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miércoles, 19 de junio de 2013

"El show de Truman"

No voy a engañaros. “El show de Truman” es una de mis películas favoritas de la década de los 90. La dirigió en 1998, Peter Weir y la protagonizó, posiblemente en su mejor papel hasta ahora, el histriónico y casi siempre insoportable, Jim Carrey. Su argumento es bien conocido por los aficionados al cine. Una productora de televisión adopta a un niño recién nacido y crea a su alrededor un modelo de vida y un entorno completamente artificial, a base de decorados y actores, con el fin de televisar los acontecimientos de su vida, sin que él lo sepa. A lo largo del tiempo este niño se hace adulto y es tal la fama y el éxito del programa de televisión, que se ha convertido en un evento de proporciones incalculables. Pero llega un momento en que la vida de Truman, se vuelve excesivamente rutinaria, le aburre, y la propia curiosidad de individuo le lleva a querer salir de la vida monótona de su entorno, todo lo cual, pone en riesgo la continuidad del programa más visto del planeta. 

Peter Weir, logra con esta película hablarnos de como se puede manipular a las personas, deshumanizando todo su alrededor y convirtiéndolo en un mero producto televisivo, con el único fin de lograr audiencia y muchos ingresos. Se realiza una crítica mordaz a la moda de los programas de “Gran Hermano” tan famosos a finales de los años 90. Para ello y utilizando la tragicomedia, el director nos introduce en la vida del protagonista, cuyos acontecimientos vitales, han formado parte del guión de su vida, manipulándola a lo largo de las 24 horas diarias para conseguir un único fin: audiencia. El día a día de Truman está salpicado de anuncios y publicidad, que van apareciendo a lo largo de sus quehaceres diarios. Sin embargo varios factores cambiarán en su vida. Por un lado su deseo de viajar. Por otro, una serie de accidentes o errores de producción en el programa televisivo, que llevarán a situaciones hilarantes y alertarán al protagonista ante la realidad de su vida. 
El guión es extraordinario, lleno de dobles mensajes, que propone una serie de preguntas sobre la intervención de la televisión en nuestra vida, la manipulación de las personas y el poder del individualismo frente al control externo, en este caso de la productora televisiva. Los actores están muy medidos y controlados. Unos papeles que podrían resultar excesivamente esperpénticos, mantienen el equilibrio gracias a la inestimable labor del director, sin duda, uno de los mejores del momento. Jim Carrey borda su actuación, jugando con un perfil casi infantil, del personaje manipulado y por otro, ese carácter aventurero y rebelde que termina saliendo a relucir a lo largo de la película. Laura Linney y Ed Harris, interpretando a la ficticia esposa y al productor creador del programa, se identifican estupendamente con sus personajes. 
Una película con gran profundidad crítica, cuyo envoltorio resulta una estupenda comedia, pero que en su trasfondo supura drama. Una película que aboga por la independencia del individuo, frente al poder casi intimidatorio de la televisión que nos lleva a actuar como borregos a lo largo de la vida. Un cuento de miedos, héroes, princesas y villanos actualizado al siglo XX, donde la magia es sustituida por la televisión.