Una voz en off comienza a
contarnos la historia que nos hará envolvernos de los excesos, miserias y
deseos de la sociedad americana de los años veinte, personalizado en la figura de Jay Gatsby y los personajes que lo acompañan en la película. El joven Nick Carraway nos invita a conocer la vida
del protagonista, un rico desconocido que llega a Long Island rodeado de
riqueza, lujo y grandes fiestas, a las que acude la poderosa sociedad
americana, enriquecida por el boom bursátil de la época y que tras la
prohibición del alcohol, ha dado salida al desenfreno, cayendo en la
superficialidad de lo aparente.
Baz Luhrmann se ha lanzado a revitalizar y reinterpretar “El gran Gatsby”, el gran libro de Scott Fitzgerald, una de las grandes novelas de la literatura norteamericana. Pero además se encuentra con la tesitura de enfrentarse a ser comparada con la película que en 1974 interpretó Robert Redford, quedando en nuestra retina la imagen imperecedera del seductor actor encarnando al personaje de Gatsby. El reto era importante, pero el director se ha enfrentado a él sin miedo y con una total fidelidad a su estilo personal. El esfuerzo creo que ha valido la pena, dando lugar a una película muy personal pero también fiel a los personajes originales y transmitiendo el espíritu de la novela.
La primera parte de la película es la más identificada con el estilo personal del director. Espectacularidad en el montaje, vestuario y el exceso de las escenas que representan las fiestas que se celebran en casa de Gatsby es la firma más personal y poderosa de la forma de rodar del director de “Mouline Rouge”. La música moderna y los bailes desenfrenados, sin embargo no resultan excesivamente artificiales, dentro de la intemporalidad de la que gusta el director a la hora de plantear la banda sonora de la película. Todo estos fuegos artificiales, que para algunos resultan fuera de lugar, creo que sitúa al espectador en el mundo ideal y de excesos con el que el protagonista pretende enamorar o comprar a la sociedad del momento para lograr su objetivo, que no es otro que el de recuperar a su amada de juventud. En conclusión, todo este juego de color y sonido, planteado por Lurhmann solo es el artificio, la rampa de lanzamiento que utiliza para plantearnos la trama principal de la historia. Una historia de amor y desamor, de fidelidad e infidelidad, de promesas cumplidas e incumplidas, que se va desarrollando a partir del encuentro de los dos enamorados.
Y es aquí cuando realmente la película coge altura interpretativa. Donde eL director, abandona los excesos, para dotar a la película del toque literario del que proviene e incluso, aportándole un ambiente teatral, sobre todo en tres escenas muy claramente identificadas: El reencuentro de los enamorados en la casa de Carraway y las dos escenas casi consecutivas situadas, primero en el almuerzo en casa de los Buchanan y luego en el hotel en Nueva York. En estas escenas es donde se planta la semilla de la tragedia, planteada a base de miradas, frases, gestos que interpretan de manera convincente el texto de la novela, dándole a la película el toque intelectual necesario para hacer de ella una notable versión.
Por otro lado es importante valorar como el director nos traslada las imágenes metafóricas que se suceden a lo largo de la película, como es la situación geográfica de las casas de los protagonistas, enfrentadas y visibles ambas en los extremos de la bahía, donde su protagonista, espera el reencuentro con la amada Daisy. O esa luz verde del faro de los Buchanan que aparece continuamente como la guía de Gatsby en su búsqueda del amor de la que fuera su amada, que desaparece tras la niebla cuando la relación se aleja y se torna imposible.
Di Caprio encarna a un creíble Gatsby, seguro dentro de su burbuja de cristal llena de riquezas y excesos, con su sonrisa perfecta y elegancia en el trato a todos y cada unos de sus invitados. Lleno de luz y esperanza en su interpretación de un hombre que lo ha logrado todo, solo para lograr su único fin, recuperar el amor de su amada, pero con el autoengaño de querer borrar todo lo que él no ha representado en su vida. Y será esto lo que le destruya, el hecho de que no puede recuperar el pasado, como domina el presente. Porque, a fin de cuentas, los sentimientos no se pueden comprar y la realidad de la vida es seguir hacia adelante sin mirar atrás. En definitiva Gatsby quiere seguir hacia adelante pero viviendo en un pasado que no podrá recuperar. Los otros personajes encarnados por Toby Maguire, Carey Mulligan y Joel Edgerton nos permiten completar el poker de personajes que lidian en la película. Sus papeles dentro de la complejidad que aúnan resultan convincentes en la película, realizando un trabajo de altura, trasladándonos, sobre todo el papel de Daysi Buchanan, a la inconsistencia de una sociedad que se derrumbará en el año 29, llevándose consigo todos los sueños y riquezas de un colectivo que solo ha vivido de sueños, excesos y mentiras.
