Se cerró la trilogía ibero/cartaginesa escrita por Arturo Gonzalo Aizpiri y de qué manera. Este tercer título cierra un viaje histórico y épico por las tierras iberas y celtíberas, en un momento clave en la presencia de Cartago en la península. De la mano de Gerión, su protagonista, bajo quien Ólcades y Oretanos sufren la presencia cada vez más intervencionista de los cartagineses liderados consecutivamente por Amilcar Barca, su yerno Asdrubal y su hijo Aníbal, el autor ha llevado de viaje al lector a lo largo de un enriquecedor proyecto literario abordado con grandes tintes de interiorización en la cultura ibérica. En esta última entrega, Aníbal Barca toma el relevo de su cuñado Asdrúbal en su pretensión por controlar a los pueblos peninsulares. Su siguiente paso, enfrentarse a la creciente Roma. Pero antes deberá afianzar el territorio, sojuzgando a las tribus que año tras año se enfrentan al ejército invasor. De una manera u otra, ya sea con la ayuda de tratados o de victorias, la presencia y la estrategia militar de Aníbal, define el sino de quienes se aferran a sus tierras, tradiciones y alianzas.
"La cólera de Aníbal" nos presenta la novela más madura de Arturo. Sus páginas no solo plantean al lector la disyuntiva de los que se enfrentan, cartagineses y iberos/celtíberos, sino que profundiza en los sentimientos de unos y otros por afrontar un destino ineludible. Por un lado, Aníbal evita dar la impresión de querer entronizarse y crear una dinastía cartaginesa en la península, pero sus actos y alianzas, los designios de los dioses y las ceremonias religiosas parece que lo conducen subconscientemente hacia ese camino. Por otro lado, Gerión y los suyos ven como sus fronteras desaparecen y se diluyen, provocando que deban tomar decisiones duras para el futuro de su pueblo. Ambos destinos chocan irremediablemente. Las victorias pasadas de unos, ya no significan nada frente a la potencia militar de los otros y el destierro y el enfrentamiento definitivo ya son imposibles de evitar. Y todo esto lo narra Arturo, con un encomiable tono casi alegórico, y con tintes románticos y evocadores, definidores de un cambio crucial en el transcurrir en la historia de los pueblos peninsulares, de aquellas tribus que no quisieron padecer la dominación del cartaginés, enfrentándose a un oscuro destino. Las escenas narradas tan esplédidamente, en las que Olcades y Oretanos deben salir de sus tierras son tan evocadoras y tristes, que merecen ser releídas una y otra vez.
La novela aglutina un buen número de personajes, unos claves para la historia que cuenta y otros como meros testigos en su papel de secundarios imprescindibles que, a fin de cuentas y en su finalidad, aportan el sentir de quienes sin protagonizar las tramas, forman parte ineludible de unos hechos que aglutinan a pueblos, mentalidades y deseos. La acción militar de Aníbal une gentes y pueblos bajo su liderazgo, pero también separa clanes y tribus en su afán de supervivencia. Arturo, un romántico empecinado del pasado ibérico peninsular, se inclina por los resistentes y convierte la narración en un viaje épico, de ida y vuelta, en la huida hacia un destino inevitable. Esta intención del autor viene acompañada de una narrativa rica en lenguaje, extensa en mensaje y profunda en historia. Las vivencias de Aníbal y Gerión caminan paralelas en evocación e intereses propios. El cartaginés, conquistador y militar, deberá atender su presencia en Iberia asimilando ciertas tradiciones nativas, como desarrolla Arturo en sus escenas relativas al encuentro con Imilce y su posterior boda. Este apartado es tan evocador como embriagador. El lector casi siente los olores y la presencia del ceremonial religioso gracias al amplio conocimiento histórico y arqueológico del escritor, trasladando su visión a la palabra con un amplio recorrido narrativo y descriptivo. De la misma manera y de la mano de Gerión y los suyos, comparte con el lector con mano firme, la rabia de la guerra perdida y el terrible destierro antes del enfrentamiento final con el cartaginés, trasladando negro sobre blanco, la tristeza del camino recorrido y la vivencia del romántico recuerdo de tiempos mejores. Arturo nos embauca, nos traslada a la época casi de manera embriagadora.
Solo un pero a la novela. Algo que me ha sacado repetidamente de este maravilloso viaje al pasado. Una decisión narrativa que si bien entiendo su sentido como medio introductor y de guía a la historia presentada, ha desviado mi atención de la singladura y vivencia de ambos protagonistas y sus pueblos. Me refiero a la presencia del narrador Bobdal. Este personaje cartaginés es quien, junto al ibero natural de Helikon llamado Argonio, presenta al lector, desde el futuro, la última epopeya del enfrentamiento de ambos pueblos. Su intervenciones, aunque cortas y bien fundidas en el texto, me sacan de la narración principal, despertándome sin remedio de la evocadora aventura vital en la que como lector acompaño a Gerión y Aníbal. Un instrumento elegido por el autor y conocido por los lectores habituales del género, como un elemento narrativo habitual de la novela histórica más clásica, pero que en mi humilde opinión, lastra un poco la maravillosa y evocadora historia que se plasma en sus páginas. Aún con todo, el autor, utiliza formalmente bien esta herramienta, con rigor y acierto narrativo. Cuestión de gustos y manías del reseñador.
"La cólera de Aníbal" es el gran colofón de la trilogía de Arturo Gonzalo Aizpiri. Una historia crepuscular en la que se presenta el declive de algunos de los pueblos libres ibéricos, enraizados profundamente con su tierra, frente al orgulloso invasor, continuador de una estirpe de conquistadores y al que todavía le espera un largo camino hasta alcanzar su destino y un lugar en la historia con nombre propio, Aníbal Barca.