Mini serie adaptada del libro de Roberto Sabiano, el gran especialista italiano de la Cosa Nostra, y creada entre otros por el director Stefano Sollima, cuenta a lo largo de sus ocho capítulo el desarrollo del envío de un gran cargamento de cocaína, desde México, ciudad de Monterrey, hasta la región italiana de Calabria. Además de incluir en la ecuación al origen y al destino, la serie también sitúa en medio del acuerdo, al intermediario personalizado en una empresa naviera estadounidense. Ni es un camino fácil, ni deja de tener consecuencias para todos sus participantes, porque la cocaína y su tráfico genera poder, dinero y gloria. Y por la misma razón, las envidias, las luchas por lograr ese posicionamiento y los egos, provocan guerras intestinas, sangre, muerte y pérdidas, ante las que nadie se quiere rendir ni, por ende, perder el poder que le otorga el negocio de la droga y sus dominios.
Como decía al inicio, la trama gira alrededor de las tres partes imprescindibles para que el cargamento de cocaína realice su viaje. Por un lado encontramos a una familia de la mafia calabresa. Un anciano capo italiano decide realizar un gran pedido de cocaína para convencer de su liderazgo y mantener unidas a las demás familias que tiene bajo su sombra, en un momento en que su debilidad es relativamente manifiesta. La feliz consecución de este pedido le dará estabilidad y le mantendrá al frente de la mafia local. Sin embargo, las dudas y los movimientos de un familiar cercano, ponen en peligro toda la operación. Operación que se encarga a un clan de narcos mexicano localizado en Monterrey. Su líderes tienen infiltrado a un hombre que pertenece a los cuerpos paramilitares antidroga de la ciudad. Poco a poco, la ambición de este hombre y su capacidad de organización militar, mezclado con su ferviente religiosidad, le harán desear manejar los negocios de la droga a su manera, para lo que tendrá que hacerse un hueco en el negocio, caiga quien caiga. Y por fin, encontramos a los mediadores y transportistas del cargamento, un empresa familiar dedicada al transporte marítimo. Sin duda gente de confianza con la que unos y otros han trabajado antes, pero que las guerras internas de ambas partes, les implicarán en una carrera infernal por cumplir el contrato firmado. Todo es cuestión de fiabilidad y confianza y los errores no deben desvirtuar su compromiso mercantil. Sin embargo, las consecuencias de esa guerra implicará que los vástagos de la familia tengan que manejar unos hilos muy sensibles a cualquier cambio no deseado.
La serie se presenta al espectador como una gran producción, engalanada con actores mexicanos, italianos y estadounidenses, y unos medios importantes como para poder trasladar al espectador la magnitud de semejante empresa movida por la droga, el dinero y el poder, en los márgenes que en que se mueven cada una de las partes implicadas, siempre, por supuesto, fuera de la ley, en esta ocasión aparentemente inexistente e incapaz de lograr cerrar las heridas provocadas por el universo del tráfico de la cocaína a nivel mundial. De los intérpretes estadounidenses, que son los más conocidos para el público en general, tenemos a Gabriel Byrne en un pequeño, por extensión, papel, acompañado de Andrea Riserobough y Dane DeHaan, en el apartado empresarial naviero. Llama la atención el papel del soldado mexicano, tremendamente cruel pero también peculiarmente devoto, encarnado por un desconocido Harold Torres, en el que sea, posiblemente, el personaje que más marca su territorio y personalidad por su crueldad y frialdad. En cuanto a los italianos, destaca un fantástico Adriano Chiaramida, en la piel del viejo pero indestructible capo calabrés. Aparecen decenas de secundarios, todos indispensables en este universo de semejante magnitud, creado alrededor de la cocaína, su tráfico y la economía que mueve. Todos, principales y secundarios, están magníficos y acertados en la producción interpretativa.
La serie resulta estar perfectamente engrasada y coreografiada, mostrando tanto entretenimiento para el espectador, como pavor que rezuma, por las consecuencias de una guerra sin piedad y dirigida a poseer el control a base de hacer daño, matar y sacrificar a quien sea y donde sea. La trama es tremendamente dura y se presenta perfectamente ensamblada en las tres historias paralelas a las que une un único fin. Para unos alcanzar el poder y la riqueza, para otros mantenerlo caiga quien caiga, y para los terceros hacer cumplir su contrato y no perder negocio a futuro, tenga que hacerse lo que tenga que hacerse, ya sea a base de billetes, participación en el negocio o sangre. No caer significa supervivencia, rendirse es la muerte. Este es el negocio de la cocaína, tal como nos lo muestra en su libro Roberto Sabiano y, en ésta espléndida producción, su creador y director de sus dos primeros capítulos, el gran Stefano Sollima, también director de los estupendos films, Suburra. Roma capital de la mafia y Sicario 2. El día del soldado.
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