Me enfrenté a esta novela con la conciencia de que está bien considerada por los lectores que la han abordado anteriormente y con el recuerdo negativo de su versión fílmica estrenada hace unos años. Una vez en mis manos, decido aprovechar un sábado pleno de tiempo para leer, afrontarla con el espíritu de terminarla en un solo día y sin apenas interrupciones, asumiendo que su extensión apenas llega a las doscientas páginas.
Esta novela corta consta de tres partes bien diferenciadas. La historia comienza de la manera más simple. El joven protagonista de quince años, tiene un encuentro accidentado con una mujer madura de treinta y tantos. El encuentro fortuito, deja un sello indeleble en el protagonista, quien no puede evitar volver a cruzarse en la vida de la mujer que le atendió y a quien conoció tras aquel incidente. Entre ambos surge un relación, en la que ambos cumplen distintas funciones e intereses comunes, afines pero extrapolables a la edad y mentalidad de cada uno... y por tanto algo divergentes. La relación camina a lo largo de unos meses. Lo sexual y erótico se intercambia por lecturas y audiciones de creaciones de grandes autores de la literatura. Tras mantener la relación con ciertos altibajos, la mujer desaparece. Años después, el joven, ya estudiante de derecho, se encuentra con su ex amante como acusada en un juicio referido al pasado no tan lejano de la historia de Alemania. Un secreto que discurría en la relación de ambos protagonistas, sobrevuela el presente y futuro de ella, entre culpabilidad, secreto, incomprensión y vergüenza.
Bernhard Schilnk es jurista de profesión y profesor de Historia del Derecho. El protagonista de la novela es en cierta manera un reflejo del escritor en la novela. El hecho de que la novela se desarrolle unos años después del fin de la 2ªGM, compagina la edad de ambos con la realidad. Además el tratamiento en la segunda parte de la novela a nivel, digámoslo así, legal o paralelo al derecho, no solo por el desarrollo del juicio, sino también por la herencia de un pasado que los alemanes optaban por esconder unos, o por acusar otros, lo relaciona directamente con los años 60 y 70, especialmente complejo para la juventud y sobre todo para la justicia alemana. Los ecos del pasado pugnaban por cierto resurgir de lo alemán en un país no solo dividido, sino estigmatizado por la época del III Reich.
Sin embargo, la novela en su primera parte nos desgrana con profundo sentimiento y advocación la relación amatoria y de simbiosis de los dos protagonistas. El profundo avanzar en el descubrimiento del amor y del sexo por parte del joven quinceañero, transcurre entre lecturas inevitables previas al acto de amor y cómplice. El mundo recóndito y sugerente de la mujer madura, no solo engloba y llena el interior del joven, sino que éste avanza en su vida con la madurez ganada en el juego amatorio. Mientras, ella vive con un pasado que no la abandona y en un secreto inconfesable, presentándola como una mujer misteriosa. La capacidad del escritor de contar esta hermosa relación se plasma en una literatura plena de descripciones y, sobre todo, de un crecer en la vida del chaval, para el que esa relación casi resulta plena. Hay, por ejemplo, un largo párrafo, impecable y sugerente en su redacción, en el que se describe los olores que el muchacho descubre en su amante, rincón a rincón... en un recuerdo hermoso de aquella felíz y corta aventura de juventud. Una maravilla.
Como he dicho antes, la segunda parte de la novela entronca con el reencuentro de ambos en el juicio, al que el joven acude como estudiante de derecho, y la mujer se sienta en la silla de acusados. Sin embargo esta situación pasa de implicar a ambos, para trascender a la propia Alemania. da la impresión de que el autor pretende posicionar a la generación posterior al nacismo frente al pasado del país. Surgen preguntas vitales alrededor del desconocimiento del alemán de calle, del civil sobre las barbaridades realizadas por los nazis. ¿Se miró hacia otro lado? ¿Se puede o debe culpabilizar al que obedecía las órdenes? ¿Hay excusas a lo que sucedió en aquella sociedad? ¿Cómo debe enfrentarse las nuevas generaciones a un pasado tan real como terrible? ¿Cómo juzgar un pasado al que pertenecen sus padres y abuelos?... Creo que a lo largo del juicio y mientras el protagonista lucha con su conciencia sobre cómo actuar, el autor se plantea mucho más de lo que a primera vista parece que engloba la novela. Algunas de las respuestas se pueden vislumbrar en su epílogo. Lo que está claro es el paralelismo que existe entre la protagonista y la nación alemana... Su orgullo, su culpabilidad y de alguna manera, su afán de renovación vital, sobrevuelan paralelamente el relato de Schlink, como si de un solo ente se tratara.
Es curioso lo que puede dar de sí una novela de apenas doscientas páginas, como lo hace "El Lector". Engloba una historia de amor compleja, llena de descubrimientos y sentimiento, para después profundizar en el recuerdo de esta relación, paralelamente impregnada de la sombra del pasado y de los secretos que lleva asidos a su historia, no solo personal, sino de la propia Alemania y de sus reacciones ante el nazismo. De una literatura cercana al lirismo en su primera parte, Schlink es capaz en su segunda parte, de pasar a diseccionar un país. Pero siempre, en todo el conjunto de la obra, alcanzando el corazón del lector, que termina vencido por su prosa y por su presentación formal y literaria.
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