Además de ser un reconocido escritor con un importante bagaje literario a sus espaldas, hay dos características que definen de manera particular a Andrés Trapiello. Por un lado, su amor y conocimiento de Madrid, demostrado profusamente en algunos de sus últimos trabajos literarios. Por otro, su querencia hacia la literatura española y a algunos de los escritores clásicos, especialmente las figuras de Cervantes y Pío Baroja. Pues bien, como no podía ser otra manera la última novela de Trapiello también se desarrolla en Madrid y, a lo largo de la misma, el escritor leonés afincado en Madrid desde los años setenta, no evita nombrar y recordar, especialmente, al bueno de Baroja. Todo ello, enfrascado en una trama que circunda la posguerra en la capital española y sus consecuencias, en una golosa historia de espionaje.
Benjamín Smith es un español huido a los Estados Unidos antes de la Guerra Civil española y ahora de nacionalidad estadounidense. Sus relaciones en Madrid, su compromiso con su país adoptivo, cierto don y un asunto personal adeudado en el pasado, hacen que sea enviado a la capital para cumplir una misión con vistas a facilitar el acercamiento del gobierno de Franco a los intereses de Washington, mientras las tropas aliadas cercan Berlín en la primavera de 1945. Desde el mismo momento que pisa la capital un red de personajes, intereses y secretos se ciernen sobre el protagonista, mientras intenta cumplir su misión.
Trapiello aprovecha la trama de suspense que construye en esta novela, para mostrar al lector el Madrid de aquel año 1945. Las miradas de todos los españoles miran hacia Berlín. Los comunistas confían en que una vez caído el Tercer Reich los fusiles y blindados mirarían hacia el sur de los Pirineos, mientras la policía franquista persigue sin tregua a su miembros. La esperanza por recobrar la democracia no dece a pesar de la eficacia del aparato franquista. Por otro, los intereses de ciertas élites del gobierno de Franco miran de soslayo hacia EEUU en un afán por reactivar una economía hundida tras la guerra. Mientras tanto, la vida en Madrid continúa. La presencia de Benjamin va mostrando al lector las contradicciones epidémicas de un país anclado en el pasado, obstruido por la dictadura y una población y unas élites interesadas en avanzar y crecer en una sociedad en la que ya pensar y apostar por ello exige cierto esfuerzo y no poca suerte. Mientras la policía traslada presos políticos y a delincuentes esposados y encadenados por las calles de Madrid, la población disfruta de casi setecientas salas de cine, doscientas tertulias literarias y no pocos bailes y festejos en las que el madrileño intenta pasar página y seguir adelante, siempre que la policía franquista y los ideales no se crucen en su camino.
Trapiello construye dos personajes importantísimos que acompañan a Benjamín en ese trasiego por las calles de Madrid. Por un lado un pilluelo al que utiliza como mensajero y ayudante en su misión. En este caso, el chaval es la muestra visible de una sociedad pobre, ocupada en subsistir en una sociedad en la que hay que buscarse la vida y afianzar cierta estabilidad vital en el débil equilibrio entre el compromiso político y sobrevivir en el día a día. Por otro, Sol Neville, una hija de la aristocracia vencedora con la que no solo mantiene una historia de amor, sino también un contacto directo con ciertas élites bien situadas en el mundo de la alta burguesía cercana a Franco y sus acólitos. Por supuesto, el micro universo en el que se mueven en este caso, es un mundo de lujos, bailes y asentamiento social. El nexo entre ambos extremos resulta encontrarse en la misión del protagonista y su no buscada relación con un inspector de la policía política, empeñado en estropearle la misión a Benjamín, enlazando a su personaje con ciertos elementos del comunismo en la sombra.
Todo estos entresijos y vericuetos resultan particularmente bien ensamblados gracias a la narrativa directa y sólida de Andrés Trapiello, en una construcción diversa y entretenida de la misión del protagonista. Y lo consigue, precisamente, por su conocimiento de los rincones y la sociedad heterogénea del Madrid de aquellos años, siendo capaz de ensamblar trama y escenario con tanto acierto, que el lector no escapa a las situaciones, sentimientos y enredos acontecidos a Benjamin Smith. Las calles, las familias, los cines, los bares, los edificios institucionales y museos cobran vida como escenario de una serie de acontecimientos vitales que se fusionan alrededor de un personaje que si bien se compromete con sus misión y sus seres queridos, no evita desentenderse un tanto de la realidad de un país al que, en definitiva, ya no pertenece, aunque todo le traiga recuerdos de un Madrid que ha cambiado y que avanza sin prisa pero sin pausa hacia la segunda mitad del siglo XX. Es aquí donde algunos sueños y esperanzas se despeñan y golpean sin remedio, mientras, por contrapartida, el destino personal del protagonista parece encontrar un vía de esperanza y futuro.
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