No soy asiduo asistente al teatro. Sin embargo, la oferta programada este fin de semana en Baluarte de Pamplona, resultaba de lo más atractiva por varios factores. En primer lugar la obra. "Hedda Gabler", escrita por Nenrik Ibsen en 1891, provocó en su época diferentes reacciones en una sociedad clásica y conservadora. Su visión de una mujer extemporánea, cuya mayor aportación fue la simple idea de preguntarse el por qué de su situación social, sexual y personal, en la sociedad de la época, ya es reclamo suficiente, para disfrutar del pensamiento y mensaje del dramaturgo Ibsen. En segundo lugar, la actuación de la televisiva y actriz perteneciente a una de las más importantes sagas de actores teatrales de nuestro país. Cayetana Guillén Cuervo tiene suficiente empaque interpretativo, como para atraer a propios y extraños a la presentación de la obra en Baluarte.
Hedda Gabler es una mujer recién casada, hija de militar, que acaba de volver de viaje de novios con su marido, Jorge Tesman, un joven investigador y ratón de biblioteca, que aspira a obtener el puesto de profesor en la universidad, con el que poder soportar los gastos creados por su afán de contribuir a los gustos de su nueva esposa. En su camino se cruzarán varios personajes. La tía omnipresente del joven investigador, en cuya mente no existe otra cosa que la de ver embarazada a Hedda. Una joven amiga de la protagonista, Thea Elvested, casada con un Juez de Paz, que se presenta en casa de los Tesman para contarles que ha huido de casa tras los pasos de Eilert Lovborg, antiguo amigo de Hedda y oponente intelectual de Tesman, y con quien ha iniciado una relación amorosa, encauzándolo en su vida y trabajo, y haciendo de él un hombre respetable. Estos acontecimientos y la celebración de la fiesta de despedida de soltero para homenajear a Tesman y la aparición de Lovborg con un manuscrito sobre la teorización de las civilizaciones, provocarán una serie de situaciones que llevarán a Hedda a plantearse su misma existencia y razón de vida, en un mundo en el que parece no encontrar su sitio.
Complejo el personaje perfilado por Ibsen en esta obra de teatro. Hedda, recién casada, desde el punto de vista de los ojos externos, de los que la ven desde fuera, debería ser una mujer feliz, llena y satisfecha. Sin embargo, conforme todos a su alrededor dan por hecho esta situación, ella se plantea su realidad, sus reacciones frente al matrimonio y la maternidad y su nueva vida, como algo aburrido, irreal y forzado. Con una personalidad soñadora, esta joven a la que gusta compartir en fiestas, visitas y sociedad, sin darse cuenta, ha caído en una jaula de oro, donde es adorada por su amante marido, al que respeta por encima de todo, excluyendo cualquier tipo de traición hacia su persona. El recuerdo de su pasado con el vividor Lovborg, la visita de su amante y compañera intelectual, y la situación de debilidad de su marido, dedicado a sus libros, sus tías y necesidades económicas, hacen que Hedda se plantee sus decisiones, entre ciertas sensaciones que navegan alrededor de la envidia, la soledad y la falta de libertad. Todo ello, con la colaboración necesaria del personaje del juez Brack, definitorio a la hora de que Hedda se replantee su vida, lo que llevará a este grupo humano y heterogéneo, hacia derroteros autodestructivos y de honda depresión. Un profundo ensayo teatral sobre las incoherencias humanas, las limitaciones sociales frente al deseo de libertad y albedrío, y la posición tan limitada como encorsetada de la mujer de finales del XIX.
El elenco de actores y actrices estuvo conformado por:
Hedda Gabler: Cayetana Guillén Cuervo
Jorge Tesman: Ernesto Arias
El juez Brack: Jacobo Dicenta
Eilert Lovborg: José Luis Alcobendas
Julia Tesman: Charo Amador
Thea Elvsted: Verónika Moral
Dirigidos por : Eduardo Vasco
El conjunto de interpretaciones resultó bastante redondo. Las dicciones muy claras y perfectas para un Baluarte excesivamente grande para disfrutar de una obra de teatro como ésta. Con una escenografía muy simple, formada solo por un piano y cuatro sillas, los intérpretes juegan con su movimiento y con estas sillas, para presentar al espectador las escenas de la obra, intercaladas con pequeñas piezas musicales interpretadas por un pianista ocasional. Ellos y ellas, actrices y actores, desempeñan de manera rotunda y sólida unos papeles que navegan entre sus deseos, sus deberes en la sociedad y la representación de la felicidad según cual sea su destinatario. La protagonista, Cayetana Guillén Cuervo, con una personalidad preeminente en el escenario, domina con soltura un papel complejo y digno de representar. Su dicción es fantástica y su tono de voz grave y diferente, es capaz de transmitir a la perfección sentimientos y penas. De la misma manera, sus poses y gestos en el escenario, aportan físico y realidad a esas frases teatrales que con segundos y escondidos mensajes, encuadran la realidad vital de la protagonista. Los demás actores y actrices, complementan sus actuaciones con profesionalidad y dominio en las tablas, cerrando un conjunto que transmite al espectador toda la complejidad de una obra escrita por Ibsen, que plantea al público la incoherencia, las dudas y los deseos de un ser que deambula y naufraga en la realidad que le rodea y la asfixia en la sociedad del finales del siglo XIX.
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