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jueves, 30 de marzo de 2017

"Camino de Perdición"

Tras su espléndido debut cinematográfico con su película "American Beauty" con la que maravilló a propios y extraños, Sam Mendes estrenó en 2002 una historia menos rompedora, más lineal, pero igualmente llena de calidad y elegancia en su propuesta. Michael Sullivan, mano derecha del Sr. Rooney, líder de un clan irlandés, durante los años de la Depresión y periodo de entre guerras en EEUU, es fiel a su protector y buen padre de familia. Durante la visita a un socio contrabandista de whisky, junto al hijo del Sr. Ronney, los acontecimientos se aceleran y se produce un asesinato, del que por desgracia es testigo el hijo de Sullivan. A partir de éste momento y debido a la inestabilidad y debilidad de el heredero del clan, la vida de Sullivan y su hijo se convertirá en una huida hacia la venganza y el acercamiento de ambos proscritos.

Debo puntualizar que en los últimos 15 o 20 años, de vez en cuando, el cine norteamericano recupera historias que nos recuerdan los años de la prohibición y las mafias, logrando realizar películas de auténtica calidad. Sin duda, es un género conocido, querido y bien tratado en una cinematografía que se toma estos temas como parte inherente a su historia más cercana. Sam Mendes quiso acercarse a esta temática, remarcando tres de los factores que casi siempre ha dominado en su carrera como director. 
Por un lado, los guiones, bien construidos, en los que los actores pueden mostrar sus dones interpretativos. Las tramas están construidas con un buen ensamblaje y dejan fluir las escenas frente a un espectador que en general termina por dejarse llevar. En este caso la historia sobre Sullivan y sus encuentros y desencuentros con la mafia, en la que se juega con la fidelidad a sus protectores y su amor a la familia, con cierto aroma conseguir hacer justicia en su persona, se junta con la historia paralela de acercamiento con su hijo, en contraposición con la relación del Sr. Rooney y su heredero. Las relaciones familiares en los irlanderes católicos, son muy robustas y forman parte de la clave de la película. El descubrimiento por parte del hijo de Sullivan, del oficio del su padre, marcará un cariño redireccionado por su huida hacia ninguna parte. Si a esto, sumamos la visión de la venganza, Mendes habrá conseguido plantear en su guión unas bases más que sólidas.
En segundo lugar, resulta clave la elección de los actores, algo de lo que el director siempre puede presumir. Tom Hanks y Paul Newman realizan unas interpretaciones medidas, sublimes... La actuación de Newman fue su última aparición en la gran pantalla y le valió la nominación a mejor actor secundario. No puedo olvidar el trabajo del joven Taylor Hochelin y la notable y desasosegante interpretación de Jud Law, casi siempre en estado de gracia.
Por último y básico en su filmografía, es el dominio de Mendes en el apartado técnico de sus película. En este caso, sin duda la fotografía es un actor principal en la cinta. Ganadora del Oscar de aquel año, el trabajo de Conrad L. Hall es brillante. Si a esto sumamos la banda sonora de Newman, un diseño de producción elegante y perfecto, y el tratamiento perfeccionista del sonido y de los efectos sonoros, tenemos un conjunto de características que solo suman a la dirección y trabajo de un gran e intimista director. Espero que tras su incursión, no del todo acertada en mi opinión, en el personaje de James Bond, Mendes vuelva sus ojos a sus orígenes para volver a presentarnos, como nos tenía acostumbrados, grandes historias envueltas en su halo de elegancia y perfección.

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