, brutal. Sus directos de derecha, golpean puñetazos por doquier a las entrañas de quien ahonda en la trama, en una caída hacia un universo de sospechas, acusaciones, mucho sufrimiento y un caminar sin rumbo. Su estilo de frases cortas, expresiones certeras y exclamaciones, en ocasiones rebuscadamente repetitivas, dirigen al lector hacia una corriente volcada a mostrar una cascada de sentimientos encontrados, mucho amor y también, mucho odio. Quizás habrá lectores que se sientan incómodos con su lectura, tanto a nivel narrativo como dramático, pero no cabe duda de que el autor consigue moldear su libro hacia un fin buscado, es decir, hacia la meta de sumergir al lector en un torbellino de sensaciones, de la que parece que no se va a salir indemne... Y cierto, no se sale de su lectura sin secuelas, tanto por el desarrollo de la historia como por su desenlace. Y doy por hecho que este es el objetivo de Carlos. Objetivo logrado.
Quizás me haya chocado un corto extracto de la novela, apenas media docena de páginas, con Soledad de protagonista. Entiendo que el autor haya introducido este contundente encuentro de la protagonista con un secundario clave de la novela, que por supuesto no voy a desvelar, con el fin de buscar afianzar y plasmar el camino hacia desenlace. Con todo es verdad que esta escena ha servido bien a su finalidad a la hora de llevar al lector por caminos dramáticos hacia la resolución de la novela. Lo importante, a fin de cuentas, es que el autor desnuda y desgarra la figura de Soledad, en su afán por criticar, por manifestar, la realidad de la violencia contra la mujer, de su degradación en un entorno brutal y denigrante. Una novela que hay que leer, que hay que estrujar, que hay que paladear, aunque su sabor sea agrio, amargo. Porque la vida en muchos casos es así... porque Carlos quiere y consigue que no cerremos los ojos ante realidades que nos rodean, y, que a veces, dejamos pasar porque no nos tocan de cerca. Como siempre su juego, su creación en el género de la novela negra, ahonda en los problemas sociales más actuales. Ese es uno de sus logros, que son muchos a la hora de componer su obra literaria. Y qué vengan más novelas como esta y como "Justo", por favor. Las necesitamos.
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