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martes, 24 de diciembre de 2019

"El Imperio del Sol" - J. G. Ballard

Como me ha pasado en otras ocasiones, he llegado a la lectura de esta novela gracias al cine, en este caso por la película que Steven Spielberg adaptó en el año 1987 del libro que hoy reseño. Aquella producción, prácticamente elevó al firmamento de Hollywood a un joven actor llamado Christian Bale, gracias a su maravillosa interpretación de Jim Graham, el protagonista de la novela escrita años antes, en 1984. Como todos ya sabéis, la trama nos lleva a los años que transcurren entre el año 1942, tras el ataque de Japón a Pearl Harbour y el año 1945, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Jim vive con sus padres, en el barrio occidental de Shangai. La ciudad está dominada por los japoneses desde 1937, año en que derrotaron a las tropas chinas, pero tras el ataque a los EEUU, los japoneses toman violentamente el barrio internacional, lo que provoca que el chaval se pierda de vista de sus padres y comience un viaje de supervivencia, primero en solitario  y después en los distintos campos de prisioneros en los se va asentado.

La novela realiza un viaje trascendental en la vida del joven. Su periplo cubre desde los doce a los catorce años, en un continuo aprendizaje por sobrevivir en un entorno hostil, en el que por desgracia tendrá que aprender a acercarse a la mejor sombra, con tal de aprovecharse de cualquier situación para no morir de hambre ni sentirse excluido, en un universo en el que sobreviven solo los más fuertes y, aparentemente, los más interesados advenedizos. Sin embargo, no solo encontramos, dentro de la gran muestra de personajes de la novela, individuos dispuestos a pisar al más débil con tal de subsistir en aquella perentoria situación. También hay personas con corazón, con espíritu solidario, aunque en algunos casos, les lleve a la incomprensión o incluso a la tumba. Con todo, Jim tomará buena nota de todos ellos, en su crecer en la supervivencia, apostando por cierta postura insensible pero que, sin embargo y según las circunstancias, su sentimiento y caridad destellan de vez en cuando, ante situaciones desesperadas.

Este joven luchador, logra mantenerse en la superficie de un entorno casi infrahumano, no solo a base de buen ojo y su espíritu de supervivencia, sino que además, subsiste en un universo paralelo mental, del que el autor, J. G. Ballard nos da buena muestra por sus sueños, generalmente relacionados con su amor por la aviación. Conforme pasan los años, varias y recurrentes constantes vuelven a su mente. Por un lado, el pensamiento inalterable por encontrar a sus padres. Esta premisa es una de las grandes razones por las que sobrevivir en el terror a la falta de comida y a las enfermedades. Por otro, su personal idea de la guerra, concepto casi apocalíptico con el que autor argumenta su sinsentido y las consecuencias terribles sobre los civiles que la sufren. Esta novela se basa en buena parte en las experiencias del Ballard durante la Segunda Guerra Mundial, y son claras las concordancias con la dura situación que sufrieron los prisioneros británicos, tras declaración de guerra de Japón. La imagen terrible de las condiciones infrahumanas de los campos de concentración o las largas marchas a pie, sin apenas alimento ni agua, que miles de prisioneros tuvieron que realizar en diferentes fases de la guerra, están magníficamente narradas en sus páginas. Además es testigo del terrible trato y el asesinato masivo realizado por los japoneses sobre la población china.

Lo que más me ha llamado la atención de la novela es la interiorización de protagonista ante las diferentes fases que se suceden a lo lardo de aquellos años y los distintos compañeros de viaje con los que coincide a lo largo de ellos, vivencia vital que es constantemente interrumpida por sus ensoñaciones y su fiel amor la aviación, los cazas y bombardeos que cruzan el cielo de tan desolado territorio, como algo subyacente que siempre está presente, pero escapa a su control más consciente. El crecer en el camino pasa por ser abandonado en múltiples ocasiones y por abandonar a los caídos desfallecidos por el hambre, la sed o la enfermedad a lo largo de su paso por los campos de concentración o las largas marchas hacia quién sabe donde. En esos casos, la lectura de ciertos párrafos, exhala el horrendo olor de la muerte, la suciedad y el abandono, provocando al lector una extraña sensación de realidad, frente a la huida hacia adelante del joven Jim. Su madurez aprendida con el tiempo, caiga quien caiga, es su guía en su supervivencia. 

La narrativa de Ballard, a veces desgarradora, aporta en las páginas de la novela, verdad, sufrimiento, esperanza y crueldad, todo ello de la mano de un protagonista complejo, siempre acompañado de una pléyade de personajes, con las que comparte una parte de su viaje vital, con la idea simple pero fundamental por sobrevivir. Estamos pues, ante una novela en la que los valores humanos juegan al equívoco, mostrando la inevitable necesidad de subsistir frente al insalvable herido de muerte. La expresividad y realidad en la descripción de los hechos y los pensamientos de Jim, se conjugan en una narrativa, que si bien resulta a veces reiterativa como la monotonía de los días en el transcurrir de la vida de los prisioneros, también insufla de sentimiento y esperanza un texto centrado en un paisaje de muerte y crueldad, en la carrera por la supervivencia del protagonista. Magnífica novela.