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jueves, 16 de octubre de 2025

"Una batalla tras otra"

Si no me fallan los cálculos, novena película del incombustible y siempre acertado director estadounidense Paul Thomas Anderson, y adaptación de la novela de Thomas Pynchon, Vineland, dedicada a los movimientos activistas enfrentados al gobierno federal en los años sesenta y setenta. Una batalla tras otra traslada a nuestro siglo XXI, la historia de una batalla impulsada en desventaja, de un grupo de personajes inadaptados y beligerantes contra las políticas del gobierno estadounidense, especialmente conservador y racialmente blanco. Y lo hace fundiendo, en las más de dos horas y media que se pasan con una vertiginosa velocidad, lo dramático y lo sarcástico de una trama que pasa por desarrollar las historias de sus protagonistas, como si se tratara de una montaña rusa de sentimientos, huidas, búsquedas, enfrentamientos y esperanzas bien intencionadas.  
La película comienza con una escena desarrollada quince años antes de la trama principal. Un grupo de activistas auto denominado el 75 francés realiza una serie de ataques a instalaciones del gobierno, entre las que se encuentra un campamento de devolución de inmigrantes cercano a la frontera de México. Es aquí donde se nos presenta a tres de los protagonistas principales de la película, y donde tiene lugar el llamativo y detonante encuentro entre la activista llamada Perfidia y el militar Lockjaw. Pivotando sobre la presencia del alocado y peculiar miembro de la organización llamado Bob Ferguson, el director presenta en apenas veinte o veinticinco minutos, este hecho y la persecución realizada por el gobierno encabezada por Lockjaw para encontrar a los miembros de aquel grupo de revolucionarios.
Una vez presentados estos personajes mediante un montaje aparentemente atolondrado y velocísimo, la trama nos lleva quince años después, a un poblado de refugiados de viejos activistas e inmigrantes donde se esconde Ferguson y su hija, en donde viven casi desconectados de la realidad que experimentó aquel grupo de activistas, especialmente él personaje interpretado por Leonardo DiCaprio. Paralelamente, un grupo del gobierno formado por una élite de ultraconservadores y racistas, cita al personaje de Lockjaw para atender su petición por entrar en su exclusivo y paranoico club. A partir de esta escena, se reinicia una persecución por encontrar a Ferguson y su hija, activando la mecha de una huida sin descanso, sin freno, en ocasiones hilarante, que llevará a Ferguson a reencontrarse con las actividades y consecuencias de su pertenencia al 75 francés quince años atrás. 
Paul Thomas Anderson realiza un film tan rompedor como imprevisible en su desarrollo, lleno de suspense, sorpresas y momentos tan dramáticos como hilarantes, presentados ante el espectador con un ritmo tan vertiginoso, que no nos recuerda en absoluto al director de aquellas fantásticas, impecables y estilísticamente tradicionales Pozos de ambición o El hilo invisible, por nombrar mis películas favoritas del director. En esta ocasión, demuestra sobradamente su capacidad por plantear al espectador una película llena de acción, como excusa para acompañarla de un profundo mensaje crítico, satírico y metafórico, además de profundamente político, sobre la situación actual de los Estados Unidos. Para ello ha decidido utilizar personajes extremos, por uno y otro lado, llegando casi a la paranoia de su situación y origen. DiCaprio presenta a un tipo que lo dio todo en la batalla activista casi por amor, por sentirse parte de un grupo, dentro de lo underground de su personaje, mientras, en el polo opuesto, el militar interpretado por Sean Penn se presenta como un radical racista y narcisista lleno de complejos y  mentiras, y en cierto modo también inadaptado en su medio, aunque bien situado por sus logros militares, aún mostrando sus debilidades mentales profundamente radicales. Ambos fueron pilares necesarios en sus puestos, aún siendo evidentemente más frágiles e instables que sus ideales. Sin embargo, hay algo que define al personaje de Ferguson. Me refiero a su amor verdadero mostrado de manera infatigable y la necesidad de defender a quien quiere y protege, por encima de sí mismo y de sus intereses. Es aquí donde el militar radical y racista, cae por su propio peso, en su búsqueda egoísta, sucia y paranoica y su persecución por lograr su objetivo. 
Paul Thomas Anderson desgrana en esta roadmovie, en este desencadenado alud de persecución y búsqueda, una serie de personajes interesantísimos, que ayudan a mostrar con acierto la historia contada. Por un lado, la presencia de Perfidia, sin ser física en casi el 80% del film, esta continuamente presente en los hechos acecidos como consecuencia de sus actos realizados durante la primera parte del film. Su alma, su espíritu, a veces incomprensible o incomprendido, sobrevuela toda la película. Por otro, éste sí mucho más físico y presente, tenemos el papel de Sensei Sergio, interpretado por Benicio del Toro, en un personaje clave en parte del film, por su presencia, por su estar tranquilo  y por su misión casi mesiánica, arrebatadora. Ambos forman parte de un plantel magníficamente cohesionado en su propuesta por construir personajes impactantes, a veces excesivos y extremistas en su presencia, pero siempre impactantes. Quizás el personaje más centrado y menos rompedor, pero también decisivo en la trama, sea la hija de DiCaprio, como resultado detonante de lo sucedido aún careciendo de la conciencia de lo que sucede a su alrededor más que le pese.
Pero esta película no sería lo que es, sin el apabullante trabajo realizado tras las cámaras y el montaje de Paul Thomas Anderson. La capacidad de seguir las secuencias con su cámara, de plantear diferentes situaciones, ya sea en interiores o exteriores, presentando siempre en el centro de las mismas a sus protagonistas, pero sin desplazar en absoluto el entorno en que se mueven y con quienes se mueven, es absolutamente brillante. La velocidad de cómo cuenta y desarrolla la peli la hace más factible y practicable dentro de lo satírico y dramático de la historia que cuenta, y esto es gracias a un apabullante montaje que encuentra su top en el film, en las últimas escenas localizadas en las largas carreteras de un desierto de los EEUU. No olvidar tampoco la soundtrack escrita por Jonny Greenwood,  tan presente e altamente hipnótica a lo largo de todo el film. Todo lo contado hasta ahora, localiza al director al frente del cine estadounidense más contemporáneo, por su capacidad de visión y análisis de un país tan peculiar como son los EEUU actuales.  


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