Recientemente me dio por bucear en las plataformas televisivas y encontrar alguna mini serie que, por alguna razón, se me pasara en el momento de su estreno y pudiera provocarme algún interés, y me encontré con Seven seconds estrenada en 2018. Su trama gira alrededor de la muerte por atropello de un chaval negro que es abandonado en una cuneta por el policía que conducía el coche que le mató y la investigación que se monta alrededor de aquel incidente por parte de una fiscal alcohólica y un policía poco querido por ser nuevo en la comisaría de turno.
Pues bien, todo esto transcurre en New Jersey a la vista de la Estatua de la Libertad, al otro lado del río, y en un momento en que la droga campa por los barrios y los problemas raciales, entre la policía y la población negra, están sacudiendo una sociedad de desigualdad, corrupción policial y poco celo en los casos en los que se involucran raza, droga y pobreza. El entramado de la serie se basa especialmente en esos problemas que sufre la sociedad estadounidense respecto a los problemas raciales y los casos policiales relacionados con delitos y muertes de gran potencial mediático. Los intereses de la fiscalía y la policía no coinciden con los que exige una sociedad golpeada por la violencia en las calles y la corrupción. El tema es que para darle más dramatismo, la producción de la serie extrema las posiciones al situar al chaval muerto en un entorno familiar significativamente religioso, a los policías implicados en un juego de corrupción asentada, y a la fiscal y su compañero policía localizados en una situación personal compleja, ella por ser alcohólica e insegura, y él por haber sido recientemente traicionado y abandonado por su mujer. Si para más inri el entorno del chaval atropellado se encuentra muy cercano a una banda de pandilleros y traficantes de droga, todo se complica tremendamente.
La serie consta de diez capítulos, y se embarra en los sucesos desde el mismo momento en que acontece el atropello, pasando por una accidentada y compleja investigación, para terminar con la celebración del juicio que, en su resolución, carga aún más las tintas sobre la retorcida y compleja realidad de una sociedad estadounidense marcada por problemas endémicos sociales y judiciales. Si bien esta producción peca un tanto de zarandear al espectador de un lado a otro, entre la vida personal de los protagonistas y la investigación realizada, de una manera un tanto desequilibrada, incluyendo algunos giros de guion bastante discutibles, lo cual en el fondo alarga sin necesidad su trama, creo que vale la pena sentarse ante el televisor a verla con calma y quietud.
Su visión microscópica intenta, de alguna manera, acercarse la maravillosa e irrepetible The Wire, por supuesto sin conseguirlo, pero se deja ver el esfuerzo por mostrar esas realidades complejas y críticas de la sociedad estadounidense, sin remedio de solución. Ahí está su acierto. No existen milagros y ni siquiera con tener buena intención se solucionan los problemas, mostrando en sus capítulos un golpe de realidad que la hace más que interesante, con todas sus debilidades, que las tiene. Quizás sea un quiero y no puedo, pero merece un visionado tranquilo y sosegado, no solo por su temática, sino también por alguna de sus interpretaciones. Resultan especialmente espléndidos Regina King, Clare-Hop Ashitey y Michael Mosley, en general más que interesantes en sus roles.
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