Una niña sobrevive a un sospechoso incendio en su granja en la que vive en Australia. Pierde a su padre y madre, y su abuela la acoge en su finca, un lugar donde cultiva flores y, además, sirve de refugio a mujeres con dificultades tras sufrir abusos y agresiones por parte de sus parejas. Años después, la niña hecha mujer, decide huir de la finca para buscar nuevos horizontes donde los secretos no formen parte de su vida. Su destino es un parque natural en el que iniciará una relación aparentemente prometedora.
Conforme avanza la miniserie, el espectador va descubriendo los secretos que rodean a una serie de mujeres, todas ellas relacionadas entre sí por un pasado, en donde las relaciones de maltrato, la amistad y la familia tratada con egoísmo y falta de cariño, y el universo de las flores y un lenguaje con el que comparten todas sus habitantes sentimientos y deseos, se conjugan en la figura de la nieta y la abuela. La serie camina con un ritmo lento, mediante el que se van desvelando, poco a poco, pistas y hechos mediante los cuales, vamos descubriendo personajes y los actos que los sitúan en la trama, llena de situaciones extremas de violencia, abusos y muchas, muchas mentiras. Es especialmente reseñable el envoltorio que acompaña a esta producción australiana, muy visual y en algunos momentos algo empalagosa, gracias a una fotografía notable y a un entorno, por momentos, tan detallista y de primeros planos que puede resultar asfixiante. En todo caso, sus imágenes resultan cautivadoras, en un complejo juego controvertido de belleza visual en contraposición a una historia truculenta y nada inocente.
La participación de la actriz Sigourney Weaver es los más destacable en cuanto a las interpretaciones, mayoritariamente femeninas. La edad le ha sentado bien, y su largo periplo en el cine se muestra en sus tablas y dotes para presentar un duro papel en la situación de la abuela y dueña de la finca donde transcurre gran parte de la serie. La dureza del personaje y la talla de la actriz asumen con total dominio un complejo papel hecho prácticamente a su medida. De las demás, reseñar especialmente a la niña adoptada, una criatura llamada Alyla Browne que realiza una interpretación sobresaliente, nada sencilla y marcada especialmente por su gestos y miradas. Alicia Debnam-Carey, interpreta el mismo papel, ya en etapa adulta, sin despuntar en exceso en una interpretación también compleja, de quien vive engañada y manipulada, en un acto vital de egoísmo y sobre proteccionismo. Un tema candente y desgraciadamente acompañado de la actual lacra de abusos y agresiones a la mujer.
Lástima que el último capítulo de la mini serie sufra un bajonazo imprevisible, a base de endulzar y empalagar un final correcto pero, en mi opinión, fallido en cuanto a su realización y definición. Por lo demás, la serie se disfruta tanto como una crítica social, como por el juego del suspense que factura en cada uno de sus capítulos. Un suspense servido gota a gota que hace que cada capítulo se disfrute, entre tanto sufrimiento, disfrazado, en ocasiones y por desgracia, de amor.
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