Dos premisas previas respecto al autor y a la localización de la novela antes de entrar en la reseña que hoy presento. Primero, un apunte sobre Adrian Goldsworthy. Historiador y ensayista especializado en la antigua Roma, sus estudios realizados alrededor de las legiones romanas, sus líderes y conflictos llenan su currículum de títulos tan interesantes como divulgativos, como son, por ejemplo las biografías de Julio César y Augusto o su último ensayo publicado en España en 2017, titulado Pax Romana. Ésta que hoy reseño es su primera novela. Segundo, apuntar algún dato sobre Vindolanda, fuerte romano que da título a la novela. Situado al noreste de las Islas Británicas es uno de los enclaves construidos por el Imperio Romano en la segunda mitad del siglo I d.C., antes de la construcción del Muro de Adriano, edificado para controlar el la frontera norte con las tribus que allí estaban establecidas.
El autor nos sitúa en la línea fronteriza del Imperio con el norte de Britania durante la llegada al poder del nuevo emperador Trajano. Su delegado y representante en la zona, Neratio Marcelo, todavía no ha llegado al territorio y las legiones viven en relativa paz. Sin embargo esta situación de cambio de poder parece propiciar cierta inestabilidad en aquellas tierras. El ataque a un fortín romano y a la escolta de la esposa de un importante tribuno de origen bátavo, hacen que las alarmas salten en la frontera en previsión de una rebelión de las tribus norteñas. A esto unimos la inicial inestabilidad en el liderazgo del Imperio y los resquemores de ciertos sectores hacia la persona del nuevo emperador. El protagonista de la novela, el centurión de auxiliares Ferox, un siluro al servicio de Roma, se involucra en el asunto al ser responsable de la seguridad en la zona y, junto al jefe de exploradores brigantes Vindex, se enfrentará a un territorio a punto de levantarse en armas.
Adrian Goldsworthy se entrega en cuerpo y alma a ambientarnos y situarnos en la novela a base de aplicar en el texto sus conocimientos sobre el mundo romano y la creación de unos personajes bien construidos. Su dominio del periodo es impresionante, sobre todo teniendo en cuenta que su especialidad dentro del mundo romano es Britania. La novela toma como base los restos encontrados en el yacimiento de Vindolandia, donde se han encontrado gran número de utensilios y herramientas, y sobre todo un importante número de tablillas de madera con textos originales, algunos de los cuales son perfectamente legibles, que aportan mil y un datos sobre la vida cotidiana en la frontera. De esta información Goldsworthy ha aprovechado los nombres de personajes reales para introducirlos en la novela, como por ejemplo, Sulpicia Lepidina, Claudia Severa o Favio Cerialis. A partir de estos datos y reconstruyendo un hipotético, aunque posiblemente fundamentado, levantamiento de las tribus britanas del norte, el autor crea unos personajes y una trama plena de tensión, suspense y batallas. Por supuesto, estas últimas, y por ser el autor un gran conocedor de las legiones romanas y su estructura, están perfectamente construidas y narradas, como sucede de igual manera con la descripción de la vida, costumbres y localizaciones en aquel territorio defendido por unos cuantos reductos y fortificaciones, ocupado por un puñado de legionarios y auxiliares provenientes de diferentes zonas del Imperio y fieles a Roma.
Quizás el autor sufre un hándicap, heredado de su prolífica carrera como historiador y ensayista. Quiero decir que el ritmo de la novela, esencialmente en el primer cuarto del libro, sufre de la inclusión de ciertos párrafos explicativos de la historia y la estructura militar de la zona, que hacen que la narrativa resulte en algunos momentos falta de estructura lineal y cierta agilidad. Aún con todo, conforme avanza esta situación se reconduce a la dinámica novelística construida alrededor del centurión Ferox. Por otro lado, me sorprende también en ese primer cuarto de la novela, un excesivo uso de comas y la aparición de algunas frases y párrafos construidos con una estructura espesa que a veces dificulta su sentido. Todo ello quizás sea problema de la traducción o la edición... No conozco el texto original y por tanto tampoco puedo analizarlo comparativamente.
Con todo, conforme avanza la novela, su ritmo y narrativa van cogiendo ritmo reconduciendo al lector hacia una auténtica aventura en la que se nos hace partícipe de las dificultades y peligros que afrontan las legiones allí acantonadas, frente a las tribus britanas dominadoras de aquellos valles, lideradas por la magia de los druidas y reyezuelos sedientos de sangre romana. Mi sensación al terminar la novela ha sido la de tener ganas de leer más sobre los protagonistas y la situación de aquellas tierras fronterizas. Esto no es casualidad, ya que Goldsworthy plantea la novela como la primera entrega de lo que parece ser una saga en ciernes y que en Inglaterra ya se ha publicado un volumen más. Así que no me queda más que decir que, a cuenta de algún defectillo inicial rápidamente solventado, me ha gustado la experiencia de viajar a la Britania del siglo I d.C. y estoy deseando leer mucho más sobre la vida del centurión Ferox en aquella frontera septentrional del Imperio Romano.