Hay películas a las que uno se lanza como un poseso para verlas en cine y hay otras que las dejas pasar y pasan desapercibidas por la gran pantalla. Son algunas de estas últimas a las que sin saber cómo, uno se queda enganchado ante la televisión cuando se te cruzan por el camino de paso por los sugerentes canales de pago. María Magdalena tenía números de sobra para crear curiosidad al aficionado cinéfilo medio. Su director, Garth Davis y sus protagonistas, Rooney Mara y Joaquín Phoenix son suficiente garantía para tomarse en serio una película que, sin embargo y debido a su temática pasó por delante mía sin apenas darme cuenta. Pues bien sea dicho, cuando comencé a verla el otro día en la televisión, poco a poco fue cautivándome tanto por su estética como por sus interpretaciones.
María Magdalena se presenta ante el espectador como una joven casadera, con cierto espíritu conciliador, en una sociedad como la judía del siglo I d.C. muy cerrada en su tradición y en la que la mujer debía obedecer los deseos, no solo de su padre sino también de los hombres de casa familiar. La decisión de casarla con un hombre de la aldea sin consultárselo, crea en ella una situación de rebeldía y desasosiego que en aquella arcaica sociedad da la sensación de actuar bajo el estigma del maligno. Con esta propuesta, el director sale de la tradición de que María Magdalena era una mujer pública o prostituta. Como todos sabemos, con la llegada de Jesús de Nazareth, María Magdalena se convierte en su seguidora y abandona a su familia, para irse con él y sus discípulos, algo por otra parte especialmente mal visto en una sociedad donde la vida de hombres y mujeres estaba especialmente delimitada. Con estas premisas, la película nos traslada a los meses en los que María es testigo directo del mensaje de Jesús hasta su muerte y resurrección.
La visión del director nos presenta a la protagonista formando parte del grupo de apóstoles en su peregrinar hasta Jerusalén, en un camino en el que será testigo de sus milagros y predicaciones, localizando a María en el entorno más cercano y fiel al mensaje renovador de Jesús. La visión como tal, varía de la tradición, para mostrar al espectador la revolucionaria presencia de María en una posición en la que aparece como la persona que mejor interpreta el mensaje de liberación y amor del que se dice Hijo de Dios, en contraposición a lo que entendían la idea del Nuevo Reino de manera diferente, como es el caso de los demás apóstoles, incluido Pedro. Sus pasos le llevarán hasta las jornadas de la muerte y resurrección de Jesús y sus consecuencias. Es aquí donde Davis muestra su personal visión del Mesías, las interpretaciones de su mensaje, la presencia de la mujer encarnada en María Magdalena en su entorno y sobre todo la consecución de la historia de la Iglesia tras la resurrección. Los tiempos han cambiado y no por casualidad, la Iglesia Católica reconoció y situó a María Magdalena en 2016, dentro del estatus de los apóstoles de Jesús reconociendo su papel cercano a su persona.
El acercamiento del director a esa novedosa visión, interesante por su aportación actual a un tema tan complejo como es la estructura de la Iglesia, su presencia en el mundo y sobre todo, la actuación de la mujer en su origen, es extremadamente elegante y respetuoso con los personajes y la impronta que han dejado en la historia de la humanidad. Su visión del personaje es tan plausible como interesante y por encima de todo, está ejecutada con primoroso gusto y una estética envolvente. Técnicamente la película goza de una estupenda fotografía, montaje e iluminación. Además la bso es una de las últimas partituras del recientemente fallecido compositor Jóhann Johansson.
Respecto a los actores, todos bien, especialmente la protagonista, espléndida en su actuación, acompañada de un coherente y contenido Joaquín Phoenix. Los secundarios funcionan bien, tanto los que encarna a los familiares de María como a los apóstoles, especialmente Pedro y Judas, los cuales disfrutan de cierto protagonismo. En ese aspecto, sin problema, ya que el guion funciona correctamente en la tesitura de la nueva visión cinematográfica de la Magdalena. Otra cosa es el ritmo de la película. Quizás su hándicap sea la parsimonia y el protagonismo del concepto visual de la cinta. Los silencios basados en los sentimientos encontrados pero liberadores de la protagonista, junto al mensaje y la predicación de un Jesús de Nazareth tan humano como como divino, en su función de Mesías sacrificado, hacen de la cinta, un tanto reconcentrada hablando, algo que pueda cansar al espectador. Sin embargo en mi opinión la película cala hondo en su espiritualidad y nueva visión de los primeros seguidores de Jesús y su mensaje renovador y casi revolucionario. Además visualmente es un maravilla. Es cuestión de asimilar un ritmo acorde con el concepto cinematográfico del director...