La semana pasada se celebró en Pamplona la IV edición de "Pamplona Negra", semana dedicada a la novela del género negro y policiaco, organizado por Fundación Baluarte y coordinado hasta este año por el escritor Carlos Bassas. A las conferencias, mesas redondas, talleres y eventos literarios, se añade una interesante oferta dedicada al cine gracias a la colaboración con la Filmoteca de Navarra. La temática de este año ha estado dedicada a los "Serial Killers" y ofreció cuatro películas del género de alta calidad. Además de la que hoy reseño, se pudo disfrutar de "El Cebo", película a la que no pude acudir, "El silencio de los corderos" y una sesión especial de "Psicosis" en la que la Orquesta Sinfónica de Navarra se hizo cargo de interpretar su bso en directo, de la que publicaré reseña este jueves. Por supuesto todas ellas fueron presentadas en VOSE y en el caso de la primera, perfectamente recuperada y restaurada.
Dirigida en 1931 por Fritz Lang, cuando todavía lo hacía en su Alemania natal, trata sobre un secuestrador y asesino de niñas y la investigación que la policía realiza para localizar su sastro. La ciudad donde se producen estos crímenes vive asustada y temerosa de lo que sucede, y la presión policial no solo resulta muy opresiva para el ciudadano de a pie, sino que además, las mafias y organizaciones de delincuentes ven que su quehacer fuera de la ley, resulta cada vez más complicado de realizar. Por ello, se organizan para encontrar y atrapar al asesino.
Muchos son los aspectos a alabar en esta producción. Por supuesto la capacidad en la dirección de un gran Lang. Su técnica a la hora de componer las escenas, manejar la cámara y mover sus personajes y extras en encuadres complejos y muy bien montados, es extraordinaria. Desde luego, todavía quedan en su metraje no pocos vestigios del no tan lejano cine mudo. La expresividad en los gestos y expresiones de los actores, como el uso de la cámara en planos muy cercanos intérpretes, junto a expresionistas encuadres de luces y sombras, conforman una película técnicamente impecable. Los hechos que se suceden, sobre todo en lo relativo a los asesinatos, no se ven, pero se imaginan, se intuyen, dejando a la imaginación los detalles, mientras las escenas transcurren en una pretendida normalidad. La impaciencia de la madre que espera a su hija al inicio de la película, el trabajo de los policías o la labor de los delincuentes que buscan al asesino, juegan con sucesiones de escenas en las que sobran las palabras y prima la acción o las miradas.
Por otro lado, es muy interesante ver como el director traslada a la pantalla tan detalladamente el trabajo policial. Parece que estamos viendo un CSI de los años treinta, tan complejo y exhaustivo como lo permiten las técnicas de la época. De la misma manera, la organización de los delincuentes bajo el mando de auténticos capos del negocio fuera de la ley, abruma por su orden, capacidad de resolución y obediencia jerárquica. Y por último, no debemos olvidar el retrato que Lang realiza del criminal. Su modus operandi y sobre todo su situación mental. El seguimiento que realiza la cámara de su reacción frente a las víctimas y la táctica de acercamiento y control sobre ellas asusta de verdad.
Pero lo que realmente me ha sorprendido de la película, además de lo dicho anteriormente, es el pretendido mensaje de la película. Por un lado, como parece que dijo el director, su intención es convencer a las familias y las madres, de que su obligación es cuidar y proteger a sus hijos e hijas. Pero además hay un claro mensaje, en referencia a la responsabilidad del asesino, en cuanto su intencionalidad y voluntariedad en la comisión del asesinato. Es decir, en clave a discernir si hay o no voluntad implícita en el hecho realizado por una persona con enfermedad mental. Y por derivación la responsabilidad ante la ley, ante un posible castigo. No destriparé el final de la película, pero la clave entre ajusticiar al delincuente con la pena máxima o atender a su pretendida situación mental, toman mucha importancia en el mensaje final de la película. Sin ir más lejos, Lang estaba en contra de la pena de muerte, y tal como nos contó en el momento previo a la película el director de la Filmoteca Navarra, cuando Goebels vio el film y comentó que era el prototipo deseado para defender esta pena máxima, el director comenzó a pensar seriamente en huir de Alemania ante la presencia cada vez más importante de un naciente partido nazi.
En definitiva, una gran película, que por cierto no había tenido la ocasión de ver antes de esta ocasión, y de la que disfruté al cien por cien. Su actualidad aún teniendo más de ochenta años esta insultantemente presente y sin duda es una de las joyas de la cinematografía europea de todos los tiempos. Muy recomendable no solo por su estética y dirección sino también por su mensaje, nada pueril ni anticuado.