Cuatro años después del estreno de su último gran éxito, The Gentlemen, Guy Ritchie ha sorprendido a propios y extraños presentando una serie del mismo título, en la que firma como director del primer capítulo, su creador y guionista junto otros nombres de la televisión y el cine británico. Y por supuesto, teniendo el mismo título, os podéis imaginar que la trama gira alrededor del mismo tema de fondo que la película, además de plantarse en la pantalla con las conocidas características de estilo a las que nos tiene acostumbrados, casi siempre, este director.
Estando de servicio con los cascos azules, el capitán Eddie Horniman es reclamado en sus tierras de Inglaterra debido al fallecimiento de su padre, un potentado duque de la aristocracia inglesa. Al llegar, y sin ser el heredero primogénito, en el testamento recibe el total del patrimonio familiar. Al poco, descubre que en el subterráneo de una granja de su propiedad un importante mafioso tiene una gran plantación de marihuana. Tras investigar y conocer a la hija de la cabeza visible del negocio, se entera que su padre recibía un importante pago por permitir aquel asentamiento fuera de la ley. La intención de Eddie es terminar con ese pacto ilegal, para lo que tiene que atenérselas no solo con sus arrendatarios, sino también con la cabeza loca de su hermano mayor, quien no hace más que meterle en sucesivos líos que le llevan a tener que enfrentarse a más de un problema, más allá de los intereses de quienes desean hacerse con aquellos terrenos y un negocio que, en realidad, va viento en popa a toda vela.
Para ello, como decía antes, el director y creador toma la misma dirección que utilizó en la película del mismo nombre, mezclando a una aristocracia venida a menos, con el mundo de los bajos fondos y las mafias de alto standing, con una gama de personajes entre histriónicos y cerebrales, donde el humor, la violencia, la relación entre diferentes y las típicas locuras salidas de la mente de Ritchie se presentan en una serie de escenarios de lo más rocambolescos. De la misma manera, el ritmo es endiabladamente rápido y el humor sarcástico y muchas veces surrealista, impera en un guion lleno de sobresaltos, giros y pretendidas sentencias sesudas disfrazadas de seudo filosofías criminales y ventajistas.
Lo que sucede, es que la serie no llega al nivel del film con el que nos sorprendió el director británico en 2020. Su estructura es irregular y, aunque resulta muy loca y bastante entretenida, las comparaciones son odiosas. Respecto a los intérpretes, pasa algo de lo mismo. Frente a las estrellas de primera línea incluidas en el largometraje, en esta ocasión, si bien funcionan bien, Theo James, Kaya Scodelario, Giancarlo Expósito y Daniel Ings, entre otros, no le llegan a la suela del zapato a quienes interpretaron a la perfección sus papeles en la pantalla grande. Aparte de esto, merece nombrar al siempre presente en las producciones de Ritchie, Vinnie Jones, y a los veteranos de relumbrón, como Joely Richardson y Ray Winstone, siempre fantásticos. The Gentlemen, la serie, funciona bien como entretenimiento, con sus problemas de estructura en su complejo esfuerzo por mantener la temporada de ocho capítulos a un nivel alto, pero con ese estilo endiablado de su director que, si es de los que te gustan y satisfacen, hará de su visionado una divertida ocupación. Yo, la verdad, con todas sus debilidades, que las tiene, creo que si deciden preparar una segunda temporada, no me la perdería. Ahí lo dejo.
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