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jueves, 11 de abril de 2024

"Vidas pasadas"

Sin duda alguna una de las películas del año, Vidas pasadas, de la directora novel Celine Song, quien también ha realizado su guion, ha recibido un gran número de premios y parabienes, además de buenas críticas desde su estreno cinematográfico en todo el mundo. Su trama gira alrededor de un niño y una niña coreanos que ven separadas sus vidas por causa del viaje de la familia de la niña a Canadá. Años después, el joven coreano localiza a su amiga en las redes y mantiene una relación con ella a distancia vía internet, hasta que la comunicación entre ellos se corta por decisión de la joven. Algunos años más tarde, el hombre realiza un viaje a Nueva York donde ella vive con su marido.
Celine Song cuenta con cercanía y sin aspavientos, una historia de separación y sentimiento, en la que los dos protagonistas crecen y viven según el destino que se les ha presentado a cada uno de ellos. Por cierto, ese concepto de destino es protagonista principal de la película, junto a la ciudad Nueva York. Sin embargo, mientras a ella, este destino le ha deparado una vida variada en la que sus decisiones le han aportado experiencias y aciertos personales, al él no le ha aportado las situaciones necesarias para llenar una vida aparentemente anodina en su Corea natal. Las oportunidades de conexión entre ambas personas hacen que esa relación heredada desde la infancia se renueve gracias a internet, en un juego, quizás fantasioso, de reunificación telemática y mantenimiento de los supuestos sentimientos sembrados hace años. El problema surge cuando los frutos de aquella relación crecen en el joven de manera exponencial, mientras, en ella solo forman parte de una etapa de la vida que dejó atrás, ya sea por causa del destino afrontado, o más bien, por su propia voluntad en seguir adelante sin mirar atrás, y caer en un innecesario ejercicio de nostalgia, que aparece abruptamente con la visita del joven a Nueva York. 
El problema reside en que mientras ella vive felizmente casada, en un estilo de vida en el que siempre mira hacia adelante, el protagonista irrumpe con miras a recuperar un pasado demasiado lejano, en tiempo y distancia, forzando una situación, en mi opinión francamente egoísta e inmadura. Comprendo que la película haya calado mucho en la crítica y en los espectadores, por su cercanía, por su extrema sensibilidad, acentuadas por esas miradas y silencios que acompañan a los dos protagonistas. Sin embargo, tengo un grave problema con este film. Me refiero especialmente a la cerrazón inmadura y egocéntrica de su protagonista. Me desagrada su situación, su expectativa en recuperar un amor de infancia, potenciado por una intermedia interrelación vía internet que cierra la protagonista sin visos de continuarla en el tiempo. Es más, el viaje a Nueva York se produce a sabiendas de la situación personal y profesional de ella. No empatizo ni siento lástima por el muchacho, la verdad. Por cierto, señalo como lo mejor de la película, el trabajo controlado, medido y lleno de sentimiento de la actriz Greta Lee, maravillosa de principio a fin.
Que la película destile pena y sentimientos perdidos en el pasado y difícilmente recuperables, hace de este film un drama de los que a cierto público hará llorar, pero francamente, su visionado me ha dejado bastante frío, más allá de lo mal que me ha caído su protagonista, un hombre incapaz de mirar adelante y de dar pasos por crecer y madurar en su vida, y preferir quedarse anclado en una utopía vivida en su infancia sin más obsesión que encontrar un destino que le ha sido esquivo. Es cierto que mi subjetividad, en este caso, ha marcado mucho la reseña que escribo aquí. Aunque reconozco la virtud de un guion y la mirada personal e interesante de la directora, no he conseguido entrar en ningún momento en una película que, conforme avanzaba, me ha ido sacado de mis casillas. De verdad, lo siento. Sin duda, será culpa mía... 





 

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