Como decía, espléndida versión la realizada por Baz Luhrmann, y con unas interpretaciones de gran nivel, que nos trasladan sin tapujos el espíritu de la novela de Scott Fitzgerald. Todo un mundo de colorido, alcohol y lujos, que sin embargo esconde la realidad de una sociedad basada en la apariencia, que no da la importancia debida a los sentimientos de las personas, y que desgraciadamente solo conllevará oportunidades perdidas, llevando inevitablemente a desencadenar la tragedia final.
Baz Luhrmann se ha lanzado a revitalizar y reinterpretar “El gran Gatsby”, el gran libro de Scott Fitzgerald, una de las grandes novelas de la literatura norteamericana. Pero además se encuentra con la tesitura de enfrentarse a ser comparada con la película que en 1974 interpretó Robert Redford, quedando en nuestra retina la imagen imperecedera del seductor actor encarnando al personaje de Gatsby. El reto era importante, pero el director se ha enfrentado a él sin miedo y con una total fidelidad a su estilo personal. El esfuerzo creo que ha valido la pena, dando lugar a una película muy personal pero también fiel a los personajes originales y transmitiendo el espíritu de la novela.
La primera parte de la película es la más identificada con el estilo personal del director. Espectacularidad en el montaje, vestuario y el exceso de las escenas que representan las fiestas que se celebran en casa de Gatsby es la firma más personal y poderosa de la forma de rodar del director de “Mouline Rouge”. La música moderna y los bailes desenfrenados, sin embargo no resultan excesivamente artificiales, dentro de la intemporalidad de la que gusta el director a la hora de plantear la banda sonora de la película. Todo estos fuegos artificiales, que para algunos resultan fuera de lugar, creo que sitúa al espectador en el mundo ideal y de excesos con el que el protagonista pretende enamorar o comprar a la sociedad del momento para lograr su objetivo, que no es otro que el de recuperar a su amada de juventud. En conclusión, todo este juego de color y sonido, planteado por Lurhmann solo es el artificio, la rampa de lanzamiento que utiliza para plantearnos la trama principal de la historia. Una historia de amor y desamor, de fidelidad e infidelidad, de promesas cumplidas e incumplidas, que se va desarrollando a partir del encuentro de los dos enamorados.
Y es aquí cuando realmente la película coge altura interpretativa. Donde eL director, abandona los excesos, para dotar a la película del toque literario del que proviene e incluso, aportándole un ambiente teatral, sobre todo en tres escenas muy claramente identificadas: El reencuentro de los enamorados en la casa de Carraway y las dos escenas casi consecutivas situadas, primero en el almuerzo en casa de los Buchanan y luego en el hotel en Nueva York. En estas escenas es donde se planta la semilla de la tragedia, planteada a base de miradas, frases, gestos que interpretan de manera convincente el texto de la novela, dándole a la película el toque intelectual necesario para hacer de ella una notable versión.
Por otro lado es importante valorar como el director nos traslada las imágenes metafóricas que se suceden a lo largo de la película, como es la situación geográfica de las casas de los protagonistas, enfrentadas y visibles ambas en los extremos de la bahía, donde su protagonista, espera el reencuentro con la amada Daisy. O esa luz verde del faro de los Buchanan que aparece continuamente como la guía de Gatsby en su búsqueda del amor de la que fuera su amada, que desaparece tras la niebla cuando la relación se aleja y se torna imposible.
Di Caprio encarna a un creíble Gatsby, seguro dentro de su burbuja de cristal llena de riquezas y excesos, con su sonrisa perfecta y elegancia en el trato a todos y cada unos de sus invitados. Lleno de luz y esperanza en su interpretación de un hombre que lo ha logrado todo, solo para lograr su único fin, recuperar el amor de su amada, pero con el autoengaño de querer borrar todo lo que él no ha representado en su vida. Y será esto lo que le destruya, el hecho de que no puede recuperar el pasado, como domina el presente. Porque, a fin de cuentas, los sentimientos no se pueden comprar y la realidad de la vida es seguir hacia adelante sin mirar atrás. En definitiva Gatsby quiere seguir hacia adelante pero viviendo en un pasado que no podrá recuperar. Los otros personajes encarnados por Toby Maguire, Carey Mulligan y Joel Edgerton nos permiten completar el poker de personajes que lidian en la película. Sus papeles dentro de la complejidad que aúnan resultan convincentes en la película, realizando un trabajo de altura, trasladándonos, sobre todo el papel de Daysi Buchanan, a la inconsistencia de una sociedad que se derrumbará en el año 29, llevándose consigo todos los sueños y riquezas de un colectivo que solo ha vivido de sueños, excesos y mentiras.
Como decía, espléndida versión la realizada por Baz Luhrmann, y con unas interpretaciones de gran nivel, que nos trasladan sin tapujos el espíritu de la novela de Scott Fitzgerald. Todo un mundo de colorido, alcohol y lujos, que sin embargo esconde la realidad de una sociedad basada en la apariencia, que no da la importancia debida a los sentimientos de las personas, y que desgraciadamente solo conllevará oportunidades perdidas, llevando inevitablemente a desencadenar la tragedia final.