Mi relación con la ciudad de Venecia siempre ha jugado en el universo de la contradicción. Dos veces la he visitado, una durante tres día completos, y no hace muchos años, en una estancia relámplago de apenas doce horas. En ambas ocasiones, más en la segunda de ellas, despedía la ciudad con cierta sensación de ahogo y espanto por lo abigarrado de su turismo y mi cierta incapacidad por disfrutar de sus calles, canales plazas y iglesias, al cien por cien. El entorno, en este caso importa, me influyó en mi personal manera de explorar y perderme en aquellas ciudades que tanto me gusta visitar. Es más, en ambas ocasiones prometí no volver a visitarla y, sin embargo, al tiempo, siempre vuelvo a ella. Será quizás, porque en cuanto se cruza en mi camino algún libro en el que Venecia tiene cierto protagonismo, el ejemplar termina en la biblioteca de mi casa. Esto es precisamente lo que me sucedió con el ensayo de Siruela Ediciones que hoy reseño en estas páginas de mi blog.
Judith Mackrell enfoca una visión diferente y glamourosa de la Venecia del siglo XX en base a las tres propietarias que pasaron por el Palazzo Venier, un edificio localizado en el Gran Canal y comenzado a construir en el siglo XVIII por los descendientes del que fuera uno de los almirantes más importantes de la ciudad durante el siglo XVI y uno me los mandos de la batalla de Lepanto. Sin embargo, este proyecto barroco grandioso no pasó de una primera planta, siendo transmitido en este estado entre familiares y compradores hasta que, llegado el siglo XX y casi de manera continua, pasó por las manos de tres mujeres de su tiempo, de fuerte carácter y, porqué no decirlo, extravagantes gustos y vidas ciertamente atractivas y licenciosas. Luisa Casati fue una mujer que vivía por su imagen, en un egocéntrico y peculiar micro universo dado a las exageraciones y lujos. Doris Castlerosse tuvo que convivir el conflicto que le causaron sus orígenes oscuros y licenciosos, dentro de una sociedad a la que se había aupado gracias a sus relaciones con hombres ricos y caprichosos. Y Peggy Guggenheim, mujer que llevaba el arte y la modernidad en sus venas familiares, quien en una búsqueda de su independencia profesional y su inevitable dependencia por el sexo masculino, proveyó a aquel palazzo de la que sería casi su definitiva imagen como galería de arte, en un mundo que había corrido sin freno desde los inicios de siglo hasta los años setenta.
Siendo el nexo que une a estas tres mujeres únicas con cierto aire de mujer fatal, su vivencia en aquel palazzo inacabado, la autora se lanza a abordar la vida y experiencias de todas ellas antes, durante y después de su estancia en aquel lugar que uniría sus vidas y sueños. Y lo hace de una manera exhaustiva, recorriendo un siglo XX confuso, beligerante, lujoso y especialmente conflictivo a nivel internacional, artístico y social, especialmente debido al ritmo en que se desarrolló y a los cambios, avances y revoluciones que abarcó en EEUU y Europa. Porque además, estás tres mujeres socializaron y se relacionaron con personajes insignes en lo social, en lo intelectual, en lo político y, particularmente, en lo cultural y artístico. Para ellas todo se incluía en un mismo paquete. El dinero del que disfrutaban era el medio mediante el cual se relacionaban con su entrono social organizando grandes fiestas focalizadas en un escenario tan inigualable como era el palazzo Venier, a la que acudían lo más granado de su tiempo, en un convulso marco de guerras y revoluciones, alegrías y penas de un mundo en continuo movimiento. Gracias a ellas y a su autora, el lector, no solo se acerca y adentra en la vida de las tres magníficas y a veces desgraciadas mujeres, sino que aporta al detalle la panorámica de un tiempo colapsado de ideas, conceptos y novedosas maneras de vivir.
La elegancia y cercanía con la que la autora nos acerca todo este escenario y a sus protagonistas, atrapa al lector en este viaje focalizado en un palazzo que acapara todas sus ilusiones y huidas, en los proyectos realizados por convertirlo en un hogar, no solo hacia el interior de sus privacidad, sino también, hacia un exterior que sirve de proyector de lo que para ellas significa mostrar sus vidas tal y como quieren que sean, en algunos casos, visiones utópicas y estrafalarias y en otras, un símbolo de poder y rebeldía contra el mundo que las vio crecer y medrar en la vida. Este libro acapara no solo tres personajazos sino también una época y un sentir en un tiempo rico en experiencias y cambios fulgurantes. Mientras, Venecia forma parte de sus vidas, más como un escenario veraniego y de temporada alta, aún siendo un modelo en el que las tres se sienten cómodas, retadoras y dominantes, un escenario donde recrearse y construir un modelo de vida tan particular. Tomar como referente al palazzo Venier para contar esta historia múltiple, me parece un punto de partida muy logrado que sirve maravillosamente, de elocuente excusa para que la autora construya este absorbente y recomendable libro del que he disfrutado de principio a fin.
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