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jueves, 24 de julio de 2025

"28 años después"

Veintitrés y dieciocho años después del estreno de las películas 28 días después y 28 semanas después, Danny Boyle ha recuperado el universo que creó alrededor de una Gran Bretaña arrinconada y apestada del resto del mundo por el efecto devastador creado por una pandemia que convertía a los que quedaban contagiados, en peligrosos seres alienados y extremadamente peligrosos y violentos. Aquella primera película de 2002 cambió, junto a la celebérrima Amanecer de los muertos (2004) de un jovencísimo Zack Snyner, el universo de los muertos vivientes, otorgándoles la facultad de correr sin descanso y a gran velocidad, haciendo de la supervivencia de sus víctimas un reto francamente difícil de superar. El gran éxito de aquella película grabada en gran parte con cámara en mano y a la que el director otorgó de una nueva manera de ver y trasladar los efectos mortales y de convivencia de aquel virus imparable, se vio secundada, años después, por una acertadísima y espléndida segunda parte dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo. 
Pues bien, Boyle ha decidido, sino empezar de cero, sí enlazar aquella su primera película de 2002, con un nuevo film que se salta un tanto la segunda propuesta de 2007, dado que si en aquella en su parte final se daba a entender que la pandemia se extendería a toda Europa, en esta ocasión prefiere el autor que el virus asesino y transformador siga estacionado en unas Islas Británicas en cuarentena y vigiladas por patrulleras marinas de toda Europa. Esto significa que los supervivientes, tras 28 años de convivencia con el virus, ha ido creando pequeñas poblaciones donde las normas sociales y de resiliencia les han dado una oportunidad de empezar de cero, a pesar de los seres contagiados que campan por la Isla que, por cierto, también se han ido desarrollando de una manera u otra, mostrando uno de los atractivos más interesantes de la película de Boyle, Por cierto, no es baladí que en el guion también haya trabajado en esta ocasión un hombre actualmente tocado por los hados, me refiero a Alex Garland.
La trama gira alrededor de una población localizada en una pequeña isla que solo de vez en cuando y con marea baja se conecta con tierra firme en algunas ocasiones. Esto la hace casi inexpugnable, mientras la vida en modo cooperativista y con cierta imagen hippy, transcurre año tras año, en un aprendizaje continuo de la primera generación nacida tras la aparición del brote. Los protagonistas son un padre y un hijo, en fase de aprendizaje como cazador y conseguidor  fuera de la pequeña isla. La mujer y madre de ambos se encuentra enferma, en un lugar donde las medicinas escasean y no hay medico alguno. La curiosidad del joven le lleva a emprender una aventura fuera de la protección de aquel poblado de resistentes, en búsqueda de un remedio para su madre, lo que le llevará a enfrentarse a los peligros de tierra firme... Y hasta ahí puedo leer. 
La película goza de una primera mitad muy poderosa y vertiginosa, en la que se muestra al espectador el nuevo mundo en el que se mueven los supervivientes, en particular el padre y el hijo, ocasión en la que Boyle y Garland lo dan todo a nivel visual y de creatividad para dejar con la boca abierta al espectador. Los contagiados que sobreviven, también han evolucionado, mientras padre e hijo en un viaje iniciático dejan ver de qué se rodean y en qué situación se encuentran, tanto a nivel personal como a nivel comunidad. Sin embargo, a partir del comienzo de la aventura del hijo en su búsqueda personal, el sentimentalismo y lo familiar socaban en cierta manera el primer empuje inicial de la peli. El director apuesta desde este momento por la búsqueda de otros sentimientos y motivaciones que muestran al espectador diferentes matices, menos espectaculares y aparentemente increíbles, para llegar al encuentro con el personaje de Ralph Finnes, momento álgido del film, y un deambular algo desequilibrado, hasta alcanzar un final casi surrealista y caricaturesco, en un film que no llega a las dos horas de duración y que quizás se ha dejado demasiadas cosas en la sala de montaje.
Me he quedado con sensaciones encontradas. Sin duda me quedo con el brillante y largo recorrido del comienzo del film, por todo lo que muestra y cómo lo muestra. Tras esto, a pesar de la aparición de Fiennes, todo cambia de visión, de perspectiva, enfocada desde los ojos del hijo protagonista, sin terminar de cuajar del todo, y para dejar al espectador ojiplático con un final que no puedo desvelar pero que desde luego descoloca y, cuidado, continuará en una segunda parte de esta nueva saga que ya está terminada y que se estrenará el próximo año, de la que tengo cierto miedo y desconfianza, visto ese final. Ojalá me equivoque, ya veremos. En definitiva, 28 años después es una película muy entretenida, impactante y brillante en su primera mitad que, en su propuesta final resulta ser muy valiente, quizás demasiado, y que nos deja con cierta expectación sobre cómo continuarán las aventuras y desventuras de sus protagonistas supervivientes. Veremos. Por cierto llamo la atención de su poderosa bso y del poema de Rudyard Kipling que domina el momento de la salida del poblado de padre e hijo, un poema escrito durante la IGM y dedicado los soldados de infantería británicos que lucharon en el continente. Impresionante. Lo incluyo más abajo.



 

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