Magna y soberbia lectura. "Sonámbulos" de Christopher Clark pretende, sin visionarias pretensiones, aclarar o por lo menos explicar, si así se puede expresar, la compleja y embarullada geopolítica europea en los años previos al desencadenamiento de la I Guerra Mundial. Desde un principio, apunta que su intención no es plantear al lector por qué se inició el conflicto, ni siquiera cómo. El escritor, mediante una narración pormenorizada de las relaciones internacionales y nacionales de los protagonistas del marco previo a 1914, describe con gran detalle, los intereses, sueños, conflictos y desencuentros que marcaron el inicio del siglo XX.
Son muchos los actores e innumerables las circunstancias que acontecieron durante aquellos años. El equilibrio europeo, pasaba por las estrategias de una serie de alianzas territoriales, dependencias económicas y aspiraciones coloniales. Varios epicentros marcaban la política internacional. Si no el detonante, si una de las claves de lo sucedido, fue la crisis de los Balcanes. Dos guerras previas, el sueño de una Gran Servia, la crisis del Imperio Austro Húngaro, la existencia y conflictos en Bosnia, Montenegro o Albania, el vaivén asociativo de Rumanía y Bulgaria con Rusia o el eje Austro-Alemán y como no, la continua retirada de un Imperio otomano cada vez más débil, a la que acompaña la situación estratégica de los Dardanelos, marcaron durante muchos años, la senda de lo que pasaría de ser un conflicto limitado a ese territorio, a una guerra de ámbito mundial.
Europa se movía alrededor de una serie de alianzas, que promovían un equilibrio, que conforme pasaban los años, se movían de los intereses comunes hacia los intereses propios de cada uno de los contendientes. Por un lado la Triple Alianza, compuesta por Alemania y Austro Hungría, más una Italia de la se desconfiaba plenamente, constituía su entendimiento en la centralidad de una Europa continental. En el otro lado, la Entente, formada por Francia, Rusia y Gran Bretaña, si bien estos dos últimos, desconfiaban uno del otro, imbuidos por sus conflictos en Asia Central y el dominio estratégico de los Dardanelos. Básicamente esta alianza se basaba en el entendimiento de Francia y Rusia, con una cariz básicamente económico, mientras los británicos recelaban de una Rusia cada vez más fuerte e incontrolable.
Pero fuera de estos acuerdos de diferentes países, las razones de su actuación las encontramos en sus aspiraciones dentro del tablero mundial y las manipulaciones y pretensiones de los protagonistas políticos de cada uno de los países. Presidentes, embajadores, ministros, reyes y emperadores, practicaban su política e idea de nación, conforme se producían los acontecimientos. La lucha de poder por la toma de decisiones, jugaban al amiguismo, a los intereses beligerantes o al deseo de no intervencionismo, según quién fuera el actor principal en cada momento. Curiosamente y como una de las conclusiones destacadas de este grandioso ensayo, el autor destaca la idea de que todos y cada uno de los actores en el inicio de la guerra, plantearon sus movimientos diplomáticos y militares, como movimientos defensivos frente a una posible agresión de los otros jugadores. De ahí la idea de un título en el que se refleja el sonambulismo de los líderes y los países al que representaban, la ceguera hacia unas consecuencias terribles y la incapacidad de visión de lo que al final resultó inevitable.
Los juegos de equilibrios, durante muchos años, y a pesar de las crisis surgidas en Marruecos, en Persia, incluso en las guerras de los Balcanes y la invasión de Libia por parte de los italianos, fueron considerados como conflictos controlados y localizados, a los que la actitud, la presión y control de las grandes potencias, lograron limitar sus implicaciones dentro de los territorios más o menos deseados. Como ejemplo más claro, es el momento en que Bulgaria, en la primera guerra de los Balcanes, llegó a escasos kilómetros de Constantinopla, creando un auténtico pánico en Rusia y otras potencias, frente a la posibilidad del control de los estrechos. Clark remarca el inicio de la carrera hacia la guerra en la invasión de Italia en Libia. La debilidad del Imperio Otomano, creó una inestabilidad en el mediterráneo y los Balcanes, difícilmente previsible.
En definitiva, el juego de poder económico y territorial empezaba a desmembrarse según los intereses de cada país. Austria Hungría era vista por sus vecinos como un Imperio que se debilitaba y perdía influencia entre su complicada administración dual y la complejidad que presentaban los distintos grupos étnicos de su territorio, sobre todo en referencia a los grupos eslavos/serbios. Rusia, tras los desastres en la guerra con Japón y la tensión en China, volvía su vista a los Balcanes y al debilitamiento de Turquía. Alemania, constreñida entre Francia y Rusia, buscaba participar de la política colonial, mientras Francia miraba a sus vecinos germánicos con odio y desconfianza y jugaba económicamente con Serbia y Rusia. Gran Bretaña se hacía la interesante, en un juego de vigilancia hacia Rusia y Alemania, pero vinculado por su amistad con Francia y sus compromisos con este país. Si queremos ver individualmente entre otros, el asesinato del heredero Francisco Fernando o la posible culpabilidad inequívoca de Alemania en el conflicto o la avaricia territorial y de influencia de Rusia en los Balcanes, como los únicos detonantes de la guerra, pecaremos de una mirada estrecha y limitada. Precisamente, el ensayo de Clark realiza una mirada global, más amplia y compleja de la serie situaciones, decisiones y movimientos geopolíticos y económicos que llevaron a confluir en una terrible guerra, insospechada e inesperada por sus consecuencias, heridas y desarrollo mundial.
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