La mini serie El largo río de las almas gira alrededor de una joven policía de un barrio de la ciudad de Filadelfia. La droga y la prostitución campan en la zona que patrulla la protagonista, interpretada por Amanda Seyfried, una mujer volcada en conocer y cuidar a las chicas que hacen la calle. Una serie de jóvenes aparecen muertas, aparentemente por accidente o sobredosis. La desaparición de la hermana pequeña de la agente de policía, una joven descarriada y drogadicta, le empuja investigar por su cuenta estas muertes, en un plan paralelo por encontrar a su hermana y solucionar un caso que se complica conforme avanzan sus pesquisas. Mientras se produce esta investigación, el pasado de la agente sobrevuela toda la serie, influyéndole y obsesionándola tanto en la búsqueda de sus objetivos como en la relación con su gente más cercana.
Recordando a papeles como los de Kate Winslet en Mare of Easttown o Nicole Kidman en Destroyer, una mujer herida, de mayor o menos acierto según cual de las dos analicemos, Amanda Seyferd encarna a una mujer herida por su pasado. Precisamente por esta situación, aún con rescoldos patentes que le llevan a afrontar de una marcada manera el día a día en el ejercicio de su deber y en su compleja realidad familiar, la protagonista sufre con afección y marcada influencia una vida triste y solitaria. Es quizás por ello, en su concepción de su vida un tanto particular y especial, que se tome su trabajo y sus obligaciones con su hijo de una manera marcadamente obsesiva. La marca indeleble de la droga en el pasado familiar hace que se vuelque en ayudar a aquellas personas que caen en la adicción, quizás como extremo de contradicción o liberación con la compleja relación mantenida con su hermana. En conclusión, estamos ante un personaje complejo, herido y profundamente solitario e individualista que, obsesionado en la búsqueda de su verdad, hará daño a quienes tiene más cerca.
La serie comienza poderosamente para ir apagándose y complicándose conforme avanza hasta el octavo y último capítulo, al que llega algo agotada en su propio transitar pero con cierto éxito, en gran parte logrado por la labor dramática de sus intérpretes más que por la trama en sí, al final algo confusa y cerrada aceleradamente. El guion bebe de una novela de la escritora de Lizz Moore, y se vuelca especialmente en desarrollar el drama familiar de la protagonista, envuelto en una barrio donde la droga hace estragos. El caso de las muertes de las chicas parece más una excusa para profundizar en la vida de la agente de la ley, que la trama que sustenta la serie. Aún así existe cierto equilibrio entre una y otra hasta casi el final de la misma, mostrando sus relaciones personales y conflictivas como si se tratara de una carrera de obstáculos dirigida paralelamente a pacificar su propia vida y sentimientos, mientras trata de resolver los asesinatos. En definitiva, aunque algo irregular, a mí personalmente me ha interesado su desarrollo aunque sin entusiasmarme. Como decía, aún desinflándose en sus dos últimos capítulos, el drama compartido cuaja bien, en el entorno de una Filadelfia colmada por las drogas, cierta corrupción y la profunda crisis de su protagonista. Yo de ti le daría una oportunidad, sabiendo que a lo mejor termines hasta el gorro de los traumas de la protagonista. Eso te lo dejo a decisión.
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