Sin duda, la primera temporada de la serie The White Lotus ha sido, en mi opinión, de lo más sorprendente que me he encontrado durante 2021 en las plataformas televisivas. Si bien me parece una serie de calidad, no hago referencia ello, cuando digo sorprendente, sino más bien a la manera en que la producción se acerca y presenta un escenario convincente para desarrollar las circunstancias, penas y vidas de una serie de personajes encuadrados en unas facetas personales que no son nada del otro mundo, pero que, sin embargo, se muestran al espectador de una manera un tanto especial.
Estas personas viajan a un lujoso complejo hotelero en Hawai. Una pareja de recién casados, una matrimonio con dos hijos a la que se ha unido en el viaje una amiga de la hija mayor, y una soltera de cierta edad que traslada las cenizas de su madre recién fallecida, llegan en el mismo barco a la playa que sirve de recepción, donde les recibe el gerente del hotel y, entre otras personas, la encargada del servicio del spa del complejo. Todos ellos irán mostrando ante el espectador la situación personal de sus vidas y su relación entre ellos mismos. Precisamente uno de los puntos fuertes de la serie es que, poco a poco, se nos van presentando los puntos fuertes y los puntos débiles de todos los protagonistas. Hasta tal punto de que no es difícil llegar a reconocer entre sus características y formas de ser, puntos en común con la vida de uno mismo o de algún conocido que se haya cruzado en nuestro camino.
Durante el desarrollo sinuoso, pausado, pero también imparable de la estancia de los personajes, el espectador va descubriendo junto a ellos, su manera de ser, su respuesta ante los problemas personales, conyugales, familiares o su experiencia con la propia soledad. Algunos de ellos, sufren una metamorfosis vital mientras pasan sus vacaciones o sus días de trabajo en aquel lugar privilegiado. Otros no lo consiguen en su propio egoísmo existencial. Pero todos ellos, sufren en sus carnes un cambio en sus vidas, a mejor o a peor, pero un cambio que quizás marque su futuro. A veces, y según que situaciones, se enfrentan a situaciones conflictivas. En otras ocasiones, una luz de liberación se abre ante ellos. Incluso, otros se verán empujados inexorablemente a tomar decisiones inesperadas y llevadas por reacciones menos sopesadas de lo que cabría esperar. La cuestión es que todos ellos ven surgir ante ellos una nueva visión de sus vidas, llevándolos, a ritmo de playa paradisiaca, a tomar un camino u otro en sus vidas.
The White Lotus es una gran tragicomedia, en tanto en cuanto, la vida de los protagonistas se ve zarandeada por situaciones de comedia y drama, de manera alternativa e inesperada. Tiene escenas totalmente hilarantes, mientras que en otras se masca el drama. Sus protagonistas ofrecen interpretaciones interesantes. A mí, particularmente, me han gustado las interpretaciones de Steve Zanh, Connie Britton o Jennifer Coolidge. Pero el que se lleva la palma, por su peculiar representación del gerente del hotel, es el para mí desconocido Murray Bartlet. Su papel denota las miserias y ventajas de quien debe regentar un hotel de alto standing y atender las demandas y los gustos de los turistas que visitan su establecimiento. Magnífico de principio a fin, es el colofón de una una serie que va de menos a más, desarrollándose conforme se presentan sus protagonistas ante el espectador a ritmo de vacaciones, en un entorno en donde si bien se busca el descanso vacacional, puede hacer aflorar lo mejor y lo peor de las personas.
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