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lunes, 6 de diciembre de 2021

"El final de la cuerda" - Joseph Conrad

El viejo capitán Whalley es un lobo de mar cuyo nombre es conocido y reconocido en las rutas de los mares de oriente. Su clipper era famoso por su versatilidad y su comandante, y ambos eran especialmente respetados en todos los puertos donde tocaba tierra. A lo largo de los años ha ido invirtiendo su capital en uno de esos emporios que dominan el mercado y sustentan la economía de unos pocos. Sin embargo, la quiebra de esa empresa justo cuando iba a abandonar su vida de marino, le ha llevado a buscar un nuevo navío en el que cumplir con honor sus misiones y acaparar un dinero para que su hija pueda tener un futuro estable. Serán sus travesías en un viejo vapor, travesías que se repiten cada mes durante tres largos años, las que marquen el futuro de este capitán de honor y buen porte, al que la edad no perdona, para ahondar más en su preocupación por dejar cierto capital a su joven y recién casada hija.

De nuevo Joseph Conrad acoge en sus páginas la vida de un hombre de mar, hecho a sí mismo y estimado allá donde para. Y de nuevo, el autor llena su vida de preocupaciones y pensamientos que le hacen preguntarse por su existencia, su destino y su honor, no solo a lo largo de los años, sino también, ahora, en su edad avanzada y como marino en ejercicio. Un mísero y decadente vapor es el suelo que pisa en los últimos años, acompañado de una serie de peculiares y oscuros personajes, quienes aspiran en la vida a destinos opuestos al del capitán. Conrad, como suele ser habitual en él, realiza una poderosa descripción de los interesantes y complejos personajes de la novela. Los define al milímetro, en sus bondades, a veces escasas, y en sus maldades y miserias, más abundantes de lo deseable. Cada uno de ellos representa en el vapor un puesto, una vida y unas esperanzas en un destino que buscan, más que al que esperan. A estos imprescindibles hombres que acompañan al capitán en el barco, se une en la novela, un emprendedor aventurero, con el que Whalley compadrea, pero al que, por respeto a sí mismo y a su desventura, no cuenta los complejos problemas que surgen en su última travesía.

Además de los personajes desarrollados en su páginas, Conrad no duda ni ahorra una palabra en describir aquellos parajes y paisajes que van apareciendo a lo largo y ancho del libro, en especial, conforme el cansado y sufriente vapor, surca los mares en su ruta. No es una mera descripción hierática y falta de vida, la que realiza sobre ellos, sino que, con poética y ritmo, con pasión y solvencia, descubre poco a poco y con gran detalle, aquellos lugares que, sin duda, el propio autor descubrió en su época de marino. La pasión con la que los describe, hace que nos lleguen aromas, colores y sonidos que visten con todo lujo de detalles aquellos exóticos y lejanos paisajes. Si bien puede que a algunos lectores, tal profusión en la descripción les pueda resultar algo forzada o cansina, en mi caso ha conseguido subyugarme por la pasión destilada en sus líneas. Particularmente es un tipo de narrativa que necesita de cierta atención y paciencia, pero en su caso, siempre termina dejándome un largo y poderoso poso de imágenes que, unidas a los únicos y memorables personajes, llenos de humanidad, en su perversidad y en su propia personalidad, dibuja un rotundo universo en el que Conrad siempre se ha desenvuelto a las mil maravillas. 

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