El número 31 de la sección que Desperta Ferro dedica a la Historia Moderna, cierra con el año la trilogía que ha plasmado con gran detalle la invasión de Rusia acometida por napoleón en 1812. Junto al artículo del número protagonizado por los polacos de Napoleón, en el que se narra la batalla de Berezina, se conforma un completo abanico de artículos que trasladan al lector la campaña rusa desde inicio a fin, concluyendo con la terrible y mortal retirada de los franceses y sus aliados a lo largo último trimestre de 1812, objetivo trascendente del ejemplar que hoy reseño.
Por supuesto, todo empieza cuando Napoleón llega y ocupa Moscú. La retirada rusa de la ciudad, la estancia ociosa de las tropas francesas en la capital y la espera infructuosa de la petición de una tregua por parte de Alejandro, unido a los incendios desatados en la ciudad, son algunas de las razones que hicieron que, un mes después, se ordenara la retirada. Napoleón había organizado realizar un avance en retroceso hacia el sur de Moscú, con la idea de alcanzar zonas no asoladas por la marcha de su ejército. Sin embargo los rusos, tal como nos muestra el siguiente artículo del número, leyeron su pensamiento y programaron cortarle el camino en un punto donde se celebró la sangrienta batalla de Maloyaroslávets. Este enfrentamiento fue asumido por los franceses como una victoria. Sin embargo, el repliegue al que fue forzado a someterse, tomando nuevamente la dirección de Smolenko, fue el comienzo del desastre de una evidente y verdadera retirada. Un mes después, ambos contendientes se enfrentarían en Krasnoi, batalla descrita en otro de los artículos. Durante este mes la nieve, el frío, el abatimiento y alguna que otra derrota previa como la acontecida en Viazma, habían mermado de manera importante al ejército francés. Krasnoi provocó que la retirada se convirtiera definitivamente en una gran desbandada incontrolable, haciendo que, por ejemplo, la división de Ney desapareciera prácticamente de la faz de la tierra. Interesante la discusión sobre la oportunidad perdida de Kutuzov de rodear y embolsar a los franceses, para determinar una total derrota. Aún así, Napoleón estaba abrumadoramente derrotado, como se explica en el artículo dedicado al mapa diseñado por Charles Joseph Minard, en el que se plasma la increíble merma de efectivos imperiales a lo largo de la invasión a Rusia, pasando de 422.000 efectivos a apenas 15.000.
Como siempre, la revista se complementa de variados y informativos artículos sobre las diferentes características y variables que se sucedieron a lo largo y ancho, en este caso de la retirada de Napoleón. Uno de ellos conforma la visión y el estudio de la guerra protagonizada por partisanos y tropas irregulares, englobadas en "cuerpos volantes", que actuaban de manera independiente, asolando la retaguardia y comunicaciones del enemigo. Estas formaciones funcionaban como grupos de partisanos, nutridos cuerpos de ejército o simplemente destacamentos de campesinos o milicias, atacando donde pudieran. De lo que no cabe ninguna, como bien se plasma en otro artículo, es la pavorosa y terrible desintegración de la Grande Armée. En él se tratan las causas, los momentos y el final de la destrucción de un ejército hasta entonces imbatido. Dos últimos artículos describen otros dos temas muy interesantes. Por un lado la labor del servicio sanitario francés y por otro la aparición en el año 2001 de la fosa de la ciudad de Vilna, en la que aparecieron miles de restos de combatientes pertenecientes al ejército francés, que fallecieron en esta ciudad, tras recorrer media Rusia entre la nieve, el hambre y la presión de los rusos.
Un número, el presente, que cierra una visión panorámica completa y certera de la campaña. Como siempre la presencia de planos y mapas descriptivos de la retirada, favorece en gran medida su entendimiento y acompaña a la perfección un número esclarecedor de la gran debacle de Napoleón en Rusia.
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