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martes, 13 de noviembre de 2018

"Infiltrado en el KKKlan"

Spike Lee lleva años sin ofrecer un film de altura. Su última película a considerar, siempre desde mi humilde opinión, fue "Plan Oculto" dirigida allá por el año 2006. Desde entonces, quitando el asimilable remake de "Old Boy", su producción está compuesta de varios documentales y un par de flojas y casi desconocidas películas. Sin embargo, parece que la situación política de los EEUU con la presidencia de Donald Trump, la presencia de graves tensiones sociales a nivel político y de ciudadanía, además de cierta crisis de identidad provocada por la polarización de posturas en su país, ha hecho que recuperemos, en cierta manera, la vis crítica y cinematográfica del director afroamericano. Y lo ha hecho de la mano de una amarga y sarcástica comedia situada en los años setenta, en pleno auge de los derechos civiles y lucha de la población negra por adquirir sus derechos, en contraposición a la presencia nada desdeñable del Ku Klus Klan y su defensa de la supremacía blanca.

La trama gira alrededor de un joven negro recién admitido en el cuerpo de policía de Colorado Springs. Después de comprobar de primera mano como sus mandos ordenan vigilar con intensidad y no poco resquemor a la ascendiente comunidad negra, un día decide llamar para pedir información, al teléfono del KKK que aparece en el diario local . Sin comerlo ni beberlo se encuentra en disposición de entrar a formar parte de la asociación, para lo cual tendrá que contar gracias a la ayuda inestimable de sus jefes, un operativo para introducirse, de la mano de un compañero blanco y judío que se hará pasar por él, en la estructura local para su investigación. Es aquí cuando la dinámica de la película se nutre de toques de comedia negra, película de suspense y contundentes mensajes antiracistas y reivindicativos.
Spike Lee afronta de manera sarcástica la realidad de la estructura y bases que forman el KKK, su modus operandi así como su presencia constante en la sociedad norteamericana. Y lo hace aportando no tanta comicidad como pudiera pensarse en un primer momento. Me explico, es cierto que el sarcasmo y la comedia casi surrealista invade la cinta, sobre todo en lo que representa la presencia del agente negro en las conversaciones telefónicas con los representantes de la organización, sin embargo es tal la cruel realidad que representa, que la carcajada deja paso a la sonrisa cómplice y a veces amarga del espectador. Su comedia es negra, no por el tono de la piel, sino por el trasfondo de una sociedad lacrada por el racismo y la violencia, algo que desgraciadamente todavía fluye en el territorio norteamericano. Precisamente Lee no deja pasar la ocasión de instrumentar la cinta como un medio de crítica a la actual presidencia de Trump y sus consecuencias en la sociedad. No es casualidad que tanto en la primera hora de la película como en su parte final, el director ocupe tiempo y espacio para que en boca de dos personajes de color y en sendos discursos reivindicativos, apunte su persistencia en pro de no olvidar la situación histórica de una sociedad racista en la que la población negra ha sido castigada y criminalizada a lo largo de los siglos, además de su oferta beligerante para enfrentarse en la actualidad a esa situación. En este caso Spike Lee recupera su rol defensor del BlackPower y de la fuerza de la sociedad negra tal como hizo en su película "Malcom X".
La película, en mi opinión, resulta algo irregular, sobre todo en sus estructura. La introducción de discursos antiracistas y reivindicativos, desluce la línea argumental de la trama, aunque entiendo que la intención es instrumentalizar su mensaje a través de la historia casi surrealista del agente negro. Lo mejor son, sin duda, las conversaciones mantenidas por los policías en la preparación del montaje de la infiltración en el KKK, así como los diálogos telefónicos entre el agente y los miembros de la organización. Es aquí cuando se trasluce por medio de la comedia más sangrante la problemática real de un país ideológicamente y profundamente dividido. Como siempre estos diálogos son el punto fuerte de las películas de Lee y no deberían dejar impasible al espectador. Por lo demás, los actores resultan acertados, especialmente los dos policías que en sus diferentes roles encarnan al agente infiltrado. John David Washington y especialmente Adam Driver se complementan a la perfección en sus personajes, plenos de compromiso y, a veces, dudas en su pertenencia a la minoría negra y judía. Por último no desdeñar el interesante trabajo de los actores que encarnan a los miembros del KKK, especialmente Jasper Paakkonen, Ryan Eggold y Topher Grace. Y por cierto, al loro con el conjunto de canciones elegidas para acompañar la película.