Alex Garland dirigió en 2024 Civil War, una extraordinaria película que inexplicablemente quedó en el olvido de los académicos en cuanto a su presencia entre las candidaturas a los Premios Oscar. Su propuesta valiente y su puesta en escena, fueron de total garantía a la hora de reconocer un producto de calidad cinematográfica, en la cimentación de una carrera corta pero muy efectiva de este director. Pues bien, el director recientemente acaba de estrenar su último film ambientado en el Irak de la segunda invasión estadounidense, allá por 2006. Un pelotón de SEALs acomete una misión de vigilancia en una población iraquí. Su presencia en la casa que toman por la noche como refugio y base, parece que ha sido rebelada entre la insurgencia de la zona. A lo largo del día se convertirán en objetivo de un ataque y asedio de la casa. Solo queda sobrevivir.
Garland dirige esta película con ayuda de Ray Mendoza, uno de los miembros de aquel pelotón. Mostrada al espectador casi en tiempo real, el director plasma la situación de peligro que sufrieron aquellos soldados al verse atacados en aquella casa por la insurgencia, sin contar apoyo externo a excepción del segundo pelotón de SEALS con el que realizaban la misión y con la complejidad asumida por salvaguardar la vida de los heridos en la emboscada. La tensión se palpa desde el mismo momento de la entrada en la casa ocupada, creciendo aún más por la mañana siguiente, cuando vigilan las calles adyacentes y comienzan a notar ciertos movimientos extraños alrededor de su posición. Cuando comienza el ataque, se producen los primeros heridos que lastran el operativo. La misión ha cambiado. Ahora el objetivo es salir de aquella casa sin más bajas, con cierto orden y sin dejar nadie atrás. Es en este momento cuando el director muestra la tremenda tensión, el miedo, el dolor y las dudas de quienes sufren las consecuencias del ataque, ya sean los mandos del grupo, los heridos, o la misma tropa que sabe que su vida está en juego y solo depende de mantener su disciplina, de su sentimiento de grupo y, por supuesto, de la ayuda exterior.
Una de las características que nutren este film es la claustrofobia mostrada en la casa asediada y rodeada de enemigos, bajo continuo fuego, los gritos de los soldados heridos graves y el miedo que se nutre de los jóvenes que defienden como pueden su posición. La cámara sale de la casa solo cuando salen los soldados en su afán por proteger su refugio, en un ejercicio cinematográfico que busca mostrar el peligro de las balas del enemigo y la situación de vulnerabilidad del pelotón. Hay que tomar decisiones claves para salvar la situación y quien debe tomarlas a veces se equivoca e incluso se bloquea, mientras otros compañeros deben tomar la iniciativa, en un caos donde la vida de los compañeros depende de la iniciativa tomada. Todo esto queda perfectamente plasmado gracias al buen hacer de Garland en un film que recuerda un tanto a otras películas, mucho más grandes en escenario, terreno operativo y consecuencias, como Black Hawk Derribado, El francotirador o 13 horas, en las que tropas estadounidenses quedan colapsadas en terreno urbano cuando son atacadas por la insurgencia armada.
Precisamente, mediante la ayuda en la dirección de Ray Mendoza, uno de los componentes de aquel pelotón, la película consigue trasladar las horas que se sucedieron en la casa con mucha fidelidad, mostrando las pautas utilizadas por los efectivos militares en aquellas situaciones, tanto a nivel de pelotón como en cuanto al uso de ayuda externa en zona urbana. Cuando falla la ayuda aérea tanto en visibilidad aportada por los drones o en el apoyo de helicópteros armados, el soldado de infantería queda a merced de la suerte y de la veteranía y formación de sus miembros, algo que queda plasmado a la perfección en esta producción. Con todo, los miembros del SEAL también son humanos y cometen errores, algo que Garland no oculta, apostando por dar transparencia total a la consecuencias que sufrieron aquellos soldados y mostrando cómo la misma preparación asumida en todos ellos no produce los mismos efectos en situación de combate real. Esto es lo que humaniza realmente esta película, más allá de mostrar el horror de la guerra y el sentimiento de compañerismo de quienes forman el pelotón.
Técnicamente el film es perfecto. La sensación de asedio en la casa, de sentirse rodeado de disparos, sangre, compañeros heridos, mucho humo y poca visibilidad, acogota al espectador en un fin buscado por el director, diestro con la cámara y en la dirección de actores, formados exprofeso por Mendoza en las tácticas de infantería de los SEALS. El resultado es notable, en una película que si bien no muestra nada nuevo, consigue involucrar al espectador en lo sucedido a aquellos soldados, implicándose en sus miserias y heridas, así como en su afán de resistencia y, sobre todo, supervivencia frente al ataque. El montaje de sonido, el uso del tiempo real en el enfrentamiento a la casa y el montaje del film logran, en definitiva, su objetivo, en esta pequeña película bélica, bien construida y filmada con gran acierto.
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