Publicada en 1887 esta novela escrita por Arthur Conan Doyle es la presentación en sociedad del detective Sherlock Holmes y del que será su inseparable compañero John Watson. El autor, de la mano del veterano médico y exmilitar Watson, nos embarca en la investigación de un caso de asesinato en Londres. El médico, herido en combate en la 2ª Guerra Afganistán, busca donde hospedarse en la capital del Imperio y, por medio de un conocido, conoce a un personaje singular, junto al que terminará, no solo compartiendo casa, sino también las investigaciones con las que se entretiene el brillante y extravagante Sherlock Holmes.
Conan Doyle emplaza al lector a realizar un entretenido viaje en el entorno de estos dos personajes. Por un lado, se explaya desarrollando la relación del detective con Scotland Yard. Sherlock Holmes no esconde su colaboración con el cuerpo de policía, a quien apoya y aconseja en la resolución de los casos más complicados. Su relación es divertidísima, demostrando paso a paso las debilidades de sus agentes y potenciando sobre sus intervenciones, su propia y extraordinaria capacidad de deducción e inteligencia. Además, mientras se narra el desarrollo de la investigación del misterioso asesinato, el escritor aprovecha para describir ciertas peculiaridades en la vida de los barrios de Londres, sus habitantes y sus bajos fondos. Paralelamente, Watson, como compañero y narrador en primera persona, juega con la complicidad del detective a quien parece haber caído en gracia y su propia visión algo escéptica sobre las situaciones que se desarrollan ante sus ojos. Todo esto, hará de ellos compañeros inseparables.
Pero la novela va más allá. En este caso mientras en la primera parte del libro, se explican y desarrollan los hechos que definen la investigación de los hechos delictivos, por necesidad de la trama, en un momento dado, Conan Doyle traslada al lector de manera retrospectiva a treinta años antes y a tierras norteamericanas. Allá se desarrollan unos hechos que serán imprescindibles para entender el caso del asesinato. Y más puntualmente nos situa en las praderas de Utah, donde una inmensa caravana de Mormones se establece en Salt Lake City. Es aquí donde Conan Doyle desarrolla un historia en la que demuestra su poder narrativo y descriptivo en total plenitud. El amor, la inmensidad de las praderas, la religión, las tradiciones y la familia son temas que completan, en mi opinión, la parte más literaria de la novela. Además, ésta pequeña interrupción narrativa en el texto, ensambla perfectamente con la resolución del caso, logrando en conjunto, una novela que será precursora de la ya mítica imagen del detective y su ilustre compañero.
En definitiva, una estupenda introducción a unos personajes que resultarán, con la publicación de sucesivas entregas, absolutamente imperecederos en la mítica literaria. La novela resulta fantástica narrativamente hablando y desde luego, dibuja con soltura y seguridad a los protagonistas, tanto los principales como los secundarios, imprescindibles en el universo que rodea a Holmes y Watson.
Conan Doyle emplaza al lector a realizar un entretenido viaje en el entorno de estos dos personajes. Por un lado, se explaya desarrollando la relación del detective con Scotland Yard. Sherlock Holmes no esconde su colaboración con el cuerpo de policía, a quien apoya y aconseja en la resolución de los casos más complicados. Su relación es divertidísima, demostrando paso a paso las debilidades de sus agentes y potenciando sobre sus intervenciones, su propia y extraordinaria capacidad de deducción e inteligencia. Además, mientras se narra el desarrollo de la investigación del misterioso asesinato, el escritor aprovecha para describir ciertas peculiaridades en la vida de los barrios de Londres, sus habitantes y sus bajos fondos. Paralelamente, Watson, como compañero y narrador en primera persona, juega con la complicidad del detective a quien parece haber caído en gracia y su propia visión algo escéptica sobre las situaciones que se desarrollan ante sus ojos. Todo esto, hará de ellos compañeros inseparables.
Pero la novela va más allá. En este caso mientras en la primera parte del libro, se explican y desarrollan los hechos que definen la investigación de los hechos delictivos, por necesidad de la trama, en un momento dado, Conan Doyle traslada al lector de manera retrospectiva a treinta años antes y a tierras norteamericanas. Allá se desarrollan unos hechos que serán imprescindibles para entender el caso del asesinato. Y más puntualmente nos situa en las praderas de Utah, donde una inmensa caravana de Mormones se establece en Salt Lake City. Es aquí donde Conan Doyle desarrolla un historia en la que demuestra su poder narrativo y descriptivo en total plenitud. El amor, la inmensidad de las praderas, la religión, las tradiciones y la familia son temas que completan, en mi opinión, la parte más literaria de la novela. Además, ésta pequeña interrupción narrativa en el texto, ensambla perfectamente con la resolución del caso, logrando en conjunto, una novela que será precursora de la ya mítica imagen del detective y su ilustre compañero.
En definitiva, una estupenda introducción a unos personajes que resultarán, con la publicación de sucesivas entregas, absolutamente imperecederos en la mítica literaria. La novela resulta fantástica narrativamente hablando y desde luego, dibuja con soltura y seguridad a los protagonistas, tanto los principales como los secundarios, imprescindibles en el universo que rodea a Holmes y Watson.
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