Hacía ya tiempo que la buena de mi amiga Ana Belén Albero, con la que desde hace unos meses comparto junto a Carlos Ollo buenos vinos y mejores conversaciones sobre cine, literatura y otros temas mundanos que nos llenan y completan como personas, insistía en que debía leer la novela corta de Franz Kafka, La transformación, comúnmente conocida en nuestro país como Metamorfosis. Yo me escaqueaba continuamente a base de excusas varias. La verdad, es que así, a primera vista, el libro de Kafka no terminaba de captar mi atención. Sin embargo, el pasado mes de marzo, después de varios meses sin vernos. Ana Belén apareció en nuestra interrumpida tertulia mensual con un par de libros bajo el brazo. A Carlos le cayó una novela de Virginia Woolf, creo recordar, y a mí, como no, la prometida La transformación. Ante esta agradable eventualidad, ya no quedaba otra opción que hincarle el diente a este extraño libro, en el que su protagonista, Gregorio Samsa, se despierta una mañana convertido en un insecto, en algo parecido a una escarabajo feo y repulsivo.
Pues bien, tras leer el libro entre un sábado y un domingo, debo decir que no me arrepiento en absoluto de su lectura y agradezco enormemente el regalo a mi buena amiga. Sus apenas poco más de cien páginas desarrollan los días posteriores a cuando el protagonista despierta transformado en un insecto grande y horrible en su dormitorio de la casa familiar. Os podéis imaginar la sensación de terror y sorpresa cuando el joven intenta levantarse de la cama y ve que no puede girarse sobre su nuevo caparazón y que sus múltiples patitas se mueven en el aire sin sentido alguno. A partir de ese momento los hechos se suceden, en primer lugar, por lograr manejar y controlar su nuevo cuerpo y, por supuesto, en un segundo lugar, presentarse de esa manera ante sus padres y hermana, de la forma más civilizada posible. Todo lo que viene a continuación es un conjunto de desatinos, terribles escenas y, sobre todo, un auto convencimiento del nuevo estado físico de Gregorio. Todo ello terrible y durísimo, aunque salpicado de hilarantes escenas que, en el fondo, potencian la funesta y desesperada nueva realidad del protagonista, quien poco a poco se va acercando a su previsible final, entre la aversión de los suyos y la desesperanza que le produce su nueve ser.
Hay muchos factores que me han llamado la atención de esta obra. Por un lado, el siniestro y a la vez sorprendente hecho de la transformación en un insecto. Las idas y venidas del pobre muchacho en esta nueva situación no solo le provocan un dolor y una metamorfosis física irreversible, sino lo que aún es más importante para él, le manifiesta una nueva situación personal ante sus propios familiares, quienes, como no podía ser de otra manera, no lo aceptan en su nueva fisonomía. Esto derrumba al muchacho transformado. Pero lo que es más sorprendente, le provoca, a su vez, una evolución vital en la vida de su hermana y padres, quienes hasta ahora dependían económicamente de Gregorio y que la nueva situación hace que tengan la necesidad de buscar su propio sustento, mientras el malogrado protagonista lo pierde todo totalmente, tanto física como psíquicamente. La condenación de uno, lleva a la liberación de los otros, en un doloroso y cruel escenario, en el que el convertido en insecto se deja desvanecer en la nada de su minúsculo y cada vez más ruin cuartucho, ante el asco y la indiferencia de quienes convivieron con él.
Francamente, y a pesar de ciertos momentos hilarantes, a mí personalmente, esta novela me ha aterrado, tanto en referencia a la propia transformación del protagonista, como, sobre todo, a la terrible respuesta y reacción de sus seres queridos, quienes le dejan solo y desterrado en su cuarto, ante tan horrible e inexplicable metamorfosis. llevándole hacia un inevitable y doloroso final.
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