Ganadora del XXV Premio Francisco García Pavón de este año, Estela Chocarro no resulta ni de lejos un nombre desconocido dentro del escenario literario navarro. Sobre sus espaldas descansan varias novelas. Otra cosa es que hacía ya algunos años que no publicaba, y no por no tener algunas propuestas literarias, seguro, todas de mucho interés. Ha sido la obtención de éste premio literario lo que ha llevado de nuevo su nombre a los titulares periodísticos y a ocupar de nuevo los escaparates de las librerías. Y ha venido para demostrar otra vez su buen hacer en el género noir o policíaco, aunque en esta ocasión, nos ofrece un libro con un argumento mucho más retorcido y, desgraciadamente, mucho más cercano a la vida cotidiana de cualquier mujer, por mucho que pueda sorprender esta afirmación.
Y lo digo, porque en esta ocasión, la trama no gira alrededor de una investigación policial, como novelas anteriores. Todo es mucho más tenebroso y escabroso. Las protagonistas son dos mujeres. Una de ellas, Gloria, es paciente de la otra, una psicóloga llamada Almudena. Ambas no podían parecerse menos. Su nivel económico, su entorno social, sus matrimonios, su carácter, todo en ellas es diferente. Y, sin embargo, Estela hace que sus vidas se entrecrucen en un juego macabro de mentiras, equívocos buscados y desencuentros personales. Precisamente, por medio de su particular telar hilvanado a conciencia por la autora, construye un interesante entramado de vericuetos engañosos y sorpresivos, que se van presentando ante el lector, a fuego lento. Por cierto, prestad atención al personaje de Ernesto, uno de esos buenos secundarios literarios que aparecen en ocasiones en las novelas y que, en este caso, resulta ser especialmente interesante.
No puedo evitar reconocer que la novela no me atrapó desde su inicio. La presentación de los protagonistas y sus vidas privadas se lleva a cabo poco a poco, de manera aparentemente rutinaria. Bien es verdad que encontramos en una de sus protagonistas un terrible trauma familiar que ancla, de alguna manera, al lector en sus páginas, mientras la otra mujer vive en una relación perfecta, que en principio me provocaba muy poco interés. Sin embargo, y gracias a la cabezonería que debe tener todo buen lector, conforme avanzaba en la lectura, algo hacía que pasara página tras página, hasta que realmente y sin darme cuenta, ya estaba en el tramo final de la novela. El entramado construido con interesantes basamentos, se va desentrañando hasta el desenlace final. Un desenlace que, mirando páginas atrás, endurece aún más la realidad que refleja la autora, en este thriller doméstico en el que la traición y el sexo, se abren paso entre sueños de amor y terribles engaños.
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