Unabomber es el nombre con el que se conoció a la persona que durante los años 1978 y 1995 sembró con dieciséis bombas diferentes aerolíneas y universidades de los EEUU. La serie que hoy reseño cuenta como el FBI persiguió, atrapó y encarceló a este personaje, gracias a la labor de investigación del agente Jim Fitzgerald, especialista en análisis del textos.
La serie presenta la trama intercalando flashbacks, en los que se va descubriendo el desarrollo de la investigación y los nuevos métodos propuestos por el agente Fitz. Al comenzar el primer capítulo, Unabomber, interpretado por un solvente Paul Bettany, ya está encarcelado y esperando juicio. Sin embargo, mientras se cuentan los vericuetos que llevaron a meterle entre rejas, la misión de Fitz, encarnado por Sam Worthington, es convencerle de que se declare culpable, evitando un juicio mediático buscado por el preso para su mayor gloria. De esta manera no solo podemos disfrutar de la investigación acometida por los novedosos y a veces discutibles métodos en los que el FBI no tenía puestos demasiadas esperanzas, sino que además, somos espectadores de un duelo interpretativo con el que ambos actores plantean un juego psicológico alrededor del ego del terrorista y el método del investigador.
El duelo interpretativo, en mi opinión, lo gana por mucho un notable Bettany. La serie resulta muy interesante especialmente debido al proceso y la utilización del método de análisis de textos que maneja Sam Worthington en el papel de un solitario y excéntrico agente del FBI. No termina de convencerme el actor ni su interpretación, pero el producto funciona. Muestra al espectador los medios, métodos e investigaciones llevadas a cabo mediante el análisis del lenguaje utilizado en las cartas y en el manifiesto que Unabomber pretende que la prensa norteamericana publique. Su intención era mostrar al mundo su ideología y pensamiento alrededor de la tecnificación de la sociedad y los males que esto provoca a nivel humano y como individuo.
Una serie que, si bien, cae en ciertas ideas manidas alrededor de la figura del típico investigador rarito y concienzudo que lleva de cabeza a sus jefes, va de menos a más conforme se identifica al responsable de las bombas, su ideología y personalidad. Sin duda, Bettany compone un complejo personaje con mucha solvencia. Por otro lado, sus ocho capítulos no resultan excesivos y cumplen su cometido. Recomendable, con algunas fisuras.
La serie presenta la trama intercalando flashbacks, en los que se va descubriendo el desarrollo de la investigación y los nuevos métodos propuestos por el agente Fitz. Al comenzar el primer capítulo, Unabomber, interpretado por un solvente Paul Bettany, ya está encarcelado y esperando juicio. Sin embargo, mientras se cuentan los vericuetos que llevaron a meterle entre rejas, la misión de Fitz, encarnado por Sam Worthington, es convencerle de que se declare culpable, evitando un juicio mediático buscado por el preso para su mayor gloria. De esta manera no solo podemos disfrutar de la investigación acometida por los novedosos y a veces discutibles métodos en los que el FBI no tenía puestos demasiadas esperanzas, sino que además, somos espectadores de un duelo interpretativo con el que ambos actores plantean un juego psicológico alrededor del ego del terrorista y el método del investigador.
El duelo interpretativo, en mi opinión, lo gana por mucho un notable Bettany. La serie resulta muy interesante especialmente debido al proceso y la utilización del método de análisis de textos que maneja Sam Worthington en el papel de un solitario y excéntrico agente del FBI. No termina de convencerme el actor ni su interpretación, pero el producto funciona. Muestra al espectador los medios, métodos e investigaciones llevadas a cabo mediante el análisis del lenguaje utilizado en las cartas y en el manifiesto que Unabomber pretende que la prensa norteamericana publique. Su intención era mostrar al mundo su ideología y pensamiento alrededor de la tecnificación de la sociedad y los males que esto provoca a nivel humano y como individuo.
Una serie que, si bien, cae en ciertas ideas manidas alrededor de la figura del típico investigador rarito y concienzudo que lleva de cabeza a sus jefes, va de menos a más conforme se identifica al responsable de las bombas, su ideología y personalidad. Sin duda, Bettany compone un complejo personaje con mucha solvencia. Por otro lado, sus ocho capítulos no resultan excesivos y cumplen su cometido. Recomendable, con algunas fisuras.