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martes, 4 de enero de 2022

"No mires arriba"

 
Todos recordamos esas películas catastróficas en las que el mundo sufre una crisis cercana a la destrucción. Especialmente aquellas que en los años noventa narraban la llegada de un meteorito destructor a la Tierra. Pues bien, el director Adam McKay, a quien sigo especialmente desde los estrenos de sus dos últimas películas, La gran apuesta El vicio del poder, ha querido plantear en su nueva producción esta misma temática, pero bañada de un histriónico y paródico toque argumental, muy crítico con la actual realidad de nuestro mundo, especialmente en lo que afecta a la realidad estadounidense. 
Pero vayamos por partes. La trama comienza por el descubrimiento por dos científicos de la Universidad de Michigan, de un meteorito que se dirige directamente a nuestro planeta. Los personajes están interpretados por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, quienes junto a un científico y funcionario gubernamental, emprende una loca carrera para convencer al mundo de que su historia es real y de que el fin de la vida en la Tierra acabará en seis meses. Hasta aquí todo correcto. Lo que sucede es que en su afán por hacerlo, se van a encontrar con una serie de respuestas tanto del gobierno, como de los medios de comunicación y, en definitiva, del conjunto de la humanidad, en consonancia con el punto de mira con el que el director pretende criticar nuestro mundo actual. 
Por un lado, nos presenta a una Presidenta de EEUU, interpretada por Meryl Streep, al estilo de Donald Trump, empeñada en no dar especial importancia al terrible evento en ciernes y más volcada en utilizarlo para su aprovechamiento electoral que en salvar a la humanidad. Su fin es esconder el hecho desdeñando al gremio de los científicos, denostados absolutamente por su política. Por otro lado, encontramos a los medios informativos, de la mano de Cate Blanchett, para los que es más importante cualquier noticia del corazón o de temática más vulgar, que informar de la gravedad de la noticia del meteoro, todo con tal de mantener mil banalidades en la pantalla y convertir en borregos a los espectadores. Y por último, resulta muy interesante, en este afán crítico del director, la presencia de un gurú de la comunicación y de la tecnología, interpretado por Mark Rylance, en el papel de mesías y que ocupa el lugar del mundo de los científicos ante la hora de dar una solución al problema y salvar al mundo en el que vivimos.
Nos encontramos con una sátira brutal al mundo de estupideces y populismo en el que vivimos, en detrimento de la ciencia y el conocimiento generado en las universidades. Todo ello en pro de un gobierno de los EEUU que ha dejado una profunda y casi mortal marca en su historia, la manipulación torticera y banal de los medios de comunicación y el borreguismo en el que nos rodeamos en cuanto a las redes sociales y nuestra confianza ciega en las grandes multinacionales tecnológicas y privadas. Lo que pasa es que, si bien la película me ha gustado, creo que se deja llevar por esa misma banalidad que rezuma. En su metraje encontramos momentos delirantes y especialmente acertados, gracias también a unas buenas interpretaciones. Incluso en algunos momento, McKay, como en otras ocasiones, se pone serio y vierte cierto acto de contrición de algunos de sus personajes, todo lo cual no evita que el desenlace sea el esperado. Sin embargo, toda esa sátira termina por tomarse en serio a sí misma y pervierte, en cierta manera, el mensaje profundamente crítico y acertado que busca imprimir el director a lo largo del metraje. 
En definitiva, me ha gustado, pero no tanto como sus dos películas anteriores, en los que el guion primaba por encima de todo lo demás. En esta producción que hoy reseño, veo a los intérpretes, en gran número y calidad, y a las imágenes que se suceden en ella, por encima de un guion más superficial y no tan rotundo como en otras ocasiones. A lo mejor es que McKay ha caído en la misma trampa en la que nos plantea como funciona nuestra sociedad actual y superficial, proponiendo una peli más visual, en su afán de alcanzar y golpear al espectador en la banalidad y superficialidad  de nuestra más presente actualidad. Quién sabe. Vamos, que sí pero...


